martes, agosto 23, 2022

Sinvergüenza, gilipollas y pelillos al sobaco



¡Qué sinvergüenza! Sanna Marin, la primera ministra de Finlandia, ha sido portada de todos los medios de comunicación y redes sociales al filtrarse el vídeo de una fiesta a la que acudió (el enemigo está entre tus amigos, Sanna). ¿A quién se le ocurre disfrutar de sus amistades, de una copa o las que le dé la gana en su tiempo libre? Encima también se la ha visto bailar en una discoteca. ¡Una vergüenza nacional! Tras el revuelo ─que alguien me lo explique─, se ha sometido a un test voluntario de drogas para demostrar a esa pazguata sociedad que no había consumido sustancias adictivas. ¿Desde cuándo una mujer ─y más si es guapa─ es una irresponsable o no está capacitada para su puesto laboral por salir de juerga con sus amigos? ¿A quién le importa a qué dedica su tiempo libre? Si ella es culpable, que nos arresten a todas. 
    Hay actitudes, en cambio, en las que se puede catalogar a la gente de gilipollas. Sí, tal y como suena y acepta la Rae. Hay que ser muy gilipollas para hacerse selfis con el fondo de los incendios que están asolando los montes de España. Pero que muy gilipollas. Y el premio se lo lleva una chica que encima se ha marcado un baile y lo ha subido a Tik tok, no se puede ser más tonta. 
   Aunque lo que me preocupa de verdad es la tendencia que defiende el lucimiento de los pelos en los sobacos como una muestra de la libertad femenina. Venga, que por ahí no paso: hace años  me hice el láser en las axilas y soy feliz sin mis vellos libres como el viento. Que  los gustos han cambiado y ya no se lleva ni los hombres cuanto más osos más hermosos ni las mujeres matorral en los sobacuelos. Aunque para gustos, los colores o las pelambreras, pero a mí que no me busquen esos pelillos a lo Sofía Loren.

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