¿Hay alguien que se libre de algún apodo? En mi caso, no. El problema surge cuando al apodo se le une la maldad, el odio y las ganas de humillar.
Esta semana se ha publicado en las redes sociales el bullying que han ejercido sobre un niño de diez años. Su historia es muy triste, de las que rasgan el corazón. Era el día de su cumpleaños, había llevado con ilusión una tarta para celebrarlo con sus compañeros del campamento de verano. Estos, sin compasión, versionaron la canción del cumpleaños feliz para ofenderle por sus kilos de más. La presión no era aislada. Izan, así se llama, llevaba todo el año soportando el desprecio de sus compañeros. Duele escuchar a un niño que desea morir, que no aguanta más.
El vídeo se hizo viral. Tanto que hasta Ibai Llanos paró su directo en Twitch para mandar un mensaje de apoyo a Izan. Desde ese momento, las felicitaciones y muestras de apoyo se multiplicaron: Antoine Griezmann, Aitana, Chanel... Y mucha gente anónima pero con gran corazón y un grito: ¡no al acoso escolar!
Todos hemos sido alguna vez despóticos o hemos criticado el físico o la apariencia de las personas, pero desde nuestros ámbitos (familiar, laboral, escolar...) debemos intentar que no se humille a la gente, que no los lancemos a un sufrimiento que los puede marcar el resto de su vida. O incluso atajar con ella.
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