─¡Menudo hijo de fruta es Íñigo Onieva! ─exclama Manuela con su gorra rosa mientras paseamos a los perros por el parque.
─A mí me da mucha pena Tamara, la verdad ─suspira María Elena.
─Desde luego. Qué desgracia que se haya cruzado con ese gilipúa en su vida. Es un capón con pintas, un tom tom del trasero ─insiste Manuela indignada por la humillación pública que sufre la Falcó.
─Manuela, ¿qué te ocurre?, ¿por qué hablas así de raro? ─le pregunto atónita por sus palabras.
─Ay, Emma, que mañana he quedado a comer con mi amigas y sus hijos.
─¿Y?
─Pues que todo el rato me regañan por decir tantas palabrotas delante de los chavales, que qué vocabulario tan vulgar el mío... En fin, que he decidido modificar las palabras y que así no me riñan. A ver, que yo prefiero decir hijo de puta, gilipollas, tonto del culo o cabrón, pero me tienen frita con el tema de las palabrotas. Es agotador.
─Mira, Manuela, no es día para andarse con control verbal, que lo que ha pasado este fin de semana ha sido muy fuerte ─comenta María Elena─. Aunque es mejor que Tamara se haya dado cuenta ahora que después del matrimonio. Bueno, ¿y qué me decís de la separación de Risto Mejide y Laura Escanes? No doy crédito. Y él ha dicho que se siente como Tamara. Ay, a ver si la Escanes le ha plantado unos cuernos...
─A mí me ha encantado que Tamara fuera ayer a la presentación en el Teatro Real. Ha actuado como una señora. No se ha escondido, ha reconocido su engaño y agradecido a los medios que le abrieran los ojos. Vamos, ¿acaso se tenía que ocultar cuando el infiel ha sido él? ─digo mientras busco con la mirada a Alma que corre tras Trufa y Ringo.
─Y qué elegante iba... No como la pobre Chenoa que salió a la puerta de su casa en chándal y sin pintar. ¡Lo que se habrá arrepentido! ─comenta María Elena.
─En la vida hay que tener mucho cuidado con los capones, que hay muchos sueltos y a veces nosotras actuamos como unas gilipúas.
─¡Manuela, por favor, o dices palabrotas o no las dices, pero esas palabrejas que te estás inventando me ponen de los nervios!
─Emma, no seas porra.
─Emma, no seas porra.
─¿Porra?
─Quería decir perra, pero ya no sé si eso también es una palabrota. Ahora en serio, ¿dónde están los perros?
Y así, entre paseo y paseo, cotilleo y cotilleo, nanosegundos en el metaverso y muchas risas se escapan las primeras horas de la mañana.
¡Venga, Tamara, que tú puedes con esto y con mucho más! Joder (huy, perdón, Manuela)