Ser viciosa en la época actual es un verdadero problema, pero no penséis mal, mentes calenturientas, no me refiero al tema sexual, al desenfreno tórrido o al fetichismo. No, por ahí no van los tiros. La gran adicción de mi vida es el puñetero teléfono móvil, y más concretamente (o croquetamente, que también soy muy de croquetas) los reels de Instagram, pequeños vídeos que se suceden sin parar hasta el infinito y más allá. Encima, ¡échale leña al fuego!, el algoritmo ha pillado mis gustos y no para de seducirme con recetas de cocina, manualidades, trucos caseros... Además la IA, será porque es artificial, ha descubierto que soy muy facilona a la hora de reír y me bombardea con una cadena interminable de secuencias con caídas absurdas, sustos que infartan a pobres incautos, situaciones estrambóticas, chistes tontos, y para tonta, yo. Lo admito, empiezo a verlos con media sonrisa y termino con estentóreas carcajadas que alteran tanto a mi perra que, sobresaltada, corre despavorida desde el salón al jardín. De mi familia, esos seres que perturban mi vicio, prefiero no hablar aunque detecto en sus miradas el terror, el temor a que la locura haya invadido mi mente. Todo es posible. Luego, para no deprimirme o para consolarme, me salta el reel de algún experto psicólogo, científico o influencer que me explica con datos metafísicos los beneficios de la risa en el cuerpo humano. Y yo, feliz, me lo creo a pies juntillas.
Gracias a que el saber no ocupa lugar, y sobre todo no engorda, he aprendido las características de mi signo zodiacal a través de una astróloga argentina con turbante; cómo eliminar los restos de la barbacoa en la parrilla con un burruño de papel de plata y, hala, a frotar; cómo taladrar la pared sin manchar el suelo; cómo limpiar la tapicería del sofá con una tapa de cacerola o cómo podar las hortensias al inicio del otoño.
Sí, soy una viciosa de los reels, una adicta a las histories y una obsesa, que no obesa, de los feeds de mis amigos y enemigos. Para qué negarlo, Facebook se ha convertido en un tostón de tostadora para los boomers, como si desaparece, pero a mi Insta que no me lo toque nadie, que por mi Insta mato, como la Esteban.
viernes, octubre 04, 2024
Viciosa del reel
domingo, mayo 19, 2024
A caminar, que son 55 días
Desde hace tiempo, las grandes empresas se han sumado a la tendencia norteamericana de gestionar distintas actividades de ocio o deportivas para sus trabajadores. Una forma de crear equipo, odio por los que van primeros de la tabla y animar a la participación. Este año me he apuntado al reto caminar un mínimo de 6.000 pasos diarios durante 55 días para lograr la medalla de oro y participar en el sorteo de un viaje a París (París, mon amour) durante los Juegos Olímpicos, que sé que no ganaré porque el número de empresas participantes y caminantes es abrumador, pero de la ilusión también se vive, y no hay que olvidar que una vez gané el premio de SGP por ser la usuaria un millón, la leche. Ay, cuánta emoción viví, aún recuerdo mi posado con el enorme cheque que mostraba mi victoria. Caminar un mínimo de 6.000 pasos es una meta muy asequible pero que implica ser constante, lo que me genera un poquito de estrés los días laborales. Mis trucos: aparcar lejos de casa o del trabajo, ir a comprar con mi carrito de la compra de maruja para no usar el coche y pasear con mi perra, aunque ella es más de sentarse a contemplar el horizonte y jugar con la pelota.
Hasta aquí parece todo perfecto, pero hay un tema que me martiriza. Cada mañana se actualiza el listado con el ránking de los participantes para ver los pasos caminados y días cumplidos. No voy a mentir, mi posición está a media tabla tirando para abajo, pero con un 100% de fidelidad. Yo estoy tan contenta, que es cierto que me contento con nada, va con mi carácter. Sin embargo, la persona que va en primera posición (mujer que atiende a las iniciales M.G.) me tiene loca. O es una vigoréxica compulsiva o está recorriendo el Camino de Santiago o no trabaja o no tiene familia ni amigos o hace trampa. Acaso es normal caminar una media de veinte kilómetros diarios. No sé, a mí no me cuadra, pero será cierto porque a quién le interesa hacer trampas en este tipo de reto. A nadie, la verdad.
Yo voy a seguir caminando con mi móvil a todas partes, y solo pido que aunque no adelgace por lo menos no engorde o pase de rotondy a curvy, todo un logro. Además, por cada reto conseguido plantarán un árbol al que espero pongan un cartelito con mi nombre. ¡Qué ilusión!
Aquí, mi reto anterior, en el que estuve a un paso de fallecer ▶️ "Me llamo Emma"
lunes, abril 29, 2024
Ese hombre enamorado de la luna
martes, febrero 20, 2024
Un libro, un recuerdo
«¿Me puedo comprar un libro?», me pregunta mi hijo vía Whatsapp convencido de que mi respuesta será afirmativa, que ni un pero saldrá de mi boca. Incluso imagina la sonrisa al estilo Gioconda que se asomará por mi cara al leer su pregunta porque sabe que si tú me dices libro, lo pago todo. Y no duda de que le robaré la novela en cuanto llegue a casa y seré la primera en leerla, que a velocidad lectora no me gana. Sin embargo, es incapaz de intuir el salto al pasado que me provoca el título: 'Mirafiori'. Mi primer coche, mi Seat 131 naranja, mi "calabaza".
Todo se cumplió: pagó con mi tarjeta el libro, se lo robé y lo leí en un suspiro. Me sumergí en la historia de amor de una jovencísima pareja, su evolución, su deterioro, en los fantasmas que les acompañan por la vida, la mágica humedad gallega... Y ese final con el que Jabois te encoge el corazón, ese epílogo que es una pura declaración de amor.
Ahora, aquí estoy, mirando la pantalla del móvil, a la espera de que mi hijo Diego me vuelva a preguntar: «mamá, ¿me puedo comprar un libro?»
miércoles, febrero 14, 2024
Pedradas de amor o desamor
¡Felices pedradas!
miércoles, febrero 07, 2024
Zorra, más que zorra
Si salgo sola, soy la zorraSi me divierto, la más zorraSi alargo y se me hace de díaSoy más zorra todavíaCuando consigo lo que quiero (zorra, zorra)Jamás es porque lo merezco (zorra, zorra)Y aunque me esté comiendo el mundoNo se valora ni un segundo
Dios, qué fuerte, sin saberlo soy una zorra. Sí, porque salgo sola, me divierto, consigo lo que quiero... Pero, en mi caso, la gente que me rodea sí que me valora y realmente esta letra me parece sacada del siglo pasado. Hoy en día las mujeres no nos sentimos como unas zorras por ser independientes y, solo faltaba, a los hombres de nuestro alrededor, por lo menos de mi entorno, jamás se les ocurriría tildarme de zorra por irme de viaje o a cenar con mis amigas, por contonear mi cuerpo al ritmo de la música o desatar mis rizos en un ataque de risa. Y si alguna se siente así por ser ella misma, le recomendaría cambiar de pareja, amistades y, si puede, de familia. Lo importante es quererse, no hacer daño y disfrutar de la vida, que solo hay una y es muy corta.
Eso sí, me encantaría que todos los países participantes gritaran 'twelve points goes to... Spain' y que 'Nebulossa' ganara porque siempre he sido muy competitiva, que no zorra, aunque la letra tenga tufillo de machismo retrógrado.