viernes, octubre 04, 2024

Viciosa del reel

Ser viciosa en la época actual es un verdadero problema, pero no penséis mal, mentes calenturientas, no me refiero al tema sexual, al desenfreno tórrido o al fetichismo. No, por ahí no van los tiros. La gran adicción de mi vida es el puñetero teléfono móvil, y más concretamente (o croquetamente, que también soy muy de croquetas) los reels de Instagram, pequeños vídeos que se suceden sin parar hasta el infinito y más allá. Encima, ¡échale leña al fuego!, el algoritmo ha pillado mis gustos y no para de seducirme con recetas de cocina, manualidades, trucos caseros... Además la IA, será porque es artificial, ha descubierto que soy muy facilona a la hora de reír y me bombardea con una cadena interminable de secuencias con caídas absurdas, sustos que infartan a pobres incautos, situaciones estrambóticas, chistes tontos, y para tonta, yo. Lo admito, empiezo a verlos con media sonrisa y termino con estentóreas carcajadas que alteran tanto a mi perra que, sobresaltada, corre despavorida desde el salón al jardín. De mi familia, esos seres que perturban mi vicio, prefiero no hablar aunque detecto en sus miradas el terror, el temor a que la locura haya invadido mi mente. Todo es posible. Luego, para no deprimirme o para consolarme, me salta el reel de algún experto psicólogo, científico o influencer que me explica con datos metafísicos los beneficios de la risa en el cuerpo humano. Y yo, feliz, me lo creo a pies juntillas. 
       Gracias a que el saber no ocupa lugar, y sobre todo no engorda, he aprendido las características de mi signo zodiacal a través de una astróloga argentina con turbante; cómo eliminar los restos de la barbacoa en la parrilla con un burruño de papel de plata y, hala, a frotar; cómo taladrar la pared sin manchar el suelo; cómo limpiar la tapicería del sofá con una tapa de cacerola o cómo podar las hortensias al inicio del otoño.
      Sí, soy una viciosa de los
reels, una adicta a las histories y una obsesa, que no obesa, de los feeds de mis amigos y enemigos. Para qué negarlo, Facebook se ha convertido en un tostón de tostadora para los boomers, como si desaparece, pero a mi Insta que no me lo toque nadie, que por mi Insta mato, como la Esteban

domingo, mayo 19, 2024

A caminar, que son 55 días

Retos pasados, retos futuros 

Desde hace tiempo, las grandes empresas se han sumado a la tendencia norteamericana de gestionar distintas actividades de ocio o deportivas para sus trabajadores. Una forma de crear equipo, odio por los que van primeros de la tabla y animar a la participación. Este año me he apuntado al reto caminar un mínimo de 6.000 pasos diarios durante 55 días para lograr la medalla de oro y participar en el sorteo de un viaje a París (París, mon amour) durante los Juegos Olímpicos, que sé que no ganaré porque el número de empresas participantes y caminantes es abrumador, pero de la ilusión también se vive, y no hay que olvidar que una vez gané el premio de SGP por ser la usuaria un millón, la leche. Ay, cuánta emoción viví, aún recuerdo mi posado con el enorme cheque que mostraba mi victoria. Caminar un mínimo de 6.000 pasos es una meta muy asequible pero que implica ser constante, lo que me genera un poquito de estrés los días laborales. Mis trucos: aparcar lejos de casa o del trabajo, ir a comprar con mi carrito de la compra de maruja para no usar el coche y pasear con mi perra, aunque ella es más de sentarse a contemplar el horizonte y jugar con la pelota.  

Hasta aquí parece todo perfecto, pero hay un tema que me martiriza. Cada mañana se actualiza el listado con el ránking de los participantes para ver los pasos caminados y días cumplidos. No voy a mentir, mi posición está a media tabla tirando para abajo, pero con un 100% de fidelidad. Yo estoy tan contenta, que es cierto que me contento con nada, va con mi carácter. Sin embargo, la persona que va en primera posición (mujer que atiende a las iniciales M.G.) me tiene loca. O es una vigoréxica compulsiva o está recorriendo el Camino de Santiago o no trabaja o no tiene familia ni amigos o hace trampa. Acaso es normal caminar una media de veinte kilómetros diarios. No sé, a mí no me cuadra, pero será cierto porque a quién le interesa hacer trampas en este tipo de reto. A nadie, la verdad. 

Yo voy a seguir caminando con mi móvil a todas partes, y solo pido que aunque no adelgace por lo menos no engorde o pase de rotondy a curvy, todo un logro. Además, por cada reto conseguido plantarán un árbol al que espero pongan un cartelito con mi nombre. ¡Qué ilusión!


Aquí, mi reto anterior, en el que estuve a un paso de fallecer ▶️ "Me llamo Emma"

lunes, abril 29, 2024

Ese hombre enamorado de la luna

EPT

Antes de presentarse a las elecciones generales de España se debe reflexionar sobre lo que ello implica. Saber que además de los aplausos de los votantes de tu partido y acólitos, las críticas por parte de la oposición y medios de comunicación serán inevitables. No todo van a ser laureles. Si Manos Limpias denuncia a tu mujer por presuntos delitos de tráfico de influencia no te puede dar una pataleta de niño pequeño. No, tu cargo está por encima y has de confiar en el proceso judicial al igual que el resto de los mortales. Me da vergüenza pensar que el mayor representante de España abandone sus responsabilidades institucionales por una rabieta. Yo, desde luego, en mi trabajo no me puedo permitir esos lujos, que ya me gustaría, no nos vamos a engañar. Al departamento de Recursos Humanos de mi empresa le da igual si estoy enamorada o tengo desgarrada el alma por un desamor, qué falta de pasión. Mi sueldo va unido a mi desempeño profesional, no al latir de mi corazón. Si un presidente quiere dimitir tiene todo su derecho y debe ser ético: llorar, reflexionar y tomar una decisión clara en la intimidad, en castellano o en catalán. Es inconcebible que se tome cinco días de asueto, con la irresponsabilidad de mover las masas y abrir más la brecha entre la izquierda y la derecha, para curar su corazón herido, para que nadie dude de que él ama a su mujer hasta el infinito y más allá. 
    Su actitud me ha recordado a la gala de los Óscar de hace un par de años, cuando Will Smith saltó al escenario para abofetear al presentador por bromear sobre su mujer. Qué vergüenza. Si nosotras no sabemos defendernos, mal vamos.
    Tanta pantomima para al final no dimitir porque sabe que dejaría a su partido en la estacada, porque él es el único superhéroe capaz de salvar este país. Además, está enamorado y el amor puede con todo. Ojito, que ya me lo imagino en el Congreso abofeteando a cualquiera que mente a su amada.
    Como mujer me siento humillada y como española se intuye mi malestar.
Mi concepto de la política dista mucho de las actuaciones de estos últimos meses: un barrizal en el que se pelea sin ética ni dignidad. Disparos de acusaciones, insultos... Y si alguien no comulga con tus principios pertenece a la 'fachosfera', muy fuerte. En fin, me voy a comer con mi amado, que yo también lo tengo. Faltaría, que soy la presidenta y reina de mi casa. 

martes, febrero 20, 2024

Un libro, un recuerdo

«¿Me puedo comprar un libro?», me pregunta mi hijo vía Whatsapp convencido de que mi respuesta será afirmativa, que ni un pero saldrá de mi boca. Incluso imagina la sonrisa al estilo Gioconda que se asomará por mi cara al leer su pregunta porque sabe que si tú me dices libro, lo pago todo. Y no duda de que le robaré la novela en cuanto llegue a casa y seré la primera en leerla, que a velocidad lectora no me gana. Sin embargo, es incapaz de intuir el salto al pasado que me provoca el título: 'Mirafiori'. Mi primer coche, mi Seat 131 naranja, mi "calabaza".

    Todo se cumplió: pagó con mi tarjeta el libro, se lo robé y lo leí en un suspiro. Me sumergí en la historia de amor de una jovencísima pareja, su evolución, su deterioro, en los fantasmas que les acompañan por la vida, la mágica humedad gallega... Y ese final con el que Jabois te encoge el corazón, ese epílogo que es una pura declaración de amor.

    Ahora, aquí estoy, mirando la pantalla del móvil, a la espera de que mi hijo Diego me vuelva a preguntar: «mamá, ¿me puedo comprar un libro?»

miércoles, febrero 14, 2024

Pedradas de amor o desamor



Dicen que un diamante es para siempre, que no lo pongo en duda, pero en mi caso poseer uno de ellos sería un auténtico estrés. Solo imaginarme la escena me genera taquicardias: dos de la mañana -después de una cena con más de un vino e incluso algún que otro gin tonic-, retiro la cadena con el valioso colgante de mi cuello y contemplo como, oh, Dios mío, por qué soy tan patosa, el diamante rueda por el lavabo, se cuela por el desagüe y desaparece por la tubería hasta llegar a la sucia alcantarilla y, al cabo de unos días, lucir en el cuello de alguna rata de cloaca. Así que por mi salud mental siempre lo he dejado muy claro: no quiero diamantes. Eso sí, la bisutería me enloquece: pendientes, collares, pulseras... Que sí, que soy muy gitana. Tal vez sea por la influencia de mis rizos negros. Un pelo tan rizado que ni siquiera habría llamado la atención de Julio Romero de Torres, que pintó a la mujer morena. 
    Aunque no tenga diamantes, tengo muchas pedradas. Pedradas de las de verdad, porque si hay algo que me enloquece son las piedras. Cuando paseo por la playa o junto a la ribera del río no busco caracolas o conchas. No, mi fijación son las piedras. Observo cada guijarro, pedrusco o roca hasta que siento la llamada del amor (a veces me encanta ser una cursi). En casa, con mis pinturas y rotuladores indelebles, descifro su secreto oculto: un fondo marino, unos corazones rebosantes de 'love', mi nombre o, más bien, el nombre de mis amigos porque no regalaré diamantes, pero sí muchas piedras, que para mí tienen más valor.
¡Felices pedradas!  

miércoles, febrero 07, 2024

Zorra, más que zorra



Recuerdo de pequeña, sentada en el cuarto de estar de mi abuela, disfrutar junto a ella y su rica tortilla de jamón serrano y la sopa de cocido de Eurovisión. En aquellos años, el concurso era un fenómeno que reunía frente a la pantalla a casi todos los telespectadores de España y parte de Europa. Tampoco había capacidad de elección entonces, solo dos canales. La emoción se desataba al escuchar que Portugal nos otorgaba 'twelve points' y el marcador del representante español ascendía en la tabla a velocidad vertiginosa. Tal vez, abandoné la tradición en 1983 ante el hundimiento del Titanic ibérico, de la barca de Remedios Amaya. Ni un 'point', auténtica desilusión. 
    Tras el pitorreo de Chiquiliquatre, este año nos va a representar 'Nebulossa' con su canción 'Zorra': música pegadiza y letra escandalosa para muchos colectivos. Tantos, que no hay medio de comunicación que no haya opinado sobre el tema. Zorra por aquí, zorra por allá. 
    Los de mi generación bailábamos sobre la tumba al son de Siniestro Total; matábamos a punta de navaja, besándola una vez más con Loquillo; dábamos palizas por haber escrito nuestro nombre dentro de un corazón de tiza con Radio Futura... Por no hablar de las violaciones en el ascensor, de Un pingüino en mi ascensor. En fin, que el tiempo ha pasado y ahora esas letras serían impensables. Pero vayamos al meollo de la cuestión, la letra de 'Zorra', el tema que está en boca de todos.

Si salgo sola, soy la zorra
Si me divierto, la más zorra
Si alargo y se me hace de día
Soy más zorra todavía
Cuando consigo lo que quiero (zorra, zorra)
Jamás es porque lo merezco (zorra, zorra)
Y aunque me esté comiendo el mundo
No se valora ni un segundo

    Dios, qué fuerte, sin saberlo soy una zorra. Sí, porque salgo sola, me divierto, consigo lo que quiero... Pero, en mi caso, la gente que me rodea sí que me valora y realmente esta letra me parece sacada del siglo pasado. Hoy en día las mujeres no nos sentimos como unas zorras por ser independientes y, solo faltaba, a los hombres de nuestro alrededor, por lo menos de mi entorno, jamás se les ocurriría tildarme de zorra por irme de viaje o a cenar con mis amigas, por contonear mi cuerpo al ritmo de la música o desatar mis rizos en un ataque de risa. Y si alguna se siente así por ser ella misma, le recomendaría cambiar de pareja, amistades y, si puede, de familia. Lo importante es quererse, no hacer daño y disfrutar de la vida, que solo hay una y es muy corta. 

Eso sí, me encantaría que todos los países participantes gritaran 'twelve points goes to... Spain' y que 'Nebulossa' ganara porque siempre he sido muy competitiva, que no zorra, aunque la letra tenga tufillo de machismo retrógrado. 

     

domingo, enero 14, 2024

Cuento de Navidad

La noche de Carrie


Dos de la mañana. El hombre entró por la puerta de su casa, se despojó del abrigo aunque el frío aún estaba adherido a sus huesos, observó las risas de su mujer y sus hijos, acarició a la perra tan somnolienta como él y subió a la habitación para dormir unas pocas horas. Más que otra Nochebuena había sido una Nocheamarga. En su mente se repetía la gran pregunta de todos los años: ¿cómo has pasado la Navidad, bien o en familia? En su caso, había sido en familia, y las fiestas solo acababan de empezar. En el salón, estrellitas plateadas sobre el blanco mantel de hilo, la vajilla colocada, unas bolas navideñas personalizadas con el nombre de cada comensal, los platitos de pan y las copas de cristal, las buenas, las que solo se sacan para ocasiones especiales, anunciaban el siguiente evento: la comida de Navidad. 
Hasta mañana se despidió de su familia, que no paraba de hablar y reír, estoy agotado. 
    Al meterse en la cama se dejó arropar por el mullido edredón, cerró los ojos y no permitió que los últimos sucesos alteraran su frágil sueño. "Venga, solo faltan dos días para la escapada a Cáceres. Venga, que tú puedes", se susurraba como si fuera una nana que adormece a un bebé. El cóctel explosivo de emociones, cansancio y tensiones lo sumió en un plácido sueño.

Tres y media de la mañana. Un haz de luz se cuela por la rendija de la puerta y se dirige a la cara del hombre dormido. Molesto, entreabre los ojos. Su brazo se desplaza hacia el otro extremo de la cama. "¿Cómo es posible que su mujer aún no haya subido a dormir con toda la comida y los preparativos que hay que organizar por la mañana?", se pregunta. La extrañeza le obliga a levantarse, se calza las zapatillas de andar por casa, abre la puerta del dormitorio y desciende por la escalera hasta el salón.
    La escena que presencia parece sacada de una novela de Stephen King: todas las luces de la casa encendidas, un silencio atronador, ningún miembro de la familia presente, multitud de manchas de sangre por el suelo, montones de gasas ensangrentadas por encima de la mesa, la puerta del jardín trasero abierta... Aterrado, sube a toda velocidad a por su móvil que se carga en la mesilla, grita los nombres de su mujer y sus hijos. Nadie contesta, el silencio solo es roto por los ladridos de la perra. Desesperado, llama al teléfono de su esposa y escucha cómo suena junto al sofá del salón. "¿Qué hace su móvil en casa?", se cuestiona sin hallar la respuesta. Su mente barrunta mil ideas, cada una más tenebrosa que la anterior: un múltiple asesinato, una venganza familiar, un robo con violencia... Viudo de mujer e hijos, así se imagina hasta que uno de sus vástagos contesta a su llamada. 
─Tranquilo, papá.
─¡Cómo quieres que esté tranquilo! ¿Dónde estáis, qué ha pasado? 
─Un pequeño accidente: mamá se ha tropezado en el jardín, al apoyarse en el macetero éste se ha caído y detrás ha ido ella. Vamos, que ha volado de espaldas por las escaleras y se ha partido la cabeza.
El hombre siente como la lividez de su rostro desaparece aunque no sabe si es por la mala leche o la preocupación.
─¿Dónde estáis?
─En el hospital, en el de siempre.

Cuatro de la mañana. El hombre se viste a toda velocidad, coge el coche y bufa mil improperios. A mitad de camino, suena su móvil.
─Papá, no vengas, ya estamos de vuelta.
Giro de volante, vuelta a la escena del crimen.
Al cabo de diez minutos, entran en casa sus hijos y la que parece su mujer, aunque se asemeja más a la hermana de "Carrie". La blancura de su camisa de seda está teñida de rojo bermellón, sus rizos están apelmazados por la sangre, y encima ella se ríe.
─No te enfades ─musita su santa con media sonrisa─, ha sido un accidente. Me he caído y me han puesto quince grapas en la cabeza, pero estoy fenomenal. Además, mira si es majo el médico que para no cortarme el pelo en vez de puntos me ha puesto grapas.
─Tú lo que estás es fatal. ¿Por qué no me has avisado?
─Ay, no quería ser maleducada y despertarte.
─En fin, habrá que suspender la comida de Navidad.
─Ni loca, que ya he preparado las carrilleras y puesto la mesa, que está ideal. Eso sí, que no se me olvide quitar el inmenso charco de sangre del jardín, que la casa parece sacada de la matanza de Texas.

Dos del mediodía. Suena el timbre. El hombre ve aparecer a toda la familia invitada que, perpleja, descubre el percance nocturno. El tiempo se esfuma entre muchas risas, chistes, vino, multitud de comida y juegos. Una Navidad perfecta, una Navibuena de las que no se pueden olvidar. 

Doce de la noche.
Mañana hay que madrugar para ir a Cáceres ─le recuerda el hombre a la mujer herida.
Sí, amor, mañana nos vamos tú, yo y las quince grapas.
─No soporto que siempre encuentres el lado cómico de cualquier percance.
─Lo sé.

(Dedicado a él, el que me aguanta desde hace tantos años)