lunes, enero 17, 2011

Estoy verde

BODEGÓN 1

El once de enero del año pasado dejé de fumar. Mis pulmones se asfixiaban cada día un poco más y el asma martirizaba mi vida. Así que opté por abandonar uno de mis preciados vicios (¡sí, me encantaba fumar!). Sufrí y apacigüe mis ansias con calóricos helados de tarta de queso y fresa, patatas fritas y demás variantes que alimentaban mis células adiposas.
Pasado un año me imagino que mis pulmones estarán más rosados y mi cuerpo aguanta la pesada carga de unos cuantos kilos de más. Incluso regulo el tiempo como el resto de los humanos, por minutos. Antes, en cambio, los cigarros eran mi reloj: un cigarro y nos vamos, después del cigarro termino el trabajo, me voy a fumar un cigarro y hablamos... Pequeños espacios regulados por la inhalación de la nicotina. Ahora observo el reloj y hablo como el resto de los mortales: en cinco minutos nos vamos. Pese a todo ─ya que vuelan naves a Marte─, espero que algún día los de la NASA desarrollen un cigarrillo que no sea nocivo y posea todas las virtudes del tabaco: sabor, fragancia, deseo.... Ay, que me pierdo.
El reto para este año es adelgazar todo lo que he engordado en estos últimos doce meses. La fase verde  es súper triste (ojo, no tiene nada que ver con el sexo, es el color predominante en la mayoría de las comidas: una amplia variedad de pantones verdes). La otra noche, después de pelar un kilo y medio de judías verdes y partirlas por la mitad para que luego quedase más glamuroso mi plato de judías con judías, opté por crear distintos bodegones.


Bodegón 1: Roscón post-navideño repleto de manjares dietéticos: zanahoria, calabacín, espárragos, judías verdes... ¡La tentación de cualquier dietista!


Bodegón 2: Orla de judías verdes con significado propio.

Ay, que cuando suelto mi vena artística...


 
BODEGÓN 2


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