Diego está tranquilo, deseoso de ser hijo único durante dos días. Todo parece perfecto hasta que mi Alonso me dispara con sus palabras.
─Emma, por cierto, este fin de semana trabajo.
El vino casi me atraganta.
─Pero si me toca a mí...
─Ya, pero... ─Mientras me explica su situación, mis neuronas empiezan a razonar: "Álvaro está colocado, se va con sus amigos. ¿Qué hago con Diego por la mañana? Con mi familia no puedo contar, con Ana, la cuidadora, tampoco..."
─Vale, no te preocupes, ahora es tarde pero a primera hora de la mañana lo soluciono.
Alonso sonrió.
─¿Estás segura?
─Sí, totalmente.
Uno de los mayores tesoros que hay que cuidar es la amistad, sobre todo la verdadera, la que se basa en la confianza. Son pocas las amigas que aúnan esas cualidades y por ello hay que mimarlas, compartir confidencias, reír en los momentos alegres, llorar en los tristes... Un golpe de teléfono a Esther y Diego se fue a la piscina con su amigo Antonio.
Por la tarde, dos horas de pádel: en una pista, las madres y en la otra, los infantes.
Y por la noche, nos juntamos las parejas con los niños en la terraza del campo de fútbol para inaugurar la temporada de verano, saborear las tostas de jamón, la ensalada de tomate, el churrasco y los bocatas de lomo y panceta para los niños. Muchas risas, muchas cervezas y algún que otro enfrentamiento entre los pequeños.
De vuelta a casa me acordé de mi promesa. "¿La habrá olvidado?", pensé muy optimista. Mis pensamientos se equivocaron.
─Mamá, mañana tenemos que ir a la Feria del Libro para que Laura Gallego me firme el libro ─me recordó Diego.
Alonso volvió a sonreír.
A primera hora del domingo me calcé mis deportivas y volví al Retiro con Diego y su amigo Antonio. El calor derretía la tinta de los libros. Llegamos a la caseta (más bien una jaima) de su adorada escritora y por poco me desmayo: más de quinientas personas hacían cola para conseguir una firma. Entre los adictos estaban otros amigos de Diego: Alejandro, Daniel... Los padres nos miramos desencantados. "Es imposible llegar", dijimos al unísono. Al cabo de media hora, los responsables de la Feria del Libro nos dieron la razón y obligamos a los niños a abandonar su sueño, aunque por lo menos se colaron entre la gente y pudieron ver a Laura Gallego en persona y fotografiarla. (aquí, el disparo sin compasión) ─Emma, tienes mala cara ─me dijo Luis por la tarde en el periódico.
─Sí, estoy un poco cansada: trabajo, pádel, cenas, Feria del Libro... No tengo fuerzas.
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Alejandro, Diego y Antonio, lectores fieles de Laura Gallego |