Mi acebo, hace cinco años |
Por la mañana, antes de ir a trabajar, me paré ante mi planta. Sonreí al ver sus frutos rojos y pensé que la Navidad había llegado muy pronto a mi jardín. Rebusqué en el bolso mi cámara para hacerle una foto para mi blog de jardinería. No la encontré. "Esta tarde sin falta", pensé, sin saber que un miserable, despiadado y sin escrúpulos me lo iba a arrebatar, a robar sin ningún tipo de piedad. Ahora solo queda un hueco entre la tierra, un vacío y un ataque de ira.
Mis gritos alertaron a mis hombres.
─¿Qué ocurre? ─preguntaron ojipláticos al ver mi estado ojicúbico.
─¡¡¡Me han robado el acebo!!! ¡No os habéis dado cuenta!
Negaron con la cabeza. Los niños corrieron a ver la desgracia.
─¿Quién ha sido, mamá?
─Un capullo, un chorizo sin sentimiento al que auguro las peores Navidades de su vida, que maldigo por ser tan miserable y al que envío todas mis energías negativas, mis conjuros maléficos y espero que Murphy se cebe con él porque mi odio en estos momentos está alterando a todo mi mundo de brujas y seres maléficos.
─Mamá, respira que te va a dar un ataque de asma y así no vas a conseguir más puntos de buen karma ─suplicaron aterrados.
Respiré, bufé, arrastré mi dolor y contuve mis lágrimas al recordar el estilo y belleza de mi acebo.
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