miércoles, febrero 22, 2012

Por un par de pelotas...

"Me ha dicho Esther que esta noche no bebas, que mañana debes rendir al máximo en el torneo de pádel femenino", me dijo Alonso al ver que me ponía una copita de vino blanco para la cena. Le miré ojiplática, mi mano temblorosa no supo qué hacer con la copa que sujetaba, mi voz empezó a tartamudear y una sensación de alcohólica anónima se apoderó de mí.
Me dolió. Reconozco que el primer partido de pádel lo perdimos porque la noche anterior salí hasta altas horas de la madrugada y los excesos me pasaron factura. Desde entonces, he modificado la agenda social y planifico mis salidas para los viernes. Este último acudimos al teatro con Roberto y Virgina a ver "Tócala otra vez, Sam", basada en el texto de Woody Allen e interpretada por Luis Merlo y María Barranco. Después, cenita mexicana entre "Coronitas" y unos sabrones y novedosos gin-tonics en Malevos
El sábado, día de concentración... Tanta, tanta, que me dormí agotada por el estrés. La mañana del domingo abrí mi ojo de mala leche al notar que Alonso me zarandeaba y bufé entre sueños.
─¿Qué ocurre?
─Son las once de la mañana. ¿No tenías partido a las once y media?
Las sirenas de alarma me hicieron botar de la cama y vestirme en cuatro minutos y cinco segundos. Me recogí el pelo en una coleta, tomé mi pala, un bote de coca-cola light y salí disparada de casa ante la mirada atónita del resto de la familia. Llegué con la respiración entrecortada a la pista. Esther, mi súper-compi, calentaba. Nuestras rivales, Elena y Carmen, estaban concentradas en sus perversas jugadas.


El partido fue tenso (6-3, 4-6, 2-0), pero no pudimos acabarlo en una hora (¡es lo que tiene ser tan profesional, que los juegos duran y duran, como las pilas Duracell!). El lunes, con nuestra ventaja de 2-0, nos citamos en la pista  de la urbanizción de Carmen. Antes de entrar me sentí como una gladiadora que se va a enfrentar a una jauría de leones al ver la puerta enrejada. La batalla duró un instante. Elena con su saque y Carmen junto a la red nos machacaron. Esther y yo asumimos la derrota con dolor, pero, para qué negarlo, nosotras somos unas jugadoras de fondo y en cuatro puntos no podemos demostrar nuestra valía. Además, ¡solo a mí se me ocurre nadar 1.250m. por la mañana! Ay, que aspirar a profesional es muy duro y mi orgullo está muy resentido.¡Por Dios, que los Peña tenemos muy, pero que muy mal perder!


martes, febrero 14, 2012

Esto es amor y lo demás son aguadillas

Mi súper Aquabeat

Acepto que el día de los enamorados es un reclamo comercial de las tiendas para vender más, acepto que no hay que esperar a San Valentín para hacer un regalo pero... ¡A mí me encantan que me mimen! Sí, seré una frívola sin ningún toque de modernidad, pero no me importa.
Esta mañana, 14 de febrero, he gritado de emoción al descubrir el súper regalo de mi Alonso: ¡un reproductor mp3 Aquabeat, de Speedo! ¡Y rosa! 
Sin pensármelo dos veces he llevado a los niños al cole embutida en mi bañador negro (¡ojo, de Speedo, una combinación súper glamurosa!) y me he dirigido al polideportivo. En los vestuarios de la piscina me he colocado el resto de mis bártulos: chanclas, gorro, gafas de súper-mosca y mi mega-chic Aquabeat. Por último, he guardado mi pinza de la nariz en el canalillo para usarla al nadar de espalda. 
Al estilo morcillita de Burgos con lazos rosas (chanclas, gorro, toalla y aquabeat) he entrado en la piscina moviendo el culo al ritmo de una rumba de Estopa. Me he lanzado al agua y he desconectado del resto de peces que nadaban a mi alrededor. De pronto me he sentido como un auténtico "pink fish" aleteando al son de la música. Sesenta largos (1.500 m), en un suspiro musical. Al salir me he contenido: pensaba marcarme un baile súper rockero para que me hicieran la ola, pero creo que antes lo voy a ensayar un poco. 
Esto sí que es amor y lo demás son aguadillas

jueves, febrero 09, 2012

Soy una extremista

He vuelto a mi fase pez. Mucho cuidado

Lo confieso, soy una extremista: me posiciono en el negro o blanco, los dos extremos, sin tener en cuenta la variedad de tonalidades de grises que existe entre medias. Mi balanza del sentimiento siempre está inclinada hacia un lado. Si amo, amo. Si odio, odio. Si rio, mis carcajadas se oyen al otro lado del Atlántico. Si lloro, desencadeno cataratas de lágrimas. Y, ay, si me enfado, es mejor estar lejos porque mi ira arrasa con todo. No sé engañar. ¿Es bueno este carácter? No. Me faltan unas cuantas dosis de cinismo para sonreír cuando escucho tonterías, para evitar que se me note en la mirada quién me cae mal, para ocultar mi mal genio... Me hubiera ido mejor en muchos aspectos, pero como diría el escorpión a la rana: "lo siento, va con mi carácter".
Este análisis filosófico surgió en mi mente mientras mi cuerpo soportaba unas insoportables agujetas en la zona abdominal por las risas nocturnas tras la cena de amigas femianas. Una noche que se alargó hasta las cuatro de la mañana entre raclette, vino, rutas, muebles y primas...;-) Mi extremo juerguista (en ese aspecto también me llevo la palma) tuvo sus consecuencias: al día siguiente perdí en el torneo de La liga femenina de pádel. Una dura derrota que emanaba sudor cansado y algo etílico.
Todo ser extremista intenta rozar la perfección y el fracaso penetra como un disparo doloroso e insoportable en el corazón y en el alma (más cursi imposible).
Mi ira me trasladó hasta casa. Mis hombres me esperaban sonrientes.
─¿Habéis ganado?
─No, hemos perdido.
─Claro, no me extraña, si sales por la noche y no te concentras para el partido tiene sus consecuencias. Claro que...
─Alonso, calla que te la estás jugando. ¡Y encima tengo agujetas por mis ataques de risa!
El insomnio de perdedora me hizo plantear una estrategia para remontar en los siguientes partidos. Además de concentrarme el día anterior, no salir por la noche y practicar al tenis con la Wii, debía volver a mi machaque físico, a mi estado pez.
Sí, he vuelto: el lunes 1.250 m, el miércoles 1.500 m.... ¡Que se preparen mis adversarias!