lunes, junio 24, 2013

¿¿¿Fascista???

Uno de los motivos por los que odio ir al médico es tener que relatar mi cúmulo de imperfecciones y operaciones: alergias múltiples, asma bronquial, hipotiroidismo... Operada de los dos pies, polipos... Extirpación de algunos órganos... 
Sí, lo reconozco, soy una "absoluta imperfecta", pero me quiero y lo que es aún más difícil: algunos me quieren (súper bonus extra de karma para ellos). Pero hoy no me ha quedado más remedio que ir a urgencias porque mi impresentable pie izquierdo ha decidido machacarme con su dolor. Durante las últimas semanas lo he aguantado estoicamente, pero esta mañana el dolor era absolutamente insoportable y no podía esconder mi cojera.
─¿Qué le ocurre? ¿Se ha dado algún golpe?
─No, doctor, pero no puedo apoyar el pie, me duele el talón y parece que me están clavando agujas por toda la planta. Además, en este pie tengo un tornillo y temo que se haya desplazado...
El médico ha palpado con cautela mi horroroso pinrel, me ha mirado y ha gritado:
─¡¡¡¡Fascista!!!
Me ha dejado ojiplática total, sin saber qué decir.
─¿Fascista? 
─No, que tiene fascitis plantar.
─¿Y eso qué "es lo que es"?
─Una lesión del pie que requiere reposo deportivo y antiinflamatorios. Además, no debe calzar zapato plano.
─¿Me quiere decir que no puedo acudir a mi curso de pádel intensivo de julio?
─En principio, no debería...
─Pero... ─empecé a balbucear como una niña pequeña─ aunque yo no sea una fascista quiero jugar al pádel y tengo que entrenar para hacer el Camino de Santiago.
El doctor me miro con tal cara de extrañeza que antes de que llamara al psiquiatra de guardia me despedí de él y me fui con mi fascitis a por unos cuantos inflamatorios... ¡Qué mosqueo tengo!

domingo, junio 09, 2013

Weekend detalles


Viernes noche. 
Quien me conoce sabe que me pierden mis hombres. Entre ellos, mis hermanos. Siento una unión fraternal que es muy difícil de explicar. Demasiado amor, tal vez, trufado de broncas monumentales que olvidamos con una explosión nuclear de risas. Este viernes cenaron en casa Pepe y Mariona, su novia, la catalana que nos ha atrapado con su simpatía y corazón. Para complacer a tan dignos invitados me esmeré y preparé lo que a ellos más les gusta: comida japonesa que regamos con un gran vino de su bodega, un Miserere de 2005. La combinación perfecta para que la noche se alargara sin darnos cuenta hasta altas, y más que altas, horas de la madrugada.


La mañana del domingo. 
Nuestro clásico de todos los años, nuestro paseo por la Feria del Libro. Unos pasos entre las letras, el olor a papel y los escritores que nos trasladan a sus fantásticas historias. Mi padre, mis primos... Una unión cultural entre libros.


La tarde del domingo. 
¿Qué hace una atlética de corazón en el Santiago Bernabéu? Ver el partido Real Madrid Leyendas-Juventus, superar el odio a las multitudes, ganar el premio a la mejor madre y, para qué negarlo, volver a ver a mi adorado Figo. ;-)



La noche del domingo. 
Cata de agua para averiguar quién posee el mejor paladar y es capaz de detectar el agua Voss, procedente de un manantial del sur de Noruega. Los vencedores: mi suegra y Álvaro. Vamos, que me han hundido en el manantial.

jueves, junio 06, 2013

El gran día: la Comunión de Álvaro

Más vale tarde que nunca. Ahora que me siento descansada, que la tensión me ha abandonado y he recuperado mi energía, es el momento de relatar el gran acontecimiento del año: la Primera Comunión de Álvaro.
Desde que supe que sería el 18 de mayo, decidí celebrarlo en casa. "¿Para qué te metes en ese follón? Sería mejor que reservásemos en algún restaurante...", insistía mi Alonso, que desespera con mi síndrome "montar fiestas, cenas, comidas... en casa". Por supuesto, lo fusilé con la mirada.
─Lo hacemos en el jardín, como con Diego y va a quedar genial.
─Y si llueve...
─Va a hacer buen tiempo, te lo digo yo.
Alonso, que después de varios años me conoce bastante bien, asintió ante mi ataque de optimismo y me dejó disfrutar.

Detalles, más detalles y la súper tarta

Un mes y medio antes empecé a diseñar los detalles para cada invitado, los recordatorios, el muñeco de comunión, la forma de la tarta, el menú para los comensales...
El tiempo no mejoraba: llovía, llovía y llovía.
Alquilé las mesas, sillas, fundas, vajillas, cristalería..., contraté a un mago para los niños, compré las bebidas (por internet, que para eso existe la tecnología) y los ingredientes para el menú.
Además de llover, hacía frío.
Encontré un modelito en el que embutirme, llevé al tinte el traje de marinerito (el mismo que utilizaron mis hermanos Roberto y Pepe y Diego), compré cientos de flores en el vivero e inundé de color el jardín.
Frío, lluvia, frío, lluvia.
Todo aquello que dependía de mí estaba controlado, pero la Naturaleza se negaba a ser dominada. Mi optimismo empezaba a decaer.
El día antes de la gran fiesta, mientras preparaba el sushi, el salmorejo, las piruletas de queso y los solomillos, miré por la ventana y observé cómo la impertinente lluvia caía sin piedad sobre el jardín. El sonido del móvil evitó que me pusiera a llorar.
─Emma, tranquila, voy con Pedro en el coche. Te llevamos unas sombrillas enormes de Malevos para cubrir el jardín, tranquila.
Roberto, mi salvador, que siempre está cuando le necesito.
El sábado, el gran día, la tensión se mascaba en el ambiente y la lluvia activaba mi neurotismo.
─Alonso, vete al Corte Inglés y compra barbacoas para caldear la temperatura de la jaima que hemos montado en el jardín, por favor.
Volvió a casa a las dos y media, me miró con seriedad y tuvo la mejor idea del año.
─Emma, llueve, hace frío, no podemos celebrar la fiesta en el jardín. Nos quedan dos horas para desmontar el salón y organizarlo todo en el interior.

Salón rediseñado y el mago, en la jaima improvisada del jardín

Y así lo hicimos y no nos divorciamos. A las cinco, sin haber ido a la peluquería, pero divina de la muerte, me subí a mis taconazos de diez centímetros y decidí que desde ese momento iba a disfrutar del gran día de mi hijo.
Álvaro, el gran protagonista, lució su sonrisa toda la ceremonia, compartió recordatorios con sus amigos, se emocionó con su tarta sorpresa, jugó con sus primos y amigos, disfrutó con la actuación del mago en la jaima, con sus regalos y su gran fiesta.
Los menos niños gozamos con una espléndida noche (dentro de casa), de las risas, copas, comida y anécdotas (los "dogsflute" de Mariona, por ejemplo) hasta que los últimos invitados, a las cuatro de la mañana, abandonaron el festín.
Mil gracias a todos

Álvaro, el protagonista, y el resto de los Alonso-Peña