jueves, junio 06, 2013

El gran día: la Comunión de Álvaro

Más vale tarde que nunca. Ahora que me siento descansada, que la tensión me ha abandonado y he recuperado mi energía, es el momento de relatar el gran acontecimiento del año: la Primera Comunión de Álvaro.
Desde que supe que sería el 18 de mayo, decidí celebrarlo en casa. "¿Para qué te metes en ese follón? Sería mejor que reservásemos en algún restaurante...", insistía mi Alonso, que desespera con mi síndrome "montar fiestas, cenas, comidas... en casa". Por supuesto, lo fusilé con la mirada.
─Lo hacemos en el jardín, como con Diego y va a quedar genial.
─Y si llueve...
─Va a hacer buen tiempo, te lo digo yo.
Alonso, que después de varios años me conoce bastante bien, asintió ante mi ataque de optimismo y me dejó disfrutar.

Detalles, más detalles y la súper tarta

Un mes y medio antes empecé a diseñar los detalles para cada invitado, los recordatorios, el muñeco de comunión, la forma de la tarta, el menú para los comensales...
El tiempo no mejoraba: llovía, llovía y llovía.
Alquilé las mesas, sillas, fundas, vajillas, cristalería..., contraté a un mago para los niños, compré las bebidas (por internet, que para eso existe la tecnología) y los ingredientes para el menú.
Además de llover, hacía frío.
Encontré un modelito en el que embutirme, llevé al tinte el traje de marinerito (el mismo que utilizaron mis hermanos Roberto y Pepe y Diego), compré cientos de flores en el vivero e inundé de color el jardín.
Frío, lluvia, frío, lluvia.
Todo aquello que dependía de mí estaba controlado, pero la Naturaleza se negaba a ser dominada. Mi optimismo empezaba a decaer.
El día antes de la gran fiesta, mientras preparaba el sushi, el salmorejo, las piruletas de queso y los solomillos, miré por la ventana y observé cómo la impertinente lluvia caía sin piedad sobre el jardín. El sonido del móvil evitó que me pusiera a llorar.
─Emma, tranquila, voy con Pedro en el coche. Te llevamos unas sombrillas enormes de Malevos para cubrir el jardín, tranquila.
Roberto, mi salvador, que siempre está cuando le necesito.
El sábado, el gran día, la tensión se mascaba en el ambiente y la lluvia activaba mi neurotismo.
─Alonso, vete al Corte Inglés y compra barbacoas para caldear la temperatura de la jaima que hemos montado en el jardín, por favor.
Volvió a casa a las dos y media, me miró con seriedad y tuvo la mejor idea del año.
─Emma, llueve, hace frío, no podemos celebrar la fiesta en el jardín. Nos quedan dos horas para desmontar el salón y organizarlo todo en el interior.

Salón rediseñado y el mago, en la jaima improvisada del jardín

Y así lo hicimos y no nos divorciamos. A las cinco, sin haber ido a la peluquería, pero divina de la muerte, me subí a mis taconazos de diez centímetros y decidí que desde ese momento iba a disfrutar del gran día de mi hijo.
Álvaro, el gran protagonista, lució su sonrisa toda la ceremonia, compartió recordatorios con sus amigos, se emocionó con su tarta sorpresa, jugó con sus primos y amigos, disfrutó con la actuación del mago en la jaima, con sus regalos y su gran fiesta.
Los menos niños gozamos con una espléndida noche (dentro de casa), de las risas, copas, comida y anécdotas (los "dogsflute" de Mariona, por ejemplo) hasta que los últimos invitados, a las cuatro de la mañana, abandonaron el festín.
Mil gracias a todos

Álvaro, el protagonista, y el resto de los Alonso-Peña

1 comentario:

  1. Nos quedamos todos tan impresionados con tu despliegue culinario que ni pensamos en el tiempo.
    Y los niños disfrutaron un montón. Y el protagonista de la fiesta estaba encantado, que era lo importante.
    Un besote.

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