Una piscina hinchable, dos remos, un paraguas, dos abrigos, un par de zapatos, palas de playa, un sombrero, dos gorras, 40 pelotas de pádel, tres palas de pádel, dos botes vacíos de coca-cola light, un estuche repleto de lápices, un paquete de galletas Príncipe (derretidas), dos fulares, pendientes, un vaso de plástico, cinco periódicos... Adivina, adivinanza. ¿Dónde se esconden estos objetos ocultos? Una pista.
Esta mañana he decidido llevar mi coche a lavar al nuevo servicio que ofrece la empresa: un centro de lavado que acude al lugar de trabajo (seguro que Recursos Humanos lo contrato al ver cómo estaba mi querido Ford). La idea me ha parecido fantástica. ¡Por fin mi coche va a relucir! Pero antes de realizar el servicio integral (como un tratamiento estético pero a nivel automovilístico), he limpiado mi coche, una contradicción que sólo entiende la gente que me conoce: ¡mi coche es un desastre! No lo puedo evitar, lo intento, juro que cada vez que lo llevo a un lavado intento mantenerlo impecable, pero ¡soy incapaz! Hombre, que no se puede ser perfecta en esta vida...
Con el coche vacío de tesoros en su interior y con la guarrería pegada en el exterior, he acudido al centro de lavado.
─¡Huy, lo siento pero hasta el 26 de julio está todo ocupado! De todas formas, a ti estoy por cobrarte el doble... ─me dice el operario entre risas mientras observa mi impecable coche.
No le encuentro la gracia a sus palabras y menos después del tute de limpieza matutina. Decidido, esta tarde saco la manguera del jardín, limpio por fuera el coche y si hace mucho calor me empapo al estilo Carmen Maura en "La ley del deseo". Todo un espectáculo.
Esta mañana he decidido llevar mi coche a lavar al nuevo servicio que ofrece la empresa: un centro de lavado que acude al lugar de trabajo (seguro que Recursos Humanos lo contrato al ver cómo estaba mi querido Ford). La idea me ha parecido fantástica. ¡Por fin mi coche va a relucir! Pero antes de realizar el servicio integral (como un tratamiento estético pero a nivel automovilístico), he limpiado mi coche, una contradicción que sólo entiende la gente que me conoce: ¡mi coche es un desastre! No lo puedo evitar, lo intento, juro que cada vez que lo llevo a un lavado intento mantenerlo impecable, pero ¡soy incapaz! Hombre, que no se puede ser perfecta en esta vida...
Con el coche vacío de tesoros en su interior y con la guarrería pegada en el exterior, he acudido al centro de lavado.
─¡Huy, lo siento pero hasta el 26 de julio está todo ocupado! De todas formas, a ti estoy por cobrarte el doble... ─me dice el operario entre risas mientras observa mi impecable coche.
No le encuentro la gracia a sus palabras y menos después del tute de limpieza matutina. Decidido, esta tarde saco la manguera del jardín, limpio por fuera el coche y si hace mucho calor me empapo al estilo Carmen Maura en "La ley del deseo". Todo un espectáculo.
Si quieres también te dejo las llaves del mio ¿eh?
ResponderEliminarBesos.