lunes, marzo 31, 2008

Semana Santa 2008. Animales III

Kaos, nuestro héroe, me mira con cara triste, tiembla cuando me acerco a él y no entiende cómo le he podido herir. Reconcozco que el perro es bastante dramático, pero esta vez tiene razón.
Aquella tarde soleada decidimos ir a dar un paseo por el pantano. JF se fue en un coche con sus padres y yo coloqué a mis tres fieras en el mío (Diego, Álvaro y Kaos).
-Mamá, por favor, vamos a buscar a Alejandro y a Cristina -suplicaron mis retoños.
Y como yo soy una mandada, fui a buscarlos.
El orden en el coche era el siguiente: Kaos en el maletero, los cuatro niños en el asiento trasero y yo, de conductora. Como el trayecto era cortito no me importó. Según íbamos por la carretera un grito me hizo frenar en seco.
-¡¡Se ha abierto el maletero!! -gritaron Álvaro y Cristina.
Miré por el retrovisor, el coche que iba tras nosotros me daba frenéticamente las luces y Kaos, ahogado por la correa, era arrastrado tras el coche.
Luces de emergencia, frenazo y salí como una loca gritando: "¡¡chicos, ni se os ocurra bajar del coche!!"
Kaos, aterrorizado, me miraba con sus ojos achinados. El collar lo tenía medio ahogado por la tensión que ejercía la correa que estaba sujeta a la barra del maletero. Rápidamente le liberé de su asfixia. Su cuerpo temblaba y sus patas sangraban. Le metí a duras penas en el asiento del copiloto.
-Pobre, Kaos, mamá, casi lo matas -dijo Diego mientras le acariciaba.
-Ha sido un accidente -contesté asustada.
-¿Y cómo se lo vas a contar a la abuela y a Pepe?
-Ay, no sé.
Llegamos al pantano con la fiera herida. Alonso me miró perplejo.
-¿Qué le pasa a Kaos? -preguntó intrigado.
-Pues no te lo vas a creer pero se ha abierto el maletero en marcha y el pobre se ha caído a la carretera.
-No fastidies, Emma.
-Oye, que ha sido un accidente.
-Lo que tú digas, pero sólo a ti te ocurren estos accidentes tan raros. Anda, dame a Kaos que me lo llevo a casa para curarle. ¡Asesina!

Kaos, por suerte, sólo se rompió una uña, se rozó las almohadillas y se magulló un poco las patas. Me mira con horror y mis hombres me fusilan con la mirada mientran susurran: ¡asesina, asesina!

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