"Estoy en el castillo de Disney", leí en el mensaje de Alonso desde Alemania. "Pues yo estoy a punto de montar un parque infantil en casa", contesté al ver el follón que se me venía encima. Miré por el retrovisor y comprobé a toda la tropa que llevaba en el coche: Álvaro, David, Alejandro y Diego. Al llegar a casa les puse en fila, como hago siempre, y les solté las instrucciones: lo primero que vais a hacer es ducharos, poneros el pijama, cenar y, según como os portéis, os pongo luego una película. Todos asintieron y sonrieron de emoción. Se ducharon entre risas y dejaron el baño como si fuera un pantano, se vistieron dando saltos de cama en cama y me amenizaron la cena contando todas sus aventuras infantiles. Álvaro intentaba seguirles el ritmo, pero tras el cumpleaños que había tenido esa tarde sus párpados empezaban a flaquearle. ¿Podemos ver una película?, me preguntaron con cara de no haber roto un plato. Sí, pero antes vamos a hacer un poco de teatro para ver si Álvaro se duerme, susurré para que no me escuchara el peque. Al cabo de cinco minutos, Álvaro estaba en la cama de Diego rodeado por todos sus amigos. Apagué la luz, les rogué silencio e intentaron que se durmiera, pero fue imposible. Bajamos al cuarto de estar y les puse en el DVD "Men in black". Álvaro cerró los ojos a las once y media. A las doce y media le cogí en brazos y le llevé a su cama. Chicos, subid que ya es hora de dormir, dije al apagar la tele. ¡¡Jo!!, se quejaron los tres mientras obedecían mis órdenes. La locura llegó al meterse en la cama. Brincaron de una a otra. Alejandro y David reían histéricamente porque era la primera noche que dormían en casa de un amigo. Y Diego reía a carcajadas de emoción por compartir su cuarto con sus amigos. A la una y media de la mañana seguía escuchando sus cuchicheos desde mi cama. Por Dios, no se van a dormir, pensé intentando despejar mi sueño que por una vez hizo pronto su aparición. A las dos cayeron en un profundo sueño.
Les oí gritar por la mañana y sentí que mi cuerpo aún no había descansado, salté de la cama y me fui a verles. ¿Queréis desayunar?, pregunté con legañas en los ojos. ¡¡¡Sí!!!, contestaron totalmente despejados y animados. Bajé a la cocina y se me cayeron de golpe las legañas al ver la hora que era: ¡las siete de la mañana!. Yo les mato, rugí al poner las tostadas en la tostadora. Álvaro se despertó con los gritos de la tropa. "Mamá, haz que se haga otra vez de noche", suplicó Álvaro con su carita de sueño. Intenté que se durmiera, pero la excitación al ver tantos niños en casa se lo impidió. A las diez de la mañana me los llevé al parque Juan Carlos I, y treparon por el castillo pirata, se tiraron en tirolinas, hicieron carreras.... Y yo empujé la bici de Álvaro. Esto es para ti, me dijeron los tres mayores. Y observé el maravilloso ramo de flores silvestres que me habían hecho. Chicos, es el ramo más bonito que me han regalado, exclamé emocionada y a punto de comérmelos a besos. Agotaron sus fuerzas y a la una y media dejé a Alejandro en su casa. Luego, a David. Yolanda, la madre de David, me invitó a comer en la terraza de su ático porque ambas compartíamos la misma situación: teníamos al marido de viaje. Y los niños aún fueron más felices. Y se pasó la tarde y por la noche me entró el cansancio y llevé a mis Alonso a cenar al Mc Donald´s y cayeron en la cama agotados y con cara de felicidad.
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