domingo, septiembre 30, 2007
Cumple y excusas
Por fin saco unos segundos para escribir en el blog. Este año parece que mi tiempo se encoge y los minutos desaparecen. Las causas son muy variadas. Por un lado, tercero de primaria, curso que estudia Diego (bueno, Diego, Juan Fran y yo) nos tiene desesperados. Los deberes se multiplican y nuestro nivel de inglés aumenta día a día. No exagero. Por ejemplo esta última semana nos hemos tenido que aprender de memoria la siguiente parrafada:
WE ARE LIVING THINGS
We are different from plants and other animals
Because: We can think and talk
We can write and draw
We can play music and paint
We can invent many things to make our lives better.
Y ahí estamos todas las noches repitiendo y repitiendo. Repasando las unidades de millar, las centenas, el aparato digestivo... Y encima Álvaro ha empezado a ir al logopeda porque no pronuncia bien la "s invertida" (por ejemplo, en la palabra cesta), la "d" y la "l". Así que todos los martes y jueves le llevamos de dos a dos y cuarenta cinco minutos por el módico precio de... (mejor no contarlo). Al principio me asuste, pero al ver que casi la mitad de la clase tiene que ir me tranquilicé. Incluso he pensado que quieren potenciar los estudios de logopedas y envían a los niños con cuarto de pipas. ¡Pero si Álvaro sólo tiene tres años! Menos mal que cuando yo era pequeña no había logopedas.
Pero hay más. Desde hace más de un mes me han salido varias colaboraciones para hacer en casa. Antes aprovechaba mis horas de insomnio para escribir los blogs, hacer montajes fotográficos... Ahora, trabajo y encima me pagan.
La foto que ilustra este pequeño post es del cumpleaños de Diego. Tras barajar varias opciones: sitio de bolas, burguer king, bolera... Me decanté por una fiesta de toda la vida. Preparé una suculenta merienda de sandwichs de nocilla, foie gras y jamón y queso; compré bebidas, sacos, golosinas... Y me fui con los veinte niños al parque Juan Carlos I. Por suerte, varias madres se quedaron a ayudarme. Fue genial: carreras de sacos, el pañuelo, pisa globos atados al pie, fútbol... Los niños disfrutaron como enanos, nosotras incluso nos tomamos una cervecita y no me mancharon la casa.
jueves, septiembre 20, 2007
Empacho de felicidad
Hay días de optimismo y felicidad que te invaden sin pasión, y se agradece. Hoy, por ejemplo, cumplo un año más. Los regalos me han bombardeado: plancha princess, colgante de oro, zapatos de tacón negro, zapatos granates, botas de montaña, plancha de pelo... Y un regalo más del que hasta dentro de quince días no podré presumir. Aparte, la multitud de llamadas para felicitarme.
Dos llamadas me han hecho sonreír más de lo habitual.
A Roberto, mi querido hermano, le he notado una risa floja mientras me felicitaba. "Emma, tengo una historia genial para tu blog -me ha empezado a explicar-. Acabo de recoger a Manuela de la guardería, la he sentado en el coche, le he puesto el cinturón y me ha quitado las llaves para jugar un poco con ellas. Mientras me dirigía a mi asiento he oído un clic, clic. ¡No!, he pensado aterrorizado. Y mis temibles pensamientos se han cumplido: Manuela había cerrado el coche y tenía las llaves en su poder. Manuela, corazón, vuelve a dar a la llave e intenta abrir el coche, he suplicado con voz dulce. Pero Manuela no me hacía caso. Tras diez minutos de desesperación he optado por la vía rápida: romper un cristal. Cuando estaba con la piedra en la mano ha aparecido un operario de seguridad y me ha sugerido que en vez de tirar la piedra al centro de la ventana lo hiciera en una esquina, que así el daño sería menor. Le he mirado perplejo por su dominio de rotura de cristales y he acatado sus órdenes. ¡En qué hora! Al lanzar la piedra sobre la esquina del cristal ha rebotado y además de romper la ventanilla ha destrozado el retrovisor. Manuela al verme tirar la piedra y sentir como el cristal delantero se hacía añicos ha empezado a llorar lastimosamente. He abierto a toda velocidad, la he cogido en mis brazos y la he mimado. ¿Verdad que es una buena historia?"
Dos llamadas me han hecho sonreír más de lo habitual.
A Roberto, mi querido hermano, le he notado una risa floja mientras me felicitaba. "Emma, tengo una historia genial para tu blog -me ha empezado a explicar-. Acabo de recoger a Manuela de la guardería, la he sentado en el coche, le he puesto el cinturón y me ha quitado las llaves para jugar un poco con ellas. Mientras me dirigía a mi asiento he oído un clic, clic. ¡No!, he pensado aterrorizado. Y mis temibles pensamientos se han cumplido: Manuela había cerrado el coche y tenía las llaves en su poder. Manuela, corazón, vuelve a dar a la llave e intenta abrir el coche, he suplicado con voz dulce. Pero Manuela no me hacía caso. Tras diez minutos de desesperación he optado por la vía rápida: romper un cristal. Cuando estaba con la piedra en la mano ha aparecido un operario de seguridad y me ha sugerido que en vez de tirar la piedra al centro de la ventana lo hiciera en una esquina, que así el daño sería menor. Le he mirado perplejo por su dominio de rotura de cristales y he acatado sus órdenes. ¡En qué hora! Al lanzar la piedra sobre la esquina del cristal ha rebotado y además de romper la ventanilla ha destrozado el retrovisor. Manuela al verme tirar la piedra y sentir como el cristal delantero se hacía añicos ha empezado a llorar lastimosamente. He abierto a toda velocidad, la he cogido en mis brazos y la he mimado. ¿Verdad que es una buena historia?"
Entre medias he recibido el mejor e-mail del verano: "Todo en orden. Está en una habitación desde ayer a las 15.00 h." Un mensaje tan corto ha disipado la tensión vivida durante estos últimos meses.
Stella nació con 25 semanas. Montse y Escuer anhelaban tener hijos. Después de un tiempo Montse se quedó embarazada. La sorpresa llegó en la segunda ecografía: ¡eran gemelos! La ilusión se multiplicó por dos. Pero el día que fueron a realizar la eco en cuatro dimensiones la felicidad se tornó en preocupación. Por favor, acudid a urgencias, algo va mal, les dijo el ecógrafo. En el hospital les comunicaron que una de las niñas, Sarah, había fallecido. Montse fue ingresada. Tras dos días de reposo les explicaron que la situación había empeorado, que la única opción era practicar una cesárea, salvar la vida de Stella y evitar que Montse estuviera en peligro. Los amigos intentamos apoyarles anímicamente sin saber qué hacer. Stella pesó seiscientos gramos. En la incubadora de la UCI le pusieron todo lo necesario para que saliera adelante: sondas, oxígeno... Los padres durante meses acudían cada tres horas para poder ver a su niña. Los pediatras les daban esperanzas relativas. De la alegría pasaban a la desesperación. Del optimismo a la duda. Pero Stella con su pequeño peso venció en todas las batallas. Hoy está en una habitación, en una cuna individual sin cables, ni sondas. Montse y Escuer comienzan a disfrutar de las noches agotadoras de los bebés y la ilusión invade sus caras. Por fin, puedo hacer su presentación oficial.
Stella nació con 25 semanas. Montse y Escuer anhelaban tener hijos. Después de un tiempo Montse se quedó embarazada. La sorpresa llegó en la segunda ecografía: ¡eran gemelos! La ilusión se multiplicó por dos. Pero el día que fueron a realizar la eco en cuatro dimensiones la felicidad se tornó en preocupación. Por favor, acudid a urgencias, algo va mal, les dijo el ecógrafo. En el hospital les comunicaron que una de las niñas, Sarah, había fallecido. Montse fue ingresada. Tras dos días de reposo les explicaron que la situación había empeorado, que la única opción era practicar una cesárea, salvar la vida de Stella y evitar que Montse estuviera en peligro. Los amigos intentamos apoyarles anímicamente sin saber qué hacer. Stella pesó seiscientos gramos. En la incubadora de la UCI le pusieron todo lo necesario para que saliera adelante: sondas, oxígeno... Los padres durante meses acudían cada tres horas para poder ver a su niña. Los pediatras les daban esperanzas relativas. De la alegría pasaban a la desesperación. Del optimismo a la duda. Pero Stella con su pequeño peso venció en todas las batallas. Hoy está en una habitación, en una cuna individual sin cables, ni sondas. Montse y Escuer comienzan a disfrutar de las noches agotadoras de los bebés y la ilusión invade sus caras. Por fin, puedo hacer su presentación oficial.
martes, septiembre 18, 2007
La mayor horterada
Tras más de dos meses de baja y uno de vacaciones me ha tocado volver a trabajar. Me siento fatal, más que fatal me siento una hortera y una vulgar. Esto de trabajar es una auténtica ordinariez. Sí, muchos venden el rollo de que el trabajo es la liberación de la mujer, la independencia... ¡Mentira! Yo que he nacido para ser rica, pero por desgracia no lo soy, llevo muy mal lo de trabajar. Si mi cuenta superara los dos millones de euros viviría como una auténtica reina y, por supuesto, no se me caería la casa encima (¡qué absurdo para eso pago a alguien que me la tiene súper cuidada y organizada). Los lunes y miércoles acudiría a clases de salsa para mover el esqueleto. Los martes y jueves, a pintura. En mis ratos libres diseñaría los logos, invitaciones, carteles... de amigos, familiares y, como no, las empresas que de vez en cuando me lo solicitan. Mantendría actualizado mi blog, escribiría mi libro... Luego, las tardes, estaría con mis niños y su agenda de actividades y vida social. Entre semana invitaría a comer a mis amigas (periódico, colegio...). Los fines de semana cenitas con familia y amigos. Una vez al mes, como mínimo, organizaría un viaje de cuatro o cinco días con mis hombres. Ah, y cada seis meses un viaje de placer con mi Alonso -Kenia, Thailandia, Australia..., serían algunos de los destinos-. Realizaría todas las obras que mascullo en mi mente. Me construiría una gran casa de estilo rural en Saldaña, Segovia, con un mínimo de dos habitaciones para invitados con baño incluido, la buhardilla de casa, el jardín... También haría un curso de jardinería y... Y mil sueños más, porque yo no sé lo que es aburrirse. Siempre tengo mil cosas que hacer, mil proyectos por realizar, mil ideas por aprender. Pero soy una jodida hortera, vulgar y ordinaria que necesito trabajar para pagar mi hipoteca y concederme mis caprichos. Jodido euromillón, ¿por qué no sacas nunca mis números en el sorteo?
jueves, septiembre 13, 2007
Intento de enmienda
Si sé que no tiene perdón ni excusa el haber abandonado tanto tiempo el blog. Pero es que no he sacado ni un minuto para escribir. Ya está Emma con sus exageraciones, pensaréis, pero no, es real. El mundo infantil, familiar y vacacional ha inundado todos mis segundos. Hoy parece que respiro y las tensiones van abandonándome. Los peques iniciaron ayer el curso escolar: Álvaro lloró un poquito porque quería quedarse conmigo y Diego me besó rápidamente para irse a abrazar a sus amigos, a su segunda familia como dice él. Al salir del cole me bombardearon las imágenes del verano: Guadarrama con toda la tropa Tojo, Tenerife con sus playas y las magníficas suites; y Saldaña, mi descanso real porque al ser un auténtico pueblo los niños disfrutaban de verdaera libertad y, encima, para sorpresa de todos, Álvaro aprendió a montar en bici sin ruedines, ¡un fiera! Y yo, ay, qué suerte, sigo de vacaciones. Por hoy no escribiré más (tengo que abastecer la nevera, comprar material escolar, visitar a mi abuela Mary, comprar el regalo de Diego...), pero prometo enmendar mi abandono del blog.
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