jueves, septiembre 20, 2007

Empacho de felicidad

Hay días de optimismo y felicidad que te invaden sin pasión, y se agradece. Hoy, por ejemplo, cumplo un año más. Los regalos me han bombardeado: plancha princess, colgante de oro, zapatos de tacón negro, zapatos granates, botas de montaña, plancha de pelo... Y un regalo más del que hasta dentro de quince días no podré presumir. Aparte, la multitud de llamadas para felicitarme.
Dos llamadas me han hecho sonreír más de lo habitual.
A Roberto, mi querido hermano, le he notado una risa floja mientras me felicitaba. "Emma, tengo una historia genial para tu blog -me ha empezado a explicar-. Acabo de recoger a Manuela de la guardería, la he sentado en el coche, le he puesto el cinturón y me ha quitado las llaves para jugar un poco con ellas. Mientras me dirigía a mi asiento he oído un clic, clic. ¡No!, he pensado aterrorizado. Y mis temibles pensamientos se han cumplido: Manuela había cerrado el coche y tenía las llaves en su poder. Manuela, corazón, vuelve a dar a la llave e intenta abrir el coche, he suplicado con voz dulce. Pero Manuela no me hacía caso. Tras diez minutos de desesperación he optado por la vía rápida: romper un cristal. Cuando estaba con la piedra en la mano ha aparecido un operario de seguridad y me ha sugerido que en vez de tirar la piedra al centro de la ventana lo hiciera en una esquina, que así el daño sería menor. Le he mirado perplejo por su dominio de rotura de cristales y he acatado sus órdenes. ¡En qué hora! Al lanzar la piedra sobre la esquina del cristal ha rebotado y además de romper la ventanilla ha destrozado el retrovisor. Manuela al verme tirar la piedra y sentir como el cristal delantero se hacía añicos ha empezado a llorar lastimosamente. He abierto a toda velocidad, la he cogido en mis brazos y la he mimado. ¿Verdad que es una buena historia?"



Entre medias he recibido el mejor e-mail del verano: "Todo en orden. Está en una habitación desde ayer a las 15.00 h." Un mensaje tan corto ha disipado la tensión vivida durante estos últimos meses.
Stella nació con 25 semanas. Montse y Escuer anhelaban tener hijos. Después de un tiempo Montse se quedó embarazada. La sorpresa llegó en la segunda ecografía: ¡eran gemelos! La ilusión se multiplicó por dos. Pero el día que fueron a realizar la eco en cuatro dimensiones la felicidad se tornó en preocupación. Por favor, acudid a urgencias, algo va mal, les dijo el ecógrafo. En el hospital les comunicaron que una de las niñas, Sarah, había fallecido. Montse fue ingresada. Tras dos días de reposo les explicaron que la situación había empeorado, que la única opción era practicar una cesárea, salvar la vida de Stella y evitar que Montse estuviera en peligro. Los amigos intentamos apoyarles anímicamente sin saber qué hacer. Stella pesó seiscientos gramos. En la incubadora de la UCI le pusieron todo lo necesario para que saliera adelante: sondas, oxígeno... Los padres durante meses acudían cada tres horas para poder ver a su niña. Los pediatras les daban esperanzas relativas. De la alegría pasaban a la desesperación. Del optimismo a la duda. Pero Stella con su pequeño peso venció en todas las batallas. Hoy está en una habitación, en una cuna individual sin cables, ni sondas. Montse y Escuer comienzan a disfrutar de las noches agotadoras de los bebés y la ilusión invade sus caras. Por fin, puedo hacer su presentación oficial.

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