La tos de ultratumba que me estaba persiguiendo desde hace cinco días, me obligó a ir al médico. Tras una larga espera, me atendió, me oscultó y determinó que tenía un catarro alérgico. ¡Pero si estamos en otoño!, exclamé desesperada entre toses y mocos. ¡Ya sabes cómo funcionan las alergias, nunca se saben cuándo aparecen o desaparecen!, me argumentó. Y no repliqué, porque tengo motivos para querer a mi médico.
Tras chutarme las pastillas que me recetó empecé a notar una leve mejoría. Esta mañana, toda dispuesta, me he ido a la caza y captura de un traje para la boda de Antonio. ¡En qué momento! Con el primer modelo que me he probado parecía una morcilla de Burgos, pero de las gordas y deformes; en el segundo, no me cabían las tetas; con el tercero parecía la versión femenina del Michelin de las gasolineras francesas; con el cuarto, ¡oh, milagro!, me quedaba grande... Y así toda la mañana, desvistiéndome y vistiéndome. La mala leche ya había invadido todo mi cuerpo (el de las tetas grandes y michelines) y encima todas las tiendas tenían espejos a doquier. Me veía reflejada en ellos y cada vez me iba malhumorando más. Por fin, encontré el vestido que tanto anhelaba, un Carolina Herrera al módico precio de 750 euros. No puede ser, mascullé como una loca entre los pasillos, cómo me voy a gastar ese dineral si en breve me voy a quedar hecha una sílfide (¡narices, que voy a adelgazar!)... Así que le he dicho a mis michelines y mi silueta morcilla, ¡nos vamos!
He cogido el coche con ira y he notado como la lluvia empezaba a caer. ¡Ay, que tengo el pelo liso y se me va a rizar! Cual macarra bakalaera he llegado al periódico, he subido con mi mal humor, que aún no he logrado descartar, y un compañero me ha dicho.
-Huy, Emma, tienes mala cara. ¿Te pasa algo?
He pensado en contarle mi historia, en relatarle mis devaneos psicóticos, pero he optado por la mejor opción.
-Nada, es el catarro alérgico.
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