-Yo creo que Diego ha cogido frío. -expliqué a mi prima entre rollito y rollito en el restaurante asiático.
Al día siguiente la fiebre se disparó. Acudí a mi botiquín y empecé con las dosis de Apiretal, Dalsy y muchos mimos. La noche se perturbó con toses, termómetros, medicamentos y mal estar.
-Mamá, no me encuentro bien -balbuceó el lunes Álvaro.
Más fiebre. Hospital de campaña, llamadas al 112 y el temido diagnóstico: "por la virulencia, el contagio y la fiebre parece que sus hijos tienen gripe A", me explicó un sanitario que no sabía que Álvaro al ser asmático no podía tomar Dalsy (¡pedazo profesional!) y cuya única preocupación era que limpiara los pomos (ni que estuviéramos todo el día abriendo y cerrando las puertas), que recluyera a los niños en una habitación y que yo entrara con mascarilla (¡anda ya, bonito!).
Y la juerga nocturna me desveló: Álvaro devolvió, Diego sangró por la nariz, se me rompió el termómetro... Agotada.
-Lo siento no puedo ir a trabajar, tengo 39 de fiebre -me dijo Liset, la cuidadora de los niños a primera hora de la mañana. Y Alonso obtuvo el título de enfermero oficial después de cuidar a sus retoños.
¡Menudo panorama!
A Diego le di el alta el jueves, Álvaro sigue con el tratamiento de mimos en casa, mi hermano me ha prohibido ir a la fiesta del sábado (¡hipocondríaco!)... Y yo, como diría Luis, me mantengo a salvo de la gripe A por mi adicción a la coca-cola light, aunque no me librado de la gripe D, la gripe de la desesperación.
La canción de la semana:
Resistiré para seguir viviendo
Soportaré los golpes y jamás me rendiré
y aunque los sueños se me rompan en pedazos
Resistiré, resistiré...
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