martes, diciembre 08, 2009

Ocio por cuatro

Los planes para estos cuatro días de ocio en familia variaron según las condiciones climatológicas y los eventos sociales que se iban sucediendo:
-Emma, un favor, se puede quedar Alejandro a dormir en tu casa para que Vicente y yo salgamos a cenar -me comentó Ángeles por teléfono.
-Por supuesto -contesté feliz por la invasión.
Llegué a casa después de trabajar y el silencio reinaba en el ambiente.
-¿Qué ocurre? -pregunté a Liset, la cuidadora de los niños, con intriga.
-Nada, están todos abajo.
Me asomé por la puerta del cuarto de estar y vi a Alejandro, Rubén, Diego y Álvaro jugando con las cartas "Magic".
Tras la cena, risas con "Los Gremlins 2" y unos cuantos gritos para que se fueran a dormir.
El sábado se escapó sin hacer nada en especial. Por la tarde, visita familiar para entregar a Álvaro sus regalos de cumpleaños. A las nueve partieron y el estrés apareció al mirarme al espejo y observar mis pelos de bruja y mi mala cara. En una hora, cena de Navidad con los amigos del FEM. "¡¡Horreur!! -grité en pleno estado neurótico-. Chicos, necesito vuestra ayuda. Colocad la planta de abajo, poneros los pijamas mientras preparo la cena y a ver si antes de que llegue papá con la abuela está todo listo". Mis hijos, que son un cielo (han salido a madre), colocaron, se pusieron el pijama y mientras cenaban dejaron que yo me duchara.
-¡Qué cambio, Emma! -exclamó mi santo al ver mi transformación.
-Sí, parece increíble -asentí consciente de que la restauración me había quedado muy bien.



Pequeño detalle de algunos de los asistentes


En la cena, besos a los recién casados que relataron con emoción su viaje por África, a los leoneses y a todos  los residentes en Madrid. La cena, como es habitual, estuvo plagada de anécdotas, risas, confidencias y orden de agenda para concretar el viaje a Peñafiel y la próxima súper fiesta de los cuarenta años. Como despedida, regreso al pasado en un local de la juventud: "Turf".
El domingo, tras varias discusiones, Álvaro me dejó ir con Diego a ver "Luna nueva". Hora y media de placer con mi adorado Edward Cullen, mis vampiros, mis hombres lobos... 
-¿Qué tal la película? -nos preguntó Alonso.
-No hay tanta acción como en la primera... -suspiró Diego.
-Una maravilla, súper excitante,  Edward tan guapo como siempre, Jako cada vez más corpulento... 
-Calla, vampirilla, que se te ve el plumero.
La lluvia del lunes nos impidió ir a la nieve y nos decidimos por ir al Museo de ferrocarril sin saber que el lunes estaba cerrado. Viaje en balde.
-¿Qué te parece si me llevo a todos los niños al ver "Planet 51" y así vais vosotros a ver lo que queráis? -sugirió Ángeles por teléfono.
-Fantástico, eres un sol, te quiero.
Alonso y yo, por fin, vimos una película de adultos con personajes y tramas complejas. Un film fantástico que nos emocionó y encantó: "El secreto de sus ojos".
Cansados y felices, volvimos a casa.



-Ay, mamá, que este fin de semana teníamos que hacer un trabajo de Navidad: una estrella, un árbol... Lo que quiera y se me ha olvidado.
-Tranquilo, Álvaro, duérmete.
El estrés apareció de nuevo. ¿Cómo iba a permitir que mi hijo fuera sin su trabajo?, ¿cómo iba a consentir que no fuera el mejor de su clase?, ¿cómo iba a evitar mi neurotismo?
Rebusqué en la basura, encontré un bote de yogur, cogí las pinturas y hasta la una de la mañana elaboré un gracioso árbol repleto en su interior de granos de arroz para que al moverlo sonara como una maraca. Contenta y feliz con mi invento caí en los brazos de Morfeo.
-Buenos días, mamá -me despertó Álvaro con un beso.
-¿Has visto el adorno que te he hecho de Navidad?
-Sí, es muy bonito, pero...
-Pero qué.
-Pues que era una broma, que no tengo que llevar nada.
-No lo dices en serio...
-Sí, era una broma. Te quiero mucho mamá.
Le mato, pensé al palpar mis ojeras, yo le mato. 


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