Mis planes de los jueves por la noche no se suelen cumplir. Ir a Ikea, a la óptica..., planeé antes de abandonarme a los brazos de Morfeo. Pero el viernes organicé a mis hombres: desayunos, uniformes, mochilas...; les despedí con legañas en los ojos, subí a darme una ducha y noté como Morfeo me llamaba con insistencia. Paré, miré y pensé: "hoy no trabajo, así que me puedo conceder ese pequeño placer. Sólo diez minutos...". Y, ay, no sé cómo, los diez minutos se multiplicaron por cien y no pude cumplir mis planes... Eso sí, ¡estoy tan descansada! A la una, ducha rápida, a comer a casa de mi abuela y al colegio a recoger a los niños y entregar los regalos de Cristina, la cumpleañera.
De pronto veo que Álvaro sale con esa risa socarrona, esa risa que le delata...
-Emma -me dice Irene, su tutora- ¡Menudo susto me ha dado tu hijo! Pensé que se había enganchado en algún columpio o árbol... ¡Pero ha sido él!
Perpleja, miro a Álvaro sin saber qué me oculta. Lo pillé: tenía todo el pantalón desgarrado de arriba abajo.
-¡Pero Álvaro!, ¿qué has hecho?
-Es que se ha descosido un trocito, he metido el dedo y, no sé cómo, se ha decosido todo el lateral.
-Pues así no te dejo ir al cumpleaños. Si parece que vas en pelotas...
-Jo, mamá, ha sido sin querer.
-No mientas.
Finalmente rebusqué en la caja de "objetos perdidos" del colegio y hallé un pantalón de chándal de su talla.
-¿Me lo puedo llevar y lo devuelvo el lunes? Es que mi hijo tiene un cumpleaños y se le ha roto el pantalón... -supliqué en secretaría.
-Sí, claro.
Y Álvaro partió al cumpleaños listo para defilar en la Pasarela Cibeles: zapatos negros, calcetines rojos, pantalón azul de chándal, polo blanco y jersey rojo con el escudo del colegio... ¡¡Qué pintas!!
PD. Por cierto, las amigas son un tesoro: Ángeles se ha apiadado de mí y se ha llevado el pantalón para coserlo en su máquina (ay, que a mí lo de la costura se me da fatal... Y yo que creía que era perfecta)
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