España en la final y yo sin fuerzas para escribir, para contar... Tanta emoción, tantos gritos, tantas celebraciones me han dejado exhausta... ¡¡¡Viva España!!!
Álvaro sonrió al analizar la situación: "Diego en el campamento y yo solo en casa. ¡Soy como un hijo único!". Consciente de ese privilegio maquinó su plan perfecto para la dominación y sumisión de sus padres.
-Mamá, ¿nos vamos a la piscina?
-Claro -contesté feliz mientras metía mi libro en la bolsa ("El baile de la Victoria", de Skarmeta).
-Mamá, ven conmigo a jugar al frisbee. -suplicó Álvaro con esa sonrisa tan seductora.
-Vale, pero luego me dejas leer un ratito...
Mi imagen perdió todo su glamour al sumergirme: mi pelo rizado se extendió con el agua y al nadar a recoger el frisbee parecía un caniche de pelo negro pendiente de las órdenes de su amo.
-¡Ahora me toca a mí tirarte el juguetito! -supliqué con cara caniche, ojos rojos por el cloro y agotada por ir de un extremo a otro de la piscina.
-Venga, un poco más... Mamá, ¿nadamos unos cuántos largos?
-Vale.
Abandoné mi imagen caniche y me convertí en canoa para que Álvaro descansara de vez en cuando apoyándose en mi hombro.
-¡Ya no puedo más, me voy al césped! -dije con voz entrecortada.
-Yo también me salgo, así podemos jugar al "Uno" (juego de cartas)...
Por supuesto, volví a casa sin abrir las tapas del libro.
-Mamá, ¿nos vamos a dar un paseo en bici?
Alonso, que veía en el jardín un partido de Brasil, nos miró perplejo.
-¡Pero si acabáis de venir de la piscina!
Daba igual, Álvaro era el amo y nosotros sus esclavos.
Mi imagen se tornó aún más antiglamurosa: mis muslos ceñidos dentro del pantalón de ciclista, las lorzas acomodándose, el sudor marcándose bajo mis axilas, la cara congestionada y con tono salmorejo...
-Mamá, subimos hasta el Palacio de Hielo, bajamos por Conde de Orgaz y...
-Al final está la cuesta terrorífica, es como el Tourmalet...
-¿Qué es el Tourmalet?
-Déjalo... Espera que me dé un chute de ventolín...
Logré entrar en casa con un poco de dignidad, sin reptar ni gatear...
Las pocas energías que aún no me habían abandonado las expulsé en el partido España-Paraguay (para guay, España)... Ese Villa, ese Casillas, ese Xabi Alonso...
-¡Nos tenemos que ir con la vuvuzela y las banderas a la Castellana, para celebrarlo por todo lo alto! -ordenó el amo.
Y los súbditos, Alonso y yo, tomamos en coche y gritamos como locos por todas las calles de Madrid mientras Álvaro machacaba con sus pitidos de vuvuzela nuestros tímpanos. ¡Viva España!, ¡Diego, vuelve ya!
PD. Diego en el campamento no puede ver el Mundial, sólo lo escuchan a través de la radio... Una experiencia del pasado.
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