viernes, febrero 18, 2011

Gozos entre taladros y "schweppes"

Dentro del optimismo y simpatía que a veces me caracteriza, he vivido una semana de felicidad absoluta (a nivel personal, del laboral no hablo).
El viernes cené con mis amigas "femianas" para relajar los nervios y reír, inevitable, con ciertas anécdotas secretas y malvadas del género masculino. Después, unos mojitos en un bar que encontramos por la zona y que nos sorprendió gratamente ─sobre todo nos agradó el cubano que agitaba con ritmo la coctelera y mezclaba al son de la salsa los licores y frutas. ¡Todo un espectáculo!─.
El sábado mis hombres me entregaron un regalo. Les miré sorprendida. ¿Qué sería?, ¿qué escondería el envoltorio? Una lágrima saltó desde mi globo ocular al sofá. Mi ser no tenía espacio (¡y mira que soy grande!) para tanta emoción. Un grito se escapó de mi boca:
─¡Un miniatornillador eléctrico! ¡Y también es taladro!




Al estilo vaquero, enganché mi taladro a mi cadera y anduve todo el día por casa atornillando y desatornillando tornillos: el embellecedor del microondas, la lámpara halógena que acababa de fallecer, los tiradores del armario...
A veces, cuando nadie me veía, simulaba que desenfundaba mi pistola como si estuviera en un western del lejano Oeste.
¡Cuánta emoción!, ¡por fin tenía mi adorado y anhelado atornillador eléctrico! Mi sueño cumplido. Sí, sé que soy bastante atípica, que disfruto más con un aparato electrónico que con un diamante, pero no lo puedo evitar, como diría Alaska: "yo soy así, y así seguiré, nunca cambiaré".


Esta mañana he retomado con espíritu deportivo mi clase de pádel. Mis compañeras deben pensar que soy una antipática. Las entiendo, pero a esas horas de la mañana mi simpatía aún duerme y mis fuerzas se concentran en mis ojos para observar con detenimiento dónde va la pelota e intentar con mi estilo pazguato dar "raqueta con bola". Que parece sencillo, pero a mí me resulta una tarea ardua y difícil. ¡Si parezco Lina Morgan moviendo un matamoscas!
Después de la clase, mis compis que son muy educadas, me han propuesto ir a tomar un café.
─Otro día... Es que me gustaría nadar un poco antes de ir a trabajar....
Me han mirado alucinadas imaginando que sufría un ataque de vigorexia. 
Muy resuelta, me he lanzado a la piscina y he nadado 950 metros. Al salir me he sentido feliz, súper "schweppes". Sí, schweppes, porque hacer deporte no adelgaza, pero, como dice Virginia, tonifica. Y para tónica, schweppes.



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