Este año el deporte ha marcado mi vida (¡qué os voy a contar del pádel que no sepáis!). Tanto es así que mis hijos se han emocionado con mis aptitudes y me retan día a día.
─Mamá, ¿por qué no empezamos a hacer footing? ─me propuso Diego una tarde de calor.
Le miré un poco escéptica, me acordé de los maratones que corre mi amiga Cristina, me imaginé disputando la "San Silvestre" y mi orgullo me hizo calzarme las zapatillas y vestirme con indumentaria deportiva.
─Yo también voy ─gritó Álvaro─ ¡pero en bici!
Salimos de casa preparados para la acción.
─¡Vamos, mamá, empecemos a correr!
─Espera Diego, aquí está cuesta arriba, será mejor que subamos hasta el paseo peatonal y así llaneamos.
De camino hacia allí me explicó todos las técnicas de calentamiento: girar tobillos, dar saltitos, mover las muñecas (¡pero si para correr no hacen falta las manos!), flexionar las rodillas...
─Venga, ¡preparados, listos, ya! ─gritó Álvaro desde su bici.
Diego empezó a correr con gran estilo, Álvaro pedaleó y detrás iba yo. Mi imagen patética es indescriptible. Tras los primeros trotes noté como la pequeña mochila de mi espalda brincaba y la botella de agua de su interior chocaba continuamente contra mi cuello taladrando mis cervicales. Por delante era aún peor, mis pechos subían y bajaban, mis lorzas no paraban de moverse, mi cara empezaba a congestionarse, mi respiración se entrecortaba... ¡Pero si parecía una gelatina con patas! Humillada con mi falta de estilo disminuí la velocidad.
─¡Mamá! ─oí que gritaban mis hijos a más de 200 metros de distancia─ ¿Por qué te has parado?
─No me he parado, solo he cambiado de estilo, en vez de hacer footing voy a caminar deprisa.
─Ay, mamá, cómo eres...
Sí, sí, queridos, pero cómo voy a correr por Arturo Soria con este estilo tan patético y falto de glamour, pensé con la humillación a flor de piel, mi cara sonrojada por la congestión y mis carnes intentando ubicarse cada una en su lugar.
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Al estilo de "Tarzán" |
Después de mi fracaso "futinero" mi amiga Ángeles me propuso ir a Aquopolis con toda la tropa de niños. Tras mi patética experiencia e imaginándome cómo iba a rodar por los toboganes, ceñí mi cuerpo en un horrible bañador que inmovilizaba todas mis carnes, me coloqué mis gafas de súper mosca para proteger mis lentillas y escondí por unas horas mi estilo glamuroso en el maletero.
Los pequeños disfrutaron como locos deslizándose con los flotadores gigantes por las distintas atracciones: Boomerang, Turbolance, Salto del ángel, Río rápido... Risas continuas y felicidad acuática a borbotones.
Ángeles y yo también nos deslizamos por unas cuantas atracciones, tragamos agua y sacamos brillo con nuestro trasero encajado en el flotador a varios toboganes.
Risas de felicidad acuática |
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─¡Mamá, mamá, que esta tarde hay entrenamiento del Real Madrid en el Santiago Bernabéu! ¿Te apuntas? ─exclamaron Diego y Álvaro.
Miré a mi Alonso. Sonreía.
─No, chicos, no puedo.
─Pero mamá...
─Por favor, ¿cómo va a ir una atlética de corazón a ver a los merengues? Nada, nada, vais con papá y así yo descanso un poco (y me repongo de tanto deporte, pensé, pero callé).
Volvieron emocionados, habían visto a sus ídolos (Sergio Ramos, Ronaldo, Benzemá...) y su corazón vestía de blanco.
Sin comentarios |
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Además de mucha piscina, amigos durmiendo en casa, disparos con tirachinas, cenas, jardinería, bricolaje, pádel... Ha habido mucho cine: "Los pitufos", "La linterna verde", "El origen de los simios" (de esta me libré y aproveché para ir a cenar con unas amigas) y, oh, pobrecitos, deberes.
Un verano distinto en Madrid que intentamos que ellos disfruten pese a la situación familiar.
Unos marcos pintados con betún de judea para entretener el tiempo |
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