sábado, noviembre 14, 2009

El hombre de negro

Mi mente serieadicta y calenturienta
imaginó al detalle la situación:

En mitad de una noche de viernes un hombre llamó a la puerta.
Alonso, impaciente, observó por la mirilla. Tras una oscura gabardina, un gorro de fieltro negro y unas gafas de sol (¡a esas horas!) se escondía la persona que él tanto anhelaba ver. El silencio reinaba en la casa. Los niños dormían y su mujer se había ido a una cena de amigas. Abrió la puerta presionando el manillar para que no emitiera ningún sonido.
-Buenas noches. ¿Me esperaba? -dijo el desconocido misterioso.
Bajo su brazo portaba una gruesa carpeta roída y el número de expediente, el 758 exactamente, marcado en su lomo.
-Sí, por supuesto. Pase.
Ambos hombres se sentaron frente al ventanal del salón. De fondo, el silbar del viento y hojas otoñales revoloteando y chocando contra el cristal.
-He hecho lo que me ha encargado. Ha sido difícil, pero lo he conseguido.
-Antes de que comience su relato quisiera ponerme una copa. ¿Me acompaña?
-Sí, tomaré lo mismo que usted.
Alonso abrió el arcón de la bebida, inspeccionó y extrajo un whisky de malta escocés, reserva, por supuesto. Los hielos chocaron al caer dentro de los vasos y se dejaron inundar por el líquido color oro con leves tonos ámbar.
Alonso se acomodó de nuevo en el sofá, respiró profundamente y preguntó lo que tanto temía.
-Y ahora, dígame, ¿qué ha descubierto sobre mi mujer?
El detective privado rozó sus gafas de sol, encendió un cigarro, retiró las gomas que sujetaban la carpeta, extrajo el expediente 758 y lo depositó sobre la mesa.
-Tengo buenas y malas noticias.
Alonso dio un trago largo a su copa.
-Dispare, por favor.
-Llevo varios meses siguiendo a su mujer, me he convertido en su sombra y creo haber descifrado toda la verdad. En el informe encontrará material fotográfico documentado y un informe detallado sobre todas sus actividades.
-Al grano, por favor.
-Sus temores eran infundados -un suspiro de alivio se escapó de la boca de Alonso- su mujer no le ha sido infiel. Es cierto que tiene mucha vida social, pero jamás ha cometido adulterio.
-Entonces, ¿cuál es la mala noticia?
-No sé cómo explicárselo, no tengo datos certeros, pero la actitud que mantiene su mujer la mayor parte de los viernes me ha hecho dudar. Cada vez que sale a cenar va con distintos grupos de amigas. Ella los denomina según su procedencia: Sando (compañeras del Saint-Dominique), Fifty (compañeras del trabajo, el 50% siguen allí y el otro 50% salió), Mamdi (mamás de los amigos de Diego), Mamal (mamás de los amigos de Álvaro), Fem (aquí no puede abreviar)... Tardé en descubrir sus códigos y en el informe verá que hay algunos pendientes de resolución.
-¿Y?
-Tras analizar la variedad de amistades femeninas que tiene me he planteado que tal vez su mujer...
-Mi mujer, ¿qué?
-Que tal vez esté escondida.
-¿Escondida?
-Sí, en el armario.
Una enorme carcajada rompió el silencio nocturno.
-Pues habrá sido su sombra durante todo este tiempo, pero creo que no conoce a mi mujer -intentó decir Alonso entre risas-. De todas formas, le diré que me ha alegrado la noche, que sus suposiciones me han parecido muy divertidas y que hoy dormiré a pierna suelta.
El hombre misterioso y desconocido estrechó la mano de Alonso y le entregó el expediente 758.
-Si me necesita para otro encargo, ya sabe dónde localizarme- dijo al despedirse y perderse por la oscuridad de la noche.
Alonso tras hojear el informe y las pruebas documentales escondió el expediente y se fue a dormir con su sonrisa.
A las dos y media de la madrugada, abrí la puerta de casa y el pánico me invadió. Tras unos segundos inmovilizada, corrí por la escalera, entré en la habitación y salté sobre él.
-Alonso, ¿quién ha estado esta noche en casa?
-Nadie -contestó somnoliento y asustado.
-Mentiroso, la casa huele a tabaco.
-Pero si tú fumas...
-Sí, pero en el jardín, sabes que en casa está prohibido y tú no fumas.
-No ha venido nadie, en serio.
-No me mientas...
Callé un instante, empecé a bajar la cremallera de mis botas y una idea me atacó con fuerza.
-Alonso, ¿no tendrás una amante y te has atrevido a traerla a casa?
-No seas peliculera...
-Y por qué huele a tabaco.
-Pues yo no huelo a nada. ¿Qué tal tu cena?
-Muy divertida, con muchos cotis... Mañana te lo cuento mejor que ahora tengo mucho sueño y estoy un poco mosca con el olor a tabaco... A ver si voy a tener que contratar a un detective para que investigue tus movimientos...
-¡Qué tonterías dices!
-No sé, amor.

4 comentarios:

  1. Me encanta este Alonso tuyo. Sois geniales. Un beso.
    La mujer de la chica infiltrada.

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  2. Para geniales, vosotros. Dile a la chica infiltrada que esta semana voy a requerir sus servicios... Espero que no te moleste, mujer de la chica infiltrada, je, je.
    Besotes

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  3. Buenísimo relato, como tantos otros. Creo que deberías dar el salto al periodismo escrito YA.

    Parece que tu santo ha resuelto lo de los enlaces a los blogs que tanto te martirizaba.

    Besos.

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  4. Qué bueno es tener amigos que te elogian (¡lo que hace la amistad, je, je!).
    Besotes

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