El aire sopla con fuerza, el viento se cuela entre la ropa, los kleneexs retiran los moquillos helados que salen por mi nariz y el pelo revolotea sin control. Ángeles, a mi lado, se esconde bajo su cazadora. Aceleramos el ritmo del paseo para ver si así espantamos al frío. Diego, Álvaro y Alejandro pedalean emocionados por el parque y detrás, nosotras tiritando y con la merienda a cuestas.
-Parece que a Diego se le ha salido la cadena -le comento a Ángeles con voz helada al ver la bici tirada en el suelo y a los niños revoloteando a su alrededor.
Ella asiente.
Nuestro informe técnico fue erróneo: el cambio de la bici estaba totalmente torcido, no había forma de colocar la cadena ni de que la bici se moviera.
-¿Les puedo ayudar? -preguntó un amable chaval que debió alucinar al ver el panorama: dos madres heladas intentando desentrañar los misterios ocultos de una bicicleta.
-Pues te lo agradecería... -contesté con mis manos negras por la grasa de la cadena.
-Huy, qué mala pinta tiene esto. ¿Se ha caído el niño de la bici?
-¡¡No!! -contestamos todos al unísono.
-Pues es una avería importante. Si queréis puedo tirar del cambiador de marchas (o algo parecido) para que podáis llevar la bici como si fuera un patinete pero corremos el riesgo de que se rompa.
-¿Controlas de bicis? -pregunté un poco intrigada.
-Sí, desde hace dos años soy técnico de reparación de bicicletas y jamás había visto una avería como ésta en una bici prácticamente nueva.
-Bueno, pues tira de donde tengas que tirar que a este paso nos vamos a congelar...
El agradable chaval tiró y logró que la bici se moviera.
Hasta el coche, un mínimo de dos kilómetros, el frío se multiplicó y nosotras además de llevar la merienda portamos la bici...
-Ángeles, ¿por qué siempre nos tienen que suceder cosas extrañas? Nos persigue un manada de burros, nos ataca un perro salvaje, se cae el perro del maletero cuando voy con tus hijos, se nos rompe la bicicleta de forma extraña...
-No sé, Emma, pero tal vez sea mejor que no volvamos a quedar -soltó Ángeles entre risas al despedirnos.
-Alonso -exclamé al entrar por la puerta-, no te vas a creer lo que nos ha ocurrido...
-De ti me creo cualquier cosa, amor.
-Huy, ese tonito no me gusta nada...
-Venga, qué extraño suceso paranormal te ha ocurrido esta vez.
-Pues que se ha roto la bici de Diego.
-¿Se ha caído?
-No, no, ha sido mientras pedaleaba. Se ha roto el cambio de la bici y...
Y Alonso puso esa cara que intenta contener el ataque de risa y sorpresa por nuestra historia surrealista.
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