jueves, mayo 04, 2006
Fútbol rural
El pantano de Guadarrama es un lugar fantástico para mi caótica familia. Mientras los niños juegan con Juan Fran al fútbol, mi madre y yo nos tumbamos en la hierba, tomamos el sol y matamos la sed con unas cuantas coca-colas. La otra mañana, Diego regateó la pelota y ésta cayó al agua.
-!Papá, la pelota!- gritó Diego.
-!Ya voy, ya voy!- contestó Juan Fran mientras se quitaba las zapatillas y remanagaba sus pantalones.
Mi madre y yo mirábamos y reíamos. Los pescadores abandonaron sus cañas y observaron el espectáculo.
Alonso, raudo y veloz, cogió el balón y salió triunfante del agua.
-Emma, te toca a ti- dijo agotado por el esfuerzo.
El deporte nunca ha sido muy fuerte, pero de vez en cuando me creo un as del balón, así que me puse a jugar con mis hijos para aumentar mi caché de buena madre. Al cabo de unos chutes y regateos, la pelota terminó de nuevo en el agua.
-Venga, mamá, date prisa- clamaron los niños.
-Tranquilos, chicos- les dije pausadamente.
Empecé a desabrochar mis botas. El balón cada vez se alejaba un poco más.
-Date prisa, que se lo lleva la corriente- aseguró Juan Fran.
-No me pongáis nerviosa. Tengo un nudo en los cordones.
-Mamá, que se te va a escapar- gritaron Diego y Álvaro.
Por fin me había quitado las botas, pero el balón ya estaba bastante lejos y ni aun subiéndome los pantalones llegaba a por él.
Los pescadores estaban encantados con el show.
-!!!Mamáaaa!!!- vociferaron mis retoños.
-Vale, vale- contesté desabrochándome los pantalones.
-Hija, desde luego tú no vales para puta- soltó mi madre a grandes gritos.
-!!!Mamáaa!!!- le grité fulminándola con la mirada- ¿Podías ser un poco más discreta?
-Hija, es que con esa maña que tienes desnudándote no te contrataría nadie.
Los peces picaban en los anzuelos, pero los pescadores no se inmutaban. Admiraban es "streptees" campestre que estaba protagonizando.
Por fin me quedé en bragas y me metí en el agua. Lo hice tan rápido que provoqué un oleaje que alejó aún más la pelota. Derrotada, volví a la orilla.
-Emma, !qué se te escapa la pelota! Cógela antes de que se vaya al centro del pantano- suplicó Juan Fran con una indisimulada sonrisa.
-Ya te veo. Tú quieres que me zambulla entera en el pantano. Paso. Que se coma el agua el balón- contesté indignada.
-Mamá, como se entere Pepe te va a matar. Ese balón se lo trajo de Estados Unidos- dijo Diego con gran solemnidad.
-Pues que venga él y lo coja- rematé la conversación.
Por fin hubo suerte, el viento empezó a soplar y arrimó la pelota hasta la orilla contraria. Corrimos hasta allí (yo ya me había puesto los pantalones, que quede claro) y mi madre, muy decidida, se quitó los náuticos y cogió la pelota.
-Mira qué fácil, Emma- dijo con recochineo.
-Vámonos- ordené al oír los aplausos de los pescadores por nuestra genial hazaña.
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