martes, abril 25, 2006

Mi más sentido pésame


A mi prima, gran amiga de sus amigas, le extrañó que aquel día su compañera Ana no acudiera a trabajar. Pasadas unas horas la llamó.
-Hola Ana, soy María. ¿Estás enferma?
-No, María, ha ocurrido algo peor. Anoche falleció mi abuela.
-Ay, cuánto lo siento.
-Muchas gracias. Ahora me voy al tanatorio a reunirme con mi familia.
-¿En qué sala está?
-En la veintiuno.
-Bueno, pues ahora mismo voy para allá y te doy un beso.
-Gracias, María.
Mi prima remató el trabajo que aún tenía pendiente y se fue en taxi al tanatorio. Al entrar en la sala 21 comprobó que allí no estaba su amiga. Un atento señor se levantó y se acercó a ella.
-Buenos días, señorita.
-Buenos días- contestó María- Mi más sentido pésame.
-Muchas gracias.
-Soy una compañera de trabajo de Ana.
-Ay, pues Ana aún no está aquí, pero estará a punto de llegar. Pase por favor. !Mercedes!- dijo el hombre a una mujer rota de dolor- ha venido una compañera de Ana.
La mujer se levantó y se abrazó a María.
-Gracias por venir- musitó mientras le caían dos lágrimas por las mejillas.- Acompáñame, por favor, a velar a mi marido.
María le miró extrañada. "Pero si yo vengo al funeral de la abuela de Ana, vamos, de una mujer y esta pobre señora llora por su difunto esposo" pensó mi prima. "Dios mío, ¿qué hago?".
-Hija, mira que cara de felicidad tiene mi marido. !Con todo lo que ha sufrido!- sollozó Mercedes.
-Disculpe, no la quiero ofender- balbuceó María- pero es que yo venía a dar el pésame a Ana Gálvez.
-¿Ana Gálvez?- contestó la mujer con cara intrigada- Mi hija se llama Ana Torres. Torres, igual que mi marido.
-Ay, pues lo siento mucho, pero creo que me he equivocado.
La mujer en ese momento se agarró al brazo de mi prima.
-Bueno, pues si no te importa te quedas un ratito conmigo. El hombre que te ha saludado al entrar es el novio de mi hija y no le soporto. Sin embargo, tú pareces una buena chica. Espera unos minutos hasta que lleguen más familiares.
María, atónita, acompañó a Mercedes durante más de media hora. En ese tiempo descubrió todas las aventuras y desventuras del pobre Manolo, así se llamaba el difunto.
Por fin pudo abandonar la sala 21. Cogió el móvil y llamó de nuevo a Ana.
-Ana, ¿dónde estás?- preguntó.
-En la sala 41.
María se acercó hasta la nueva sala. Abrazó a Ana que estaba esperándola en la puerta.
-Ana, siento mucho lo de tu abuela.
-Gracias, María.
-Estaba pensando en matarte, pero creo que éste no es el mejor momento. Da gracias de que tu abuela esté de cuerpo presente.
Ana la miró extrañada.
-María, ¿has bebido?- preguntó Ana súper intrigada.
-No, pero en cuanto abandone el tanatorio me voy a meter un lingotazo. !Si supieras lo que me ha pasado...!

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