Hay momentos en que me siento italiana y admiro muchas de sus tradiciones. Por ejemplo, me apasiona la Mafia. No debería confesarlo pero hay días que actuo como la matriarca del padrino. Oculta, muy oculta, tengo preparada una lista enumerada con las personas que deberá ejecutar mi asesino a sueldo. El primero es fácil de adivinar y el resto varía según el instante, mi ánimo o mi cabreo. La pasta (espaguetis, tallarines, macarrones...) también es mi perdición. Y, lo que más me enloquece, es el concepto FAMILIA (así, con mayúsculas). Este fin de semana he vivido esta sensación. El jardín de casa lo he convertido en un centro de ocio veraniego: tumbona ergonómica, sombrilla de dos por dos y, lo último, una súper piscina con depuradora (inestimable tu ayuda, papá) que es la locura de lo más pequeños . Fiel a mi orden, he colgado de manera artesanal varios percheros para dejar el sinfín de toallas y albornoces necesarios para socorrer el frío morado de los retoños. El sábado me sentí en la gloria. Bajo la sombrilla leía mi abuela el periódico, yo la acompañaba enganchada a mi coca-cola light (me faltaba el cigarrito, pero delante de mi abuela no fumo) y observaba el jolgorio infantil que me rodeaba: Diego chapoteaba como una serpiente en la piscina y Manuela y Álvaro jugaban y peleaban con los cubos, palas y cacharros de cocina. Un grito me sacó de mi estado de trance feliz.
-¡¡¡Emma!!!- gritó mi abuela- ¿dónde está Manuela?
Aturdida miré alrededor.
-!!Emma!!-volvió a vociferar mi abuela- ¿Quién es esa negra que juega con Álvaro?
La risa me invadió.
-Abuela, debajo de esa negrura está Manuela. La tapa el barro, pero ella no se ha movido de su sitio.
-Pues si que se ha puesto sucia...- comentó y volvió a sumergirse en su lectura de la hija de Capmany.
Despeloté a mi sobrina, la lavé en mi megapiscina y la vestí de nuevo como una princesa.
Al cabo de un rato, llegaron mis padres, Roberto y Virginia. Y viví otro instante FAMILIA.
A Alonso, como habréis comprobado, ni lo he nombrado. No, no está de viaje como es habitual en él, sino que hemos llegado a un pacto de no agresión. Durante este mes está liberado de toda responsabilidad y tiene la posibilidad (Mike, para que luego digas que soy mala con él) de ver todos los partidos del mundial que quiera.
Mi padre, emocionado por el pacto, se coló el domingo en casa. Aún no sé a ciencia cierta si estuvo porque entre la carrera de Fernando Alonso, la final de Roland Garros y no sé que partido no les vi el pelo en todo el día. Aunque según me confesó mi señor esposo, mi padre habitó todo el día en casa. Resumiendo: mi marido y mi padre son como las brujas gallegas, "haberlas haylas"... Incluso cuando no les ves.
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