No hay rico que se precie que no tenga su casita estival. Así que hace una semana llené el coche de maletas, familia y animales y desembarcamos en la villa "Os´toxos". El primer día fue agotador, sobre todo porque tuve que hacer acopio de grandes cantidades de alimentos para nutrir a toda la tropa. Tras cuatro días de relax, se produjo al invasión de Normandía y turbaron mi tranquilidad. Al frente, la generala (mi madre) y como refuerzo la sargenta mayor (mi abuela), un cabo de primera (el neuronas de mi hermano Pepe) y la mascota de la brigada, el fiero y temible Kaos (sí, el de las criadillas que tanto ama la tortuga).
Tanta gente en la mansión requiere un orden y una displina súper estricta. La organización de los menores y el neuronas está solucionada. Los pequeñajos agotan las energías por la mañana en el campamento de verano y Pepe como premio por su gran esfuerzo en el colegio se ha apuntado por iniciativa propia (je, je) a la academia y, por la tarde, viene un profesor particular para intentar reactivar su neurona matemática. La veterana de la familia, mi abuela cuasi nonagenaria, llena su tiempo entre su misa, su ABC, su café y sus croquetas con sus amigas en la cafetería Jamaica y, antes de dormir, su dosis de "Salsa Rosa", "Corazón de verano" o cualquier programa que sacie su curiosidad sobre el mundo rosa.
Alonso sigue cosechando puntos para el cielo y aguanta estoicamente a mi neurótica familia (veis como sí que le quiero y de vez en cuando le piropeo). Mi madre mantiene su fidelidad al trabajo (¡qué sería de Pozuelo sin ella!). Y yo, que rozo la perfección, ordeno y mando ¡que me encanta! Desde la sierra os seguiré informando fielmente o histéricamente.
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