jueves, julio 13, 2006

La nevera

Lo de llevar vida de rica y trasladarse a la residencia estival es un poco agotador. Sobre todo por culpa de la Dirección General de Tráfico y el puñetero carnet por puntos. El año pasado por estas fechas amenizaba mis desplazamientos con distintos cambios de marcha, cautos adelantamientos y tardaba una media hora. En cambio este año tardo cuarenta y cinco minutos y estoy obsesionada con el cuentakilómetros, que está empeñado en superar los 120 km/h. Agotadita me tiene este estrés.
Ayer, llegué a Guadarrama tensionada por la conducción y me topé con mi madre que venía de Mercadona (otro gran vicio para ventilar la VISA).
-Mamá, espera que te ayudo.
-Hija, menos mal que has llegado.
Depositamos todas las bolsas en la cocina y nos dispusimos a colocar la compra.
-Mamá, déjame que coloque yo la nevera, que soy más organizada.
-Ya ha tenido que hablar la perfecta. ¡Qué pesadita eres! Venga, pues coloca tú.
-Dame la leche.
-Toma.
Deposité el tetra-brik en la puerta y (¡CATAPLOFPLOFPLOF!)un sonido aterrador estremeció toda la cocina.
Lívida miré el espectáculo.

-¿Qué ha pasado?- gritó mi madre.
-¿Qué ocurre?- vociferó el género masculino que estaba recostado en el salón (vagueando que es lo que mejor hacen).
-Se ha caído la puerta de la nevera- contesté pálida y asustada.
-Pero, ¿qué has hecho?- interrogó mi madre.
-Nada, he puesto la leche y se ha caído la puerta.
-¡Niños, salid de aquí, hay cristales en el suelo!- ordenó mi madre.
-Mira, la perfecta ha roto la nevera- dijo sarcásticamente el neuronas.
-Pepe, calla y trae la escoba y la fregona- grité indignada.
El estropicio era enorme: la frasca de agua estalló, la sangría se desparramó, la leche inundó la cocina... Por suerte, aún no había colocado los huevos.
Limpiamos todo, con cinta americana sujeté a duras penas la puerta y escribí un cartel prohibiendo a toda la tropa abrir la nevera.
Al cabo de un rato, el neuronas escribió otra nota: "La perfecta a roto la nevera". Lo leí y mis gritos se oyeron por todo Guadarrama. Mi madre, con taquicardias después de tantos acontecimientos, se acercó presa de intriga.
-¿Qué ocurre, Emma?
-Mamá, lee la nota.
-¡Qué gracioso!
-¿Cómo que qué gracioso?
-Hija, Diego lo ha escrito mal, pero tiene gracia.
-Mamá, el problema es que lo ha escrito Pepe.
-¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Pepeeeeeeeeeeeeeeeee!!!!!!!- aulló mi madre -Esto es imperdonable. Ahora mismo me voy a la librería y te compro un libro de dictados.

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