Pasó el tiempo y entre mis bronquitis, los niños o el trabajo jamás pude acudir a sus representaciones. Por fin el sábado hice un hueco en la agenda y partí hacia el teatro.
Sonó el móvil.
-¿Dónde estás? -me preguntó Mariluz, la mujer del artista y gran amiga.
-Tranquila, ya estoy aparcando cerca del Bernabéu.
-Ay, que te has equivocado, es en la Fundación de Síndrome de Down. Date prisa, la obra empieza en diez minutos.
Volé por las calles de Madrid, aparqué y corrí con dolor de pies (¡malditos tacones!) hasta la entrada. Antes de entrar, un chute de ventolín. Sobre el escenario vi a Don Adefesio (Javier) que disimuladamente, con leves giros de cabeza, me indicó dónde estaba Mariluz. Aforo completo en el teatro. Me senté y empecé a disfrutar de la obra. Reí con el fantástico texto de Jardiel Poncela y con la soberbia actuación de los actores (para mí, auténticos profesionales).
En el descanso me ilusioné al ver a Robert, amigo con síndrome de Down que veranea en Guadarrama, y sus grandes muestras de cariño.
De nuevo, risas y al final, aplausos, muchos aplausos, todos en pie para felicitar a los actores.
Robert subió al escenario, Javier cogió el micrófono: "Aunque esta sea la primera vez que ha podido acudir, el grupo de teatro querría agradecer a Emma Peña el cartel que nos diseñó..."
Mi piel se erizó, las lágrimas se asomaron a mis ojos, Mariluz me dio pequeños empujones para que saliera al escenario... Beoda de emoción subí a recoger mi cartel dedicado por todos los actores, intenté transmitir la sensación de felicidad que estaba viviendo y se me trabaron las palabras... Dos besos a Robert, a Javier, mil gracias al resto... El público aplaudía y tuve mis dos minutos de gloria inmerecidos, porque el éxito es de ellos y quisieron regalarme un pellizco de su estrellato.
Mil gracias al Grupo de Teatro de la Fundación Barclays. Jamás lo olvidaré.
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