jueves, marzo 11, 2010

Entre amigos



Una cena "muy bien organizada"

El martes, las croquetas y el viernes: salmorejo, quiches, pimientos rellenos, ensalada de piña, pimientos a la vinagreta, pastel de espárragos... Salvo la tortilla de patata y los canapés de paté con mermelada casera y jamón de pato, todo estaba listo. La mañana del sábado desapareció entre mucho trabajo. Según salí, y sin tiempo para comer, recogí a Álvaro y fuimos a buscar a su primo Vitín. El plan era perfecto: dejar a los niños en el cumple de Manuela y aprovechar para rematar los detalles de la cena. Pero la realidad siempre trastoca mi organización. ¡Cómo iba a dejar a mi hermano Roberto solo con veinticinco churumbeles! Visto el panorama decidí quedarme con él ("Emma, tranquila, que seguro que te da tiempo"... me susurraba mi duende bueno al oído). A las siete y media di por finalizada la fiesta infantil, cogí a mis churumbeles (Álvaro y Vitín) e intenté salir de Las Rozas. Antes de lograrlo conocí las distintas plazas y calles del pueblo, admiré las rotondas con fuentes, pregunté a los "rocianos" (¿se dirá así?) y escuché las risas histriónicas de mi duende malo que se jactaba porque no me iba a dar tiempo a arreglarme para la cena.
Mi Alonso bombardeaba mi móvil con tono perplejo.
-Emma, ¿no teníamos hoy invitados en casa?, ¿no les habías citado a las nueve y media?
-Que sí, que ya voy, no me estreses más.
Por fin a las ocho y cuarenta y cinco cruzaba el dintel de mi casa con pleno ataque de nervios y vociferando órdenes.
-Alonso, coloca estos manteles; niños, a la ducha...
En quince minutos preparé los canapés e hice la tortilla de patata ("seguro que está malísima", reía mi duende malo).
Nueve y veinte. Entro en el baño, no me da tiempo a lavarme el pelo. Truco de mujeres: me hago una coleta, me lavo el flequillo y me lo aliso. ("Jua, jua, estás horrorosa", se mofa el capullito del duende malo). Raya en el ojo, un toque de rímel, brillo en los labios...
Ding, dong.
Y el estrés desaparece en cuanto vemos a nuestros amigos: el convaleciente, la hipocondríaca... El vino empieza a fluir, las risas, las anécdotas y ninguna crítica (narices, que somos muy buenos). El sector masculino, salvo Claudio que disfruta al escuchar las lenguas viperinas femeninas, baja a ver el fútbol y gritan de emoción. 
La noche se alarga hasta las cuatro y media entre copas, entre amigos y muchas, muchas risas.
-Una velada perfecta -susurra mi duende bueno al ver la cara de pocos amigos del duende malo

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