domingo, enero 14, 2007

Domingo laboral

Hay domingos que me levanto de mal humor, sobre todo si mi madre llama a las nueve y media de la mañana. No he cogido el teléfono y he seguido dormitando, pero mi mal humor sí se ha despertado. A las diez y media la he llamado indignada.
-A ver, mamá, qué concepto no has entendido.
-Emma, no sé qué quieres decir. -ha contestado con voz de llevar despierta más de cuatro horas.
-Pues que no sé cómo decirte que no se llama a casa un domingo a las nueve y media de la mañana.
-Eran las diez.
-No, las nueve y cuarenta, pero me da igual.
-Hija, encima que te llamaba para ver si querías que me quedara esta tarde con los niños.
-Pues muchas gracias, pero me podías llamar más tarde para consultarme.
-Quería hablar contigo antes de que te fueras a trabajar.
-Mamá, ¿a qué hora entro yo a trabajar?
-Pues no tengo ni idea.
-Bueno, déjalo, pero que sepas que a mí no se me ocurre llamarte a las tres de la mañana porque yo esté despierta.
-Vale, perdona.
Después de colocar un poco, Alonso ha salido a comprar el periódico. Al minuto estaba de nuevo en casa.
-Emma, está pinchada una rueda del Toyota.
-No.
-Sí.
-Pues me dijo Nieves, la vecina, que hay un gracioso por el barrio que va pinchando ruedas. ¡Maldita sea! La semana pasada el Focus y ahora el Toyota.
-Sí, Emma, de todas formas ayer te llevaste tú el Toyota.
-¿Qué quieres decir? -pregunté con cara de mala leche.
-Nada, era una broma.
-Pues a mí no me hace gracia.
De nuevo, llamé al seguro. Al cabo de unos minutos apareció la grúa y los niños brincaron de emoción.
-¡Qué divertido! -gritaron sorprendidos por nuestra cara de pocos amigos.
Para relajarme un poco preparé una merluza en salsa verde (os recuerdo que hasta mañana no empiezo el régimen y sé que esta vez me va a costar mucho), los niños pintaron un jarrón de cerámica que hicimos la noche anterior y aprovechando la media hora de tranquilidad Alonso y yo tomamos un delicioso aperitivo (ay, cuánto los voy a echar de menos) y ojeamos los periódicos.

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