miércoles, marzo 21, 2007

El bautizo de Cayetana



Y el sábado fue el gran día de Cayetana, su bautizo. Y, por qué negarlo, también mi gran día porque era nombrada madrina de mi sobrina.
Así que los nervios rondaban por la casa desde primera hora de la mañana. Los niños ajenos al bullicio matutino, salieron al jardín y jugaron a piratas, a Fernando Alonso y a todo lo que se les pasaba por la cabeza. Alonso se fue a comprar algún detallito que faltaba. Y yo me encerré en el baño para acicalarme e intentar lucir mi belleza. Tinte de pelo, mascarilla revitalizante, toallitas Comodine para mejorar el color pálido de mi cara… Vamos, que en un pispás monté un salón de belleza. De vez en cuando, me asomaba a la ventana para comprobar como jugaban Diego y Álvaro.

De pronto el silencio rodeó la casa, me asomé asustada y vi como los niños habían sacado su mesita, sus sillas, el mantel y se habían preparado un aperitivo con patatas y doritos. Pensé en bajar corriendo y comérmelos a besos, pero aguanté la tentación y admiré como disfrutaban de su ágape.
A las dos comimos y al cabo de una hora empezamos a arreglarnos. ¡Qué elegantes iban mis niños vestidos de verde! (y menos mal… con el pastón que me he gastado). ¡Ay, y qué bien iba mi Alonso con su corbata verde que combinaba con los colores de los niños! En fin, que ellos iban divinos y yo desentonaba un poco con los kilillos de más (fuerza de voluntad, ¿dónde te has escondido?).
A las cuatro y cuarto, partimos hacia la Florida. Al ratito llegaron todos los asistentes al bautizo y mi divina ahijada con el faldón de cristianar con el que se ha bautizado toda la familia. Entraron todos en la iglesia, salvo Cayetana, sus padres y los padrinos (Javier, el abuelo, y yo). El cura presentó a la niña y nos preguntó si queríamos bautizarla. Tras asentir, recorrimos el pasillo de la iglesia hasta el altar y comenzó el bautizo. Diego, primo de Cayetana y cristiano confeso, leyó una lectura (la de los gálatas). Su voz se escuchó en toda la iglesia, pero no hubo forma de verle porque el atril superaba su estatura. Leyó con aplomo, con entonación, con entusiasmo… Una maravilla y, claro, a mí se me caía la baba. Mientras, Álvaro y Manuela revoloteaban a nuestro alrededor sin entender por qué ellos no eran los protagonistas.



Tras la celebración eclesiástica nos fuimos a la casa de los padres de Virginia, donde se iba a servir el cóctel. La entrada estaba decorada con globos y, en el hall, nos recibía una enorme cigüeña de papel maché y más globos multicolores con formas de chupete, pájaro… Y el jardín estaba plagado de grandes molinillos que se movían con la suave brisa de la tarde primaveral.
El destacamento infantil invadió y se apropió del enorme jardín y la zona de los columpios y las casitas de niños. A cada uno de ellos les dieron una caja repleta de chuches, medias noches y sándwich… Se crearon dos grupos: el de las niñas con vocación de princesas y el de los bestias donde, por supuesto, estaban Diego, Álvaro, Manuela y Rocío que basaron sus juegos en escalar al tejado de la caseta y chutar el balón.
El resto, los adultos, se fue sentando en las mesas y los camareros giraron alrededor de ellas con bandejas repletas de caviar, foie, gambas rebozadas, rollitos de salmón… Y, para facilitar la digestión, champán, gin-tonics, coca-colas… Las conversaciones se sucedían, los saludos y las risas.
Todo fue perfecto, todos íbamos guapísimos y todos disfrutamos del bautizo.



PD: Las imágenes del post son las nuestras, en breve volcaré las oficiales que hicieron los fotógrafos del evento.

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