Esta mañana vengo contenta a trabajar. Sobre todo porque solo me quedan dos días para irme de vacaciones y olvidarme de todo lo que se refiere al ámbito laboral. Según llego, enciendo el ordenador y hago un repaso a todos los e-mails de mi correo electrónico. Elimino los spams y empiezo a abrir el resto. "Huy, qué gracioso es este de la DGT", pienso y rápidamente se lo reenvío a unos cuantos amigos. Al cabo de unos minutos, recibo la contestación de mi amigo XJ (pongo estas siglas para proteger su identidad) y me quedo petrificada.
XJ: Mi mujer me ha dejado. ¿Conoces a alguna buena chica que me quiera consolar?
EPT (o sea, yo por si alguien lo duda): ¿Lo dices en serio? O me estás tomando el pelo. Como me lo has dicho de sopetón me has dejado helada.
XJ: Así como te lo digo, amiga. Me ha dejado y se está follando a un superguay desde antes que me abandonara. Desde hace un mes estoy en un apartamento e intento tirar “palante” con todas mis fuerzas. ¿Son todas las tías unas putas? O bien, la pregunta sería: ¿Por qué siendo tan putas, aún no me he comprado una escopeta?
EPT: Vaya, no sabes cómo lo siento. No sé si todas las tías son unas putas (por lo menos yo conozco a unas cuantas que no lo son y me incluyo en el lote), pero que te dejen así es una cabronada. Cuenta conmigo para lo que necesites. Aguanta la tentación del rifle, que al final te joden a ti. Yo también tengo ganas de comprar uno para liquidar a cierto impresentable de mi trabajo, pero hay que resistir...
Si te parece bien, te llamo por teléfono y hablamos.
XJ: Claro que sí, sabes que tú siempre eres bien recibida.
La semana pasada, en cambio, recibí un correo que me produjo insomnio nocturno. El título del e-mail era “Ladrillos” y supuse que eran chistes sobre albañiles. Me equivoqué.
“Emma: Tengo un palet entero de ladrillos. Si los quieres, dímelo. Pero necesito una contestación rápidamente. Se me ocurre que tal vez puedas hacer algo con ellos en Guadarrama: una caseta, un armario… Espero tu contestación. Besos”
Y estuve toda la noche dándole vueltas a los ladrillos, calibrando qué hacer con ellos, qué obra de arte podría perpetrar, pero al final opté por rechazar el original regalo. Aunque, J, mil gracias.
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