Si gana la liga el Atlético de Madrid soy feliz, si la gana el Madrid, pues también. Lo único que tengo claro es que no me gusta el Barça... Pero ahora las cosas han cambiado. Ya no soy del Atlético, ni del Madrid. ¡Soy del Santa María de la Hispanidad B! El equipo de Diego. Todos los sábados por la mañana, haga frío o calor, allí estamos todos animando al equipo. La verdad es que no sirve de mucho: ¡somos los últimos de la competición! Pero a mí me da igual porque mis gritos se oyen por todo el campo, mis elogios, mis ánimos, mis críticas al contrario... Mamá, sólo se escuchan tus gritos, me dice Diego al oído. Yo soy así, como la madre de la Pantoja o la madre de Bardem, que me deshago por mis niños.
Emma, son malísimos, dice Juan Fran que domina la técnica del balón. Y mi cara se transforma, le fusilo con la mirada y le espeto indignada: de verdad, Alonso, eres insoportable, no valoras el esfuerzo, cada vez juegan mejor, son unos fieras. Alonso me mira con risa contenida y yo, de nuevo, le fusilo con la mirada.
Este sábado han perdido 19-0, pero, como diría Roberto, "han jugado como nunca, han perdido como siempre"
lunes, febrero 25, 2008
Ruta turística por el túnel
Me desperté cansada, sin ganas de hacer nada. Voy aprovechar que hoy no trabajo para descansar, pensé el viernes cuando mis tres hombres abandonaron la casa. De pronto, me acordé de la cena que tenía por la noche en casa de Paloma (cena CESIP -Celia, Emma, Sandra, Isabel y Paloma- ¡qué graciosa soy!) y me entraron los nervios. Me coloqué mi gorro de cocinera, seleccioné las recetas de la thermomix e hice en menos de una hora el paté de higaditos, el pisto para rellenar la empanada y la masa de la empanada. Al cabo de un rato, la nevera enfriaba las dos terrinas de paté (¡qué hice una para mi Alonso!) y la mesa lucía dos empanadas bien diferenciadas: una con las iniciales CESIP y otra decorada con un corazón para mis chicos. Misión cumplida, ahora descanso. Ay, no, que tengo que ir al Corte Inglés a cambiar un regalo, que me renueven la tarjeta -qué de tanto usarla se han borrado los números- y a comprar un aspirador. Paseaba por la rebajas de Blancolor cuando sonó el móvil. Los de Pozuelo tenían un problema con el díptico que les había diseñado. Rápidamente bajé al aparcamiento y volví a casa sin comprar nada. Arreglé el problemilla y oí que Alonso entraba por la puerta. ¡Ya es la hora de comer!
La tarde se esfumó entre llevar a Álvaro a un cumpleaños, poner a estudiar a Diego y su amigo Alejandro, recoger a Álvaro, baños y cenas. Por fin, a las nueve y cuarto, me sentaba en el coche de Sandra con mi empanada y mi paté. Recogimos a Isabel y empezó la aventura.
Para llegar a casa de Paloma debíamos coger el nuevo túnel diseñado por Gallardón. Entramos sin problemas. De pronto, tuvimos que elegir si tomábamos dirección a Toledo o a Valencia. ¡A Toledo!, dijo Sandra. No, sigue recto que la salida de Fernández Ladreda es la siguiente, afirmé convencida. Me equivoqué y sin saber cómo aparecimos en Vallecas. ¡Ahí está la farmacia de Carlos!, gritó Isabel. Cojonudo, Isa, pero lo que queremos es salir de Vallecas y volver a la M-30, ¿qué hacemos?, solté entre risas histéricas. No sé, contestó, bueno sí, Sandra toma el siguiente desvío y pisa un poco el acelerador que aquí no hace falta que vayamos a 70, explicó Isa disgustada porque no pasábamos por delante de la farmacia de su marido. Pero, ¿sabéis dónde vamos?, preguntó Sandra. Sí, coge el desvío M-30 Norte, ordenó Isabel. Pero tenemos que ir en dirección contraria, dije aún más contrariada. Qué no, Emma, que por aquí se va hacia el periódico, contestaron las dos a la vez. ¡Pero la casa de Paloma está en la otra dirección!, grité al darme cuenta de que estábamos al lado del tanatorio. ¿Qué hago?, preguntó Sandra. Vete a la derecha y bordea el tanatorio, tenemos que coger la puta M-30 en dirección contraria, ordené entre carcajadas. Sonó el teléfono. Era Paloma. ¿Dónde estáis? En el tanatorio. ¿En qué tanatorio? En el de la M-30. ¿Pero qué hacéis ahí? Nos hemos perdido. Tenéis que coger el desvío Fernández Ladreda. Eso intentamos, Paloma.
Tras varios gritos y con ataque de risa histriónico volvimos al túnel. El desvío que nos indicaba Paloma no aparecía por ningún lado y salimos al Vicente Calderón. ¡Mierda, otra vez vamos mal!, logré decir entre carcajadas. Cambio de sentido y de nuevo al túnel. Paloma volvió a llamar. Guía turística del túnel, dígame, dije al contestar. Déjate de tonterías, Emma, ¿dónde estáis? En el Vicente Calderón. ¡Pero que hacéis ahí! No sé, Paloma, no sé. Emma, no te entiendo, deja de reírte. No puedo.
Tras hora y media en el coche y circular en sentido contrario por una calle, llegamos. Un vino, por Dios, pedí nada más entrar. Celia apareció media hora más tarde tan contenta. ¡Qué bien me ha traído el tom-tom! Y lancé una mirada de súplica a Sandra para que actualizara su tom-tom.
Por fin nos sentamos a degustar nuestras delicias gastronómicas: jamón, paté, empanada, alcachofas con piñones, ensalada de arroz, solomillos de cerdo con salsa y, de postre, tarta de manzana (¡mi preferida!) y, como no, vino y champán (del bueno, que Paloma lo reservó en Navidades para nosotras). Las risas y conversaciones fueron de lo más variadas: sexo, periódico, críticas, cotilleos, niños... Un no parar. A la una y media, apareció Raúl, el marido de Paloma, que venía de cubrir la campaña electoral. Aguantó quince minutos y huyó despavorido a dormir.
A las tres y media dimos por concluida la cena. Volví con Celia. Al llegar al desvío hacia el aeropuerto el tom-tom nos indicó que cogiéramos otra salida, obedecimos y, oh, mierda, ¡nos volvimos a perder! El tom-tom dejó de funcionar, aparecimos en el Vicente Calderón, en una carretera desconocida, de nuevo en el túnel, un coche iba marcha atrás por la M-30... ¡Una pesadilla plagada de carcajadas! Por fin, a las cuatro y media, llegué a casa. ¡Y eso que hoy pensaba descansar!
La tarde se esfumó entre llevar a Álvaro a un cumpleaños, poner a estudiar a Diego y su amigo Alejandro, recoger a Álvaro, baños y cenas. Por fin, a las nueve y cuarto, me sentaba en el coche de Sandra con mi empanada y mi paté. Recogimos a Isabel y empezó la aventura.
Para llegar a casa de Paloma debíamos coger el nuevo túnel diseñado por Gallardón. Entramos sin problemas. De pronto, tuvimos que elegir si tomábamos dirección a Toledo o a Valencia. ¡A Toledo!, dijo Sandra. No, sigue recto que la salida de Fernández Ladreda es la siguiente, afirmé convencida. Me equivoqué y sin saber cómo aparecimos en Vallecas. ¡Ahí está la farmacia de Carlos!, gritó Isabel. Cojonudo, Isa, pero lo que queremos es salir de Vallecas y volver a la M-30, ¿qué hacemos?, solté entre risas histéricas. No sé, contestó, bueno sí, Sandra toma el siguiente desvío y pisa un poco el acelerador que aquí no hace falta que vayamos a 70, explicó Isa disgustada porque no pasábamos por delante de la farmacia de su marido. Pero, ¿sabéis dónde vamos?, preguntó Sandra. Sí, coge el desvío M-30 Norte, ordenó Isabel. Pero tenemos que ir en dirección contraria, dije aún más contrariada. Qué no, Emma, que por aquí se va hacia el periódico, contestaron las dos a la vez. ¡Pero la casa de Paloma está en la otra dirección!, grité al darme cuenta de que estábamos al lado del tanatorio. ¿Qué hago?, preguntó Sandra. Vete a la derecha y bordea el tanatorio, tenemos que coger la puta M-30 en dirección contraria, ordené entre carcajadas. Sonó el teléfono. Era Paloma. ¿Dónde estáis? En el tanatorio. ¿En qué tanatorio? En el de la M-30. ¿Pero qué hacéis ahí? Nos hemos perdido. Tenéis que coger el desvío Fernández Ladreda. Eso intentamos, Paloma.
Tras varios gritos y con ataque de risa histriónico volvimos al túnel. El desvío que nos indicaba Paloma no aparecía por ningún lado y salimos al Vicente Calderón. ¡Mierda, otra vez vamos mal!, logré decir entre carcajadas. Cambio de sentido y de nuevo al túnel. Paloma volvió a llamar. Guía turística del túnel, dígame, dije al contestar. Déjate de tonterías, Emma, ¿dónde estáis? En el Vicente Calderón. ¡Pero que hacéis ahí! No sé, Paloma, no sé. Emma, no te entiendo, deja de reírte. No puedo.
Tras hora y media en el coche y circular en sentido contrario por una calle, llegamos. Un vino, por Dios, pedí nada más entrar. Celia apareció media hora más tarde tan contenta. ¡Qué bien me ha traído el tom-tom! Y lancé una mirada de súplica a Sandra para que actualizara su tom-tom.
Por fin nos sentamos a degustar nuestras delicias gastronómicas: jamón, paté, empanada, alcachofas con piñones, ensalada de arroz, solomillos de cerdo con salsa y, de postre, tarta de manzana (¡mi preferida!) y, como no, vino y champán (del bueno, que Paloma lo reservó en Navidades para nosotras). Las risas y conversaciones fueron de lo más variadas: sexo, periódico, críticas, cotilleos, niños... Un no parar. A la una y media, apareció Raúl, el marido de Paloma, que venía de cubrir la campaña electoral. Aguantó quince minutos y huyó despavorido a dormir.
A las tres y media dimos por concluida la cena. Volví con Celia. Al llegar al desvío hacia el aeropuerto el tom-tom nos indicó que cogiéramos otra salida, obedecimos y, oh, mierda, ¡nos volvimos a perder! El tom-tom dejó de funcionar, aparecimos en el Vicente Calderón, en una carretera desconocida, de nuevo en el túnel, un coche iba marcha atrás por la M-30... ¡Una pesadilla plagada de carcajadas! Por fin, a las cuatro y media, llegué a casa. ¡Y eso que hoy pensaba descansar!
lunes, febrero 18, 2008
Amor agotador
La noche del sábado Álvaro insistió en que tenía que dormir con Diego y Enrique. Mamá, que también es mi amigo, alegó en su defensa. Al final ganó su terquedad. Junté las camas y Enrique se puso en medio para estar al lado de Diego y, cómo no, pegadito a Álvaro. Chicos, haced que os dormís y una vez que Álvaro esté en los brazos de Morfeo me lo llevo a su habitación y así vosotros podéis hablar de vuestros secretos, susurré a sus oídos. Ellos, que son muy buenos, asintieron. Sin embargo, a los veinte minutos todos dormían plácidamente.
Pasaron las horas y comenzó el espectáculo nocturno. Álvaro me llamó a gritos (¡mamá, mamita!) unas cinco veces. Entre sueños, como siempre, me levanté, le calmé, le tapé y me volví a dormir (cinco veces, repito).
A la mañana siguiente, entre porras y churros, Enrique me miró sorprendido. Emma, me explicó, esta noche he dormido muy bien pero me he despertado varias veces por los gritos de Álvaro. Vaya, lo siento, dije entre mordisco y mordisco de mi napolitana, como Diego nunca se despierta pensé que tú no lo habías oído. Sí, Emma, lo escuché y me sorprendió porque sólo te gritaba para decirte que te quería, que te quería desde la Tierra al infinito, que te quería hasta Júpiter y Saturno... Sí, Enrique, él es así, suspiré con ojeras en mis ojos, cuando seas mayor entenderás que hay amores que matan y hay amores que agotan, que agotan mucho. Alonso, que leía con interés los suplementos de domingo, levantó la vista, me miró de reojo y exclamó: ¿y tú encima quieres un tercero? Eres una masoca. No, querido, soy una incomprendida, bufé mientras me zampaba unas cuantas calorías de napolitana y mi mente mascullaba una estrategia para convencerle del tercero. Difícil y compleja misión.
Mis niños en el periódico gratuito Metro. ¡Ya son famosos!....Aunque casi no se les vea (foto superior, la de la guerra de las galaxias
Imagen ampliada. Ay, qué monos
Pasaron las horas y comenzó el espectáculo nocturno. Álvaro me llamó a gritos (¡mamá, mamita!) unas cinco veces. Entre sueños, como siempre, me levanté, le calmé, le tapé y me volví a dormir (cinco veces, repito).
A la mañana siguiente, entre porras y churros, Enrique me miró sorprendido. Emma, me explicó, esta noche he dormido muy bien pero me he despertado varias veces por los gritos de Álvaro. Vaya, lo siento, dije entre mordisco y mordisco de mi napolitana, como Diego nunca se despierta pensé que tú no lo habías oído. Sí, Emma, lo escuché y me sorprendió porque sólo te gritaba para decirte que te quería, que te quería desde la Tierra al infinito, que te quería hasta Júpiter y Saturno... Sí, Enrique, él es así, suspiré con ojeras en mis ojos, cuando seas mayor entenderás que hay amores que matan y hay amores que agotan, que agotan mucho. Alonso, que leía con interés los suplementos de domingo, levantó la vista, me miró de reojo y exclamó: ¿y tú encima quieres un tercero? Eres una masoca. No, querido, soy una incomprendida, bufé mientras me zampaba unas cuantas calorías de napolitana y mi mente mascullaba una estrategia para convencerle del tercero. Difícil y compleja misión.
Mis niños en el periódico gratuito Metro. ¡Ya son famosos!....Aunque casi no se les vea (foto superior, la de la guerra de las galaxias
Imagen ampliada. Ay, qué monos
sábado, febrero 16, 2008
Un día en la Galaxia
Cliquear la imagen para ver con detalle
Fin de semana infantil y agotador. El viernes invadieron el olimpo los amigos de Diego: David Acasuso, Alejandro, Rubén y Palbo Lisalde. Y Álvaro aprovechó para irse al parque con Diego Cárdenas, Irene y Cristina. El sábado, partido de fútbol matutino, perdimos 15-0, y por la tarde se vino a casa Enrique Arconada. Aprovechamos las cientos de actividades que organizan en Pozuelo y vimos la exposición de la Guerra de las Galaxias y el desfile de las tropas imperiales. Enrique se quedó a dormir, pero por suerte el cansancio hizo que sus ojos se cerraran a una hora digna. Domingo, parque, visita y comida con mi madre, y teatro infantil: "Marco Polo". Así que estoy agotada y mi Alonso harto de niños y planes infantiles.
viernes, febrero 08, 2008
Bravia
Tras los percances médicos, llegan los dramas tecnológicos. El domingo la calma volaba por casa: los niños veían sus dibujos tranquilamente y yo preparaba en la cocina su cena. Un grito dual sonó en la planta baja y escuché como Diego y Álvaro subían a toda velocidad por la escalera. Mamá, la tele se ha apagado sola, de verdad que no hemos hecho nada, de pronto se ha quedado con la pantalla en negro. Bajé, oí los latidos agónicos del tubo catódico y certifiqué la defunción del televisor (13 años de vida, que no está nada mal). La cara de preocupación de Diego era demoledora. ¿Qué te ocurre, Diego?, pregunté como quien no quiere la cosa. Mamá, esto es un drama, el 25 de febrero empiezan a emitir los nuevos capítulos de Pokemon Diamante y si no tenemos tele..., sollozó. Vaya, Diego, pues eso sí que es un drama, sobre todo porque creo que no vamos a comprar otra tele, ya sabes que a mí no me gusta nada, expliqué con cara seria. No, mamá, gritaron ambos, por favor, por favor. No, por ahora no hay tele y ahora subid a cenar, impuse con tono cariñoso.
Durante la cena los razonamientos de Diego fueron demoledores: claro, mamá, tú no quieres una tele porque cuando eras pequeña sólo tenías dos canales y encima la veías en blanco y negro, pero ahora hay muchos canales. Además, en el colegio me voy a convertir en un bicho raro por no tener televisión, no es justo. Ay, ¡qué drama, qué drama!, lloraron ambos ante el plato de sopa. Reconozco que me fue muy complicado aguantar la risa, pero lo logré.
A la mañana siguiente dejamos a los niños en el cole y nos fuimos a la busca y captura de la nueva tele. Alonso y yo no pudimos aguantar la tentación y nos concedimos el caprichazo: una Sony Bravia de 42 pulgadas, vamos, como una pantalla de cine. Volvimos a casa, la escondimos y esa noche aguantamos hasta que los peques estuvieran dormidos para instalarla. Durante dos días los niños no bajaron al cuarto de estar (para qué, mamá, si no hay tele, explicó Diego). Por fin, el miércoles, después de que Diego terminara los deberes bajamos con ellos. Álvaro dejó escapar un grito de emoción y a Diego le brillaron los ojos al descubrir la mega pantalla. ¡Sois los mejores padres del mundo!, exclamaron felices.
Y en breve le toca a la nevera que también ha cumplido 13 años y hace un ruidito que no me gusta nada, nada, nada.
Durante la cena los razonamientos de Diego fueron demoledores: claro, mamá, tú no quieres una tele porque cuando eras pequeña sólo tenías dos canales y encima la veías en blanco y negro, pero ahora hay muchos canales. Además, en el colegio me voy a convertir en un bicho raro por no tener televisión, no es justo. Ay, ¡qué drama, qué drama!, lloraron ambos ante el plato de sopa. Reconozco que me fue muy complicado aguantar la risa, pero lo logré.
A la mañana siguiente dejamos a los niños en el cole y nos fuimos a la busca y captura de la nueva tele. Alonso y yo no pudimos aguantar la tentación y nos concedimos el caprichazo: una Sony Bravia de 42 pulgadas, vamos, como una pantalla de cine. Volvimos a casa, la escondimos y esa noche aguantamos hasta que los peques estuvieran dormidos para instalarla. Durante dos días los niños no bajaron al cuarto de estar (para qué, mamá, si no hay tele, explicó Diego). Por fin, el miércoles, después de que Diego terminara los deberes bajamos con ellos. Álvaro dejó escapar un grito de emoción y a Diego le brillaron los ojos al descubrir la mega pantalla. ¡Sois los mejores padres del mundo!, exclamaron felices.
Y en breve le toca a la nevera que también ha cumplido 13 años y hace un ruidito que no me gusta nada, nada, nada.
martes, febrero 05, 2008
La descendencia FEM
La visita de Chema y Leticia a la capital es la excusa perfecta para que quedemos todo el grupo de amigos del FEM. Esta vez la ocasión marcó sin disimulo el paso del tiempo: los pequeños invadieron la mesa para degustar las patatas y croquetas y los cuarentones (ay, chicos, que estamos a un paso) aposentamos nuestros años sobre los taburetes, bien cerquita de la barra, para hidratar nuestras arrugas con unas cuantas cervezas. Parece mentira, pero el tiempo pasa.
lunes, febrero 04, 2008
Enero médico
Llevo tiempo pensando en hacer algún que otro curso de diseño de páginas web o de freehand aunque, tras el tormentoso inicio de año, creo que será mejor matricularme en la carrera de medicina. Mis compañeros me considerarían una experta en cuanto a mi dominio de los distintos términos: diplopia, resonancia magnética... O sobre los tratamientos que se deben aplicar en casos de dermatitis, visión doble, gripe aguda, bronquitis, alergia alimentaria... Sí, el mes de enero ha sido médicamente agotador. El dos de enero Diego comenzó a tener visión doble, rápidamente acudimos a urgencias, pero no pudieron descifrar el motivo de su diplopía, aunque supusieron que sería un áurea de migraña que evita que se desate el dolor de cabeza. A partir de ese momento las visitas al Ramón y Cajal se multiplicaron: neurólogo, traumatólogo, oftalmólogo... Lo que implicó cientos de pruebas y más visitas al hospital. El cansancio y el estrés que se acumuló en mi cuerpo produjeron un bajón de defensas y la gripe aprovechó para invadir mi cuerpo. Un día con 39 de fiebre, dos, tres, cuatro... No me quedó otro remedio que ir ver a mi médico. Diagnóstico: gripe y baja laboral. La mejoría no llegaba sino todo lo contrario, así que después de una semana me enchufaron a los inhaladores. El lunes, pasada una semana, me recetaron antibióticos y el miércoles ampliaron mi cóctel con corticoides ya que la bronquitis asociada a la gripe me estaba destrozando los pulmones. En total, quince días de baja, de fiebre, cansancio y desesperación (¡ni siquiera tenía fuerzas para escribir en el blog!). Hoy me encuentro mejor, más animada y convencida de que me darán el alta... Aunque todo depende de si tengo pitidos al respirar o no.
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