El complot familiar lo comenzó mi prima María. Emma, qué te parece si este domingo nos vamos a la nieve con los niños -comentó emocionada-, a Víctor le apetece mucho... Respiré profundamente, ahuyenté mis miedos gélidos y confirmé nuestra asistencia. Al rato, Roberto y Virginia se apuntaron al plan y Alonso se mostró feliz y contento. Mi mente pensó que toda la familia se había unido en mi contra, que todos querían aniquilarme, matarme por congelación y mi cara mostró un gesto de malhumor y preocupación al prever el segundo intento de asesinato.
Mientras cosía los cascabeles de disfraz de duende de Álvaro (veinte cascabeles, agotador... que yo no sé coser), recordé como el frío me invadió la última vez que fuimos a la nieve y de los temblores psicosomáticos que atacaron a mis articulaciones me tuve que tapar con una manta. Ya sé, me dije, diré que estoy enferma o me provoco un ataque de asma, lo que sea antes de morir congelada...
Al día siguiente Alonso apareció con una sonrisa de oreja a oreja.
Estará pensando en el testamento, razoné.
-Emma, tengo unos regalos para ti...- dijo con tonillo socarrón.
Pues si piensas que te voy a dejar todos mis bienes...
-...Espero que te gusten...
¡Qué intriga!
Me entregó tres paquetes, arranqué el envoltorio y, aunque me hicieron mucha ilusión, mi cara aún mostraba signos de preocupación: un anorak, unos guantes y un gorro noruego para la nieve.
¿Será que me quiere mucho o que intenta despistar al CSI español en caso de que fallezca por hipotermia? Le miré fijamente y descubrí que me quería (opción más tranquilizadora que la de "marido asesino").
El domingo por la mañana nos vestimos de nuevo como las cebollas, con cientos de capas de ropa, y yo lucí mi súper abrigo, guantes y gorrito. En la Morcuera estaba el resto del complot asesino y mis sobrinos (quedan descartados del complot porque me quieren mucho, o eso creo). Y el tiro les salió por la culata: un fantástico sol coronaba la cumbre y la montaña estaba totalmente cubierta de nieve que relucía por el calor. La temperatura era tan buena que optamos por quitarnos los abrigos y, en plan "dominguers" del frío, nos sentamos sobre los trineos y tomamos el sol mientras los peques hacían un muñeco de nieve. Hubo más intentos de asesinato: Roberto saltó sobre mí al ver que Alonso le tiraba una enorme bola de nieve y casi me ahogo... pero había demasiados testigos.
Tras deslizarnos en trineo, lanzarnos bolas de nieve, pasear y cotillear, nos fuimos a comer a "Los Calizos" para reponer fuerzas y degustar ricos manjares (¡qué buen saque tiene la familia!). Los peques se portaron de maravilla: jugaron, comieron, rieron y todos disfrutamos de "otro clásico de las Navidades"
P.D.: Segundo intento de asesinato fallido y encima he conseguido un abrigo, unos guantes, un gorro... ¡Qué lista soy! De todas formas no debo bajar la guardia, seguiré vigilando sus movimientos, nunca hay que fiarse...
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