domingo, diciembre 07, 2008

Intento de asesinato

Domingo, hace frío, me escondo bajo el edredón y sueño con no salir en todo el día de mi refugio. De pronto, dos bombas caen sobre mi espalda, me destapan y me gritan emocionados: "Mamá, nos vamos a la nieve. Venga, despierta, date prisa". Alonso sonríe desde el otro lado de la cama. Tuerzo el morro, miro por la ventana y veo como la niebla ha invadido todo el jardín. ¡Pero si hace un día malísimo!, musito con legañas en los ojos. Venga, mamá, levántate, suplican mis hijos.
Con sueño y cansancio me desperezo. Escondo a los niños bajo cientos de capas de ropa: camisetas, polos, jerseys, calcetines, botas... Y luego empiezo yo: leotardos, leggins, vaqueros, camiseta, polar...
Al estilo familia "summo" salimos al coche, comprobamos que los trineos descansan en el maletero junto con las botas de nieve y los pantalones de plástico y partimos hacia la Morcuera. El sector masculino muestra su mejor sonrisa y yo, como la Gioconda, les regalo mi falsa sonrisa (la que se gira hacia la izquierda) e intento contagiarme de su emoción.
La niebla nos acompaña todo el camino. Subimos al puerto y comprobamos que hay nieve. Los niños arrastran sus trineos y se lanzan por la pendiente una y otra vez. Alonso les ayuda, los empuja y es feliz. Y yo, la verdad, estoy congelada: no siento los pies, la nariz está colorada, las gafas empañadas por la fina lluvia, las manos tiritando, los lóbulos de las orejas a punto de desprenderse.... ¡Me hielo!
Mamá, vamos a hacer un muñeco de nieve, gritan pletóricos de emoción. Les observo perpleja, con el cuerpo helado y sin entender la gracia de la nieve. De repente, se me ilumina la mente y tras mucho pensarlo doy con la solución: ¡me quieren matar! Como el virus de la gripe no ha podido conmigo han decidido congelarme, razono mientras un moquillo se hiela bajo mi nariz, ¡pues no lo voy a consentir!
-Chicos, me voy al coche -grito.
-Vale, luego vamos -contestan mis tres chicos mientras colocan la bufanda al muñeco de nieve.
Arrastro los trineos hasta el maletero, me enciendo un cigarrito y observo, a lo lejos, su felicidad.
Sí, creo que he exagerado, que no me quieren aniquilar, pero es que a mí esto de la nieve no me va mucho, prefiero el caribe, el mojito, la salsa y el calor del sol...
Pero ellos fueron felices. ¡Incluso quieren volver mañana! Conmigo que no cuenten....

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