¡Ding, dong!
Abro un ojo. Alonso está a mi lado, Álvaro al otro y Diego en su habitación.
¡Ding, dong!
Alonso abre sus ojos. Me mira.
-¿Han llamado a la puerta? -pregunta somnoliento.
-Creo que sí, pero yo paso de bajar, será el cartero -musito con voz onírica.
Escucho como se levanta, baja las escaleras y abre la puerta.
-¡¡Buenos días, familia!!
Reconozco ese tono. Los niños más, saltan de la cama y corren a verle.
-¡¡Pepe, Pepe!! -gritan con entusiasmo.
Abro el otro ojo. ¡Las ocho de la mañana!, ¿qué hace tan pronto en casa? Me obligo a levantarme y bajo con mis pelos de loca y mis legañas pegadas a las pestañas.
-¡Hola Pepe! (muack, muack). ¿Qué tripa se te ha roto? -pregunto con intriga.
-Nada, es que Pati salía esta mañana hacia Italia, he ido a despedirla y, de paso, desayuno con vosotros...
-¡Qué bonito es el amor!, ¿y no me has traído cruasanes?
-No me ha dado tiempo.
Gracias a la visita fraternal, los niños llegaron por una vez pronto al colegio.
Tras unos cigarros y varias conversaciones, Pepe se fue. Aproveché para alisarme el pelo y arreglarme, trabajé lo justo y necesario y acudí a recoger a mis peques.
-Mamá, un nueve en inglés y un siete y medio en "cono" -me disparó Diego con emoción y yo me emocioné más al ver que el esfuerzo del fin de semana había dado sus frutos (¡por Dios, que yo no sé inglés!... Aunque a este ritmo me haré bilingüe)
-Nos merecemos cenar en el burguer... -opinó Álvaro.
-Sí, esto merece un premio.
Después de la cena, duchas y a pintarme la raya del ojo.
Mis suegros ejercieron de baby siter y nos fuimos a cenar con Esther, Cipri y Barroso. La crisis periodística sobrevoló durante los aperitivos y, como es habitual, plagamos el resto del ágape con cotilleos y risas.
-Me voy a Segovia con mis padres -dijo Alonso a primera hora del sábado.
El edredón me retenía con fuerza en la cama hasta que Diego apareció vestido con su equipación de fútbol y rápidamente me arreglé.
En el coche infundé nuevos ánimos morales: "Diego, tienes que ser positivo, pensar que vais a ganar, comeros al rival, luchar por cada balón, correr a la velocidad del rayo, mirar con ojos de asesinos al rival, apabullar al contrario, batallar contra las inclemencias..."
-Que sí, mamá, no te preocupes... -contestó con un poco de desgana.
Y por fin, la victoria llegó: ganaron 2 a 1.
Sin energías tras mis gritos, fuimos a comprar el regalo de mi hermano Roberto y centré mis mínimas fuerzas en hacer el paté y el salmorejo para la fiesta.
Ahora estoy muy cansada, con ganas de dormir, pero mis hijos quieren ir a montar en bici al Juan Pablo I, y yo soy muy sufridora...
No hay comentarios:
Publicar un comentario