Los pistas aumentaban día a día hasta que hallé la solución: adiviné quién había provocado la crisis mundial. Me duele reconocerlo, pero el factor primordial no ha sido la economía, ni la caída de la bolsa, ni la explosión de la burbuja inmobiliaria o los minicréditos americanos. No, hay un hombre que ha generado el derrumbamiento general para que sus argumentos tuvieran mayor peso.
Parecía que el viento corría a mi favor, que después de tanto tiempo lo iba a conseguir, que me lo iba a camelar... Y entonces él, acorralado, sin saber cómo salir del embrollo, gestó una crisis galáctica para argumentar su razonamiento: "¡Pero Emma, cómo vamos a tener un tercer hijo en mitad de una crisis mundial!". ¡Ajá!, Alonso, te pillé, tú eres el culpable... Barajé concertar una cita conjunta con Obama, Zapatero y Sarkozy para explicarles mis tesis, pero temiendo que me internaran en un psiquiátrico desestimé la opción.
Presa del pánico, centré mis energías en los preparativos de la comunión de Diego. En cuanto convencí a Alonso (¡Dios mío, la religión nos va a separar!) de celebrarlo en el jardín se desató otra crisis en casa: se descolgó un cajón de la cocina, una puerta venció y aterrizó en el suelo, el escritorio de Diego se desarmó... ¡Y hoy cuando he llegado a casa se había caído parte de la cortina del salón!
Alonso que me conoce muy bien (yo a él más que sé que es el culpable de la crisis mundial) detectó mi preocupación al entrar por la puerta.
-¿Qué te ocurre? -me preguntó extrañado.
-Nada, Alonso, que se nos está cayendo la casa encima... Parece como si alguien al saber que iba a celebrar la comunión aquí hubiese lanzado un hechizo maligno.
-Emma, tienes una imaginación pasmosa.
Si tú supieras...
PD. A las dos de la mañana Álvaro me despertó con un grito estremecedor. Corrí a su cuarto. Los vómitos abarcaban su cama, su pijama, el suelo... "Tranquilo, cielo", le susurré al oído. Le cambié, lo llevé a mi cama y mientras ponía una lavadora oí otro grito. Subí y contemplé mi cama inundada por los efectos de la gastroenteritis. Repetí la operación de cambio de sábanas, pijama, pasé la fregona y observé los andares somnolientos del culpable de la crisis mundial hacia el cuarto de invitados. Ahora no puedo dormir y me pregunto: ¿será Alonso el causante del ataque vírico?, ¿me provocará el insomnio desajustes cerebrales?, ¿será todo producto de mi imaginación?, ¿estaré sufriendo una crisis personal?... Demasiadas preguntas para estas horas de la madrugada.
Así me gusta, que mejores la crónica para la segunda edición con las novedades que se produzcan. Una noche toledana...
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