Pensé que el cúmulo de estrés había llegado a su punto álgido, pero me equivoqué. La apertura del nuevo centro deportivo me ha generado una ansiedad incontrolable.
Tras las pruebas de nivel de natación de mis hijos debía inscribirlos en la nueva piscina. El martes era el turno de Álvaro. Ningún problema, pensé yo, mañana iré a primera hora.
Ring, ring.
-Emma, me han dicho que la gente está acudiendo prontísimo a hacer cola para matricular a los niños -me explicó Yolanda.
-¿En serio?
-Sí. Jesús va a ir a las seis y media de la mañana para inscribir a David.
-¿En serio? -repetí atónita y horrorizada al vislumbrar el madrugón que me tendría que dar (¡que yo soy un búho!)
-O incluso antes.
-Pues si no te importa, dile a Jesús que cuando yo llegué me acercaré a él y me haré pasar por su mujer.
-Vale, de acuerdo.
Por la noche coloqué tres despertadores en mi mesilla. Sonaron a las 6:45, salté de la cama, me duché y acudí con mi cara somnolienta al centro deportivo. Según bajé del coche...
-Emma, esto es surrealista. Hay un tío que ha venido a las dos de la mañana con una hamaca y una manta. Yo he llegado a las 6:45, me he apuntado en la lista y no me han dejado inscribirte. Soy el número 42. -me explicó Jesús.
Del susto se me quitó el sueño y me apunté en la famosa lista (¡estoy de listas: lista del ERE, lista de espera para la residencia de rehabilitación, lista de la piscina...!).
-¿En qué puesto estás? -preguntó Jesús.
-El 60.
-¡Qué mal rollo!
A las ocho comenzó la inscripción. Las marujas neuróticas (puestos 4, 5, 6 y 7) gritaron que el primer grupo del martes y jueves ya estaba cerrado.
Sms: "Jesús, te voy a dar disimuladamente los papeles de Álvaro. Intenta colarle. Me veo sin plaza"
Al rato, como un carterista del centro de Madrid, Jesús pasó a mi lado y se llevó mis papeles.
Pasada media hora:
-Por favor, me guardan la plaza, voy a salir a fumar un cigarro -expliqué al señor número 59 y 61.
-Sí, tranquila -contestaron con educación.
Encendí mi pitillo, me alejé un poco de la entrada y llamé por teléfono:
-Jesús, matricula a Álvaro a las 11:05 del sábado y domingo, que a las 10:00 no coincide con Diego.
-Entendido. -contestó desde la terrorífica cola.
Jesús pasó al mostrador de inscripciones, mis nervios se agarraron al estómago. El 59 y 61 me hablaban. Yo no me enterba de nada. Salió, me miró y negó con la cabeza.
-Imposible, Emma. Solo dejan matricular a los propios hijos, he intentado decir que vivíamos juntos, que eras mi segunda pareja... pero me han solicitado el certificado de convivencia.
-Bueno, tú tranquilo.
Veinte minutos hablando y llegó mi turno.
¡¡¡Lo conseguí, Álvaro tiene plaza los sábados y domingos a las 11:05!!
Salimos súper contentos, Alonso apareció después de dejar a los niños en el colegio y nos fuimos los tres a tomar un copioso desayuno y reírnos de todas nuestras hazañas matutinas.
E-mail: "Emma, Jesús ha vuelto a la piscina, ha cambiado el horario de los peques para que coincidan con los tuyos. Besos. Yolanda"
¡¡Bien!!
Y el lunes tengo que matricular a Diego... ¡¡Qué horror!!, ¿a qué hora pongo el despertador?, ¿conseguiré plaza?... ¡¡Qué estrés!!
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