El secreto estaba escondido en las alturas. Cajas amontonadas, restos de útiles que ahora son inútiles, elementos que tanto nos sirvieron cuando los niños eran bebés, aparejos... Todo ello ocultaba las posibilidades de aquel amplio lugar. De pronto, mi mente imaginó cómo quedaría ese enorme espacio, decoró, diseñó, soñó... Alonso se unió rápidamente y planteó mil sugerencias. Peligro, la emoción nos había invadido. Dos fines de semana después la vieja y enorme buhardilla, que en tiempos servía de almacén, empezó a tomar cuerpo. Los trastos inservibles desaparecieron, Alonso pintó las paredes de blanco, con maña hice que las vigas lucieran su bella madera... Aún nos queda mucho: dar un tinte a la madera del suelo (Pablo, el primo de Alonso nos explicó cómo hacer la mezcla de manera tradicional para dar un toque rústico), enfoscar una de las paredes, terminar de lijar algunas vigas, pintar la chimenea... Pero poco a poco el paraíso empieza a brotar. Con dos sofás, una mesa y una televisión de plasma hemos creado un fantástico y amplio cuarto de estar para reponer nuestras fuerzas, leer nuestros libros y que los niños jueguen al tute. En breve este loft rural también albergará nuestro dormitorio, el estudio... Una maravilla, una pasión que nos va a entretener gran parte del verano. ¿Alguien se apunta?
P.D. Cuando acabemos publicaré las fotos del antes y después.
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