lunes, julio 06, 2009
Mis inventos
Tener un hijo escayolado en pleno verano activa la imaginación. Por ejemplo, para que se pueda bañar en la piscina he inventado un método genial: envolver el brazo con papel transparente de cocina (ojito, varias vueltas) como si fuera un bocadillo y después protegerlo con la funda que venden en las farmacias (un sacacuartos que no sirve para nada). Gracias a semejante invento Diego buceó en el cumpleaños de su amigo Quique y chapotea como un loco en la piscina de Ayllón.
Emocionada por semejante descubrimiento y analizando mi chaladura constante (esto solo lo puedo decir yo que soy la afectada) decidí llevarle a Saldaña la antigua bicicleta y probar si era capaz de pedalear sin caerse y romperse la escayola. Otro éxito.
Así que el fin de semana de pueblo (cada vez me gusta más esta palabra) ha sido fantástico: los niños desaparecían con sus bicis durante todo el día, la casa poco a poco cogió cuerpo (¡me va a quedar divina!), la tranquilidad nos invadió, nos bañamos en la piscina, dormí como una ceporra y me picaron unos cuantos mosquitos (ay, estoy tan buena que solo me acribillan a mí, qué suerte).
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