jueves, abril 01, 2010

Port Aventura, pura aventura


Hace más de quince años, cuando aún vivía en casa de mis padres, recibí una llamada.
-Emma, es para ti -gritó mi madre con cara de no saber quién estaba al otro lado de la línea.
-Síiii- contesté con mi desgana somnolienta de un sábado a las once de la mañana, mi malhumor matutino y maldiciendo a quién osaba despertarme a esas horas.
-Hola... -al escuchar su voz me despejé en un momento y con el temblor de manos (¡desgracia genética!) no pude evitar que el teléfono me golpeara continuamente la oreja- ¿Sabes quién soy?
-Sí- balbucí con dolor y rojez de oreja.
-Te llamo para ver si esta tarde te quieres venir conmigo y unos amigos al Parque de Atracciones.
-Vale...
Y aquella fue la primera cita casta con mi Alonso (más tarde, pasó lo que pasó, pero esa es otra historia). Desde entonces y hasta ahora, además de viajar por medio mundo, nos ha unido nuestra atracción por los parques temáticos: Disneyland París, Terra Mítica, Isla Mágica... Por supuesto, el regalo-sorpresa de Comunión de mi hermano Pepe lo decidimos en un santiamén: cuatro días en Port Aventura.
-¿Qué hacemos esta Semana Santa? -preguntó hace unos días mi Alonso.
-No sé, depende del tiempo...
-¿Y si nos vamos a Port Aventura con los niños? Ahora hay hoteles dentro del parque y creo que están muy bien. Podemos hacer como con Pepe, que vayan sin saber nada...
Sonreí, asentí y dejé todas las gestiones en sus manos.
El domingo, a las cinco de la mañana, partimos rumbo a Tarragona. Los niños hacían sus apuestas: "seguro que vamos a Asturias", "o puede que a Oliete"... Para aumentar su intriga les confundí un poco más: "No, chicos, nos vamos al Caribe".
-Mamá, eso es imposible, para ir al Caribe hay que coger el avión y tardamos más de cinco horas, nos estás engañando...
Según llegamos, los niños se mostraron muy escépticos, sin pistas con las que desvelar el misterio.

-Port Aventura -leyó Diego en un cartel-, ¿qué es Port Aventura?
Alonso y yo cruzamos atónitos nuestras miradas.
-¿Nunca habéis oído hablar de Port Aventura? -preguntamos al unísono.
-No...
El cartel del Hotel Caribe rompió nuestras caras de asombro. Los peques se emocionaron con la súper habitación, con las pulseras de acceso directo al parque, con el neceser que les regalaron... Dejamos las maletas y un pequeño tren nos acercó hasta el parque temático. Allí la felicidad se reflejó en sus sonrisas.
-¡Este sitio es genial! -gritaron mientras corrían por las distintas zonas: Mediterránea, Polinesia, México y el Oeste.
-Papá, ¿subes conmigo a la Furius Baco? -suplicó Diego.
-Venga, aunque mi espalda se va a resentir.
-¡Vamos, date prisa que hay mucha cola!
-Tranquilo, que he contratado el PortAventura Express Premium y no tenemos que hacer cola, accedemos directamente a las atracciones...
Pero la emoción duró un instante: a Diego le faltaba un centímetro para el 1,40 m (medida mínima para acceder a la súper atracción).
-Maldita sea, por un p... centímetro -maldijo Diego.
La pena voló al montar en la Estampida, El Tutuki Splash, Los troncos acuáticos (salimos tan empapados que mi móvil se rompió), El tren de la mina, Los rápidos, El Sea Odyssey 4D... y en los distintos espectáculos: Aves del paraíso, Bubblebue, Bang-bang west, Portaventura live...
Cuatro días de locura, desenfreno, risas, cansancio, emociones... Y por la tarde, en el hotel, mis hombres partían a la piscina y a la sauna mientras yo me daba un relajante baño con hidromasaje, me arreglaba y bajaba a recepción a tomar una copita de cava Anna de Codorniú, cortesía del hotel, y me sumergía en la lectura de "La estrategia del agua", de Lorenzo Silva.
-Alonso, esta vez te has pasado: hotel de lujo, sin hacer cola en las atracciones, cada tarde mi copita de champán y en el desayuno zumo de naranja natural... ¡Qué buen ojo tuve al pillarte!
-No sé, no sé....


PD. El último día Diego me tentó.
-Mamá, intentamos montar en la Furius Baco. Por favor, por favor...
-Venga.
Llegamos a la entrada Express, la responsable de la atracción nos miró, se acercó, abrió la puerta...:
-Por favor, colocaros allí, en breve subiréis a la Furius Baco.
Diego no podía contener su ilusión.
-Mamá, voy a llorar de felicidad... Ni siquiera me ha medido.
-Y yo voy a llorar de pánico.
Nos sentamos en los asientos anatómicos,  nos bloquearon con distintos cinturones, mis nervios se agarraron al estómago: preparados, listos.... ¡Bienvenidos a la Furius Baco!



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