viernes, abril 30, 2010

Sudores

Entre la salsa y la bamba del sábado noche mi mente urdió un maquiavélico plan. Sí, la fuerza de voluntad para hacer un estricto régimen había desaparecido y el abandono del vicio nicotínico me había lanzado sin paracaídas a los placeres gastronómicos... Era el momento de plantarle cara al problema, de demostrar que no podían contra mí, de sacar mi espada contra la injusticia y marcar un "EPT" en la piel de mis enemigos calóricos como la "Z", la marca del Zorro... Sí, la batalla había comenzado... ¡Que se preparen todos los alimentos hipercalóricos!
El domingo, emocionada por mis pensamientos peliculeros, me embutí en mis mallas negras, mis lorcillas se acomodaron bajo mi camiseta de tirantes, mi mochila albergó mi libro y un bote de coca-cola light y mi bici, aterrorizada al ver mis pintas, asumió que era la hora de sufrir.
Pedaleé tras Diego y Stéphan hasta el Juan Pablo I. Mis pulmones respiraban con tranquilidad y a buen ritmo. Feliz, me senté en el parque y leí unas cuantas páginas. "Soy la leche", me dije pletórica por mi hazaña. La vuelta, cuesta arriba y empinada, me hizo sudar y jadear. Entré en casa roja como el salmorejo y con temblor de piernas.
-Alonso, amor, una coca-cola light con mucho hielo... No tengo fuerzas.
-Claro que sí, campeona.
-Menos coñas.
El lunes opté por ir andando al periódico; el martes, tras tres días de ejercicio (¡que bailar también cuenta!), descansé; el miércoles nadé 800 metros en la piscina; el jueves iba a ir al gimnasio pero un sonido extraño alteró todos mis planes.



¡Un roedor había caído en la campana de la cocina! Taladro en mano desmonté los muebles. El ratón no medía más de tres centímetros, pero mis pulmones gritaron como si fuera un diplodocus: ¡¡Diego, cógelo, cuidado que no escape!!! Mis gritos continuaron por la noche, en el partido del Altético de Madrid contra el Liverpool (omito detallar el gol de Forlán, el cuerpo de Forlán... ¡Un placer divino, un placer atlético!).
Y hoy viernes, desatada por la hazaña rojiblanca he nadado 1000 metros (40 largos, una pasada). No tengo fuerzas, ni energías, pero esta noche tengo una cena con mis amigas y no puedo fallar porque algún capricho me tengo que conceder: un vinito, unos yakitoris... Uf, qué ganas...

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