Me mira desafiante, percibe mi miedo y me sonríe con maldad.
HISTORIA DE UNA ESCALERA:
"¿Te atreves?", me pregunta telepáticamente. La fulmino con la mirada. "Tú no sabes cómo soy yo, bonita, que tengo un mal perder de narices y una mala leche que no cabe en mi cuerpo. Cuidadito, que no me das miedo", le respondo a través de las ondas gamma.
─Mamá, ¿estás bien? ─se asusta Álvaro al ver cómo señalo la escalera con mi dedo índice y le lanzo miradas asesinas.
─Sí, pero esta vez se va a enterar.
─¿Quién?
─¡¡¡La escalera!! Hoy no me voy a caer desde las alturas. Voy a ganar la batalla. Sujeta fuerte que subo.
Poco a poco podo el árbol de vecino que invade mi jardín. Siento el miedo, pero no permito que se note. De pronto, un leve movimiento y...
Crashh
Suelto la rama, me agarro con fuerza al peldaño y cruje un tirón en mi cuello. "Sí, me has lesionado, pero he resistido el envite, escalera asquerosa".
Al estilo Karate Kid, ignoro el dolor el resto de la semana: juego mis partidos de pádel, me tomo un vasito de vino por la noche para que actúe como relajante muscular...
Todo controlado hasta la exhibición de fútbol de Álvaro, el benjamín. Un intento de asesinato colectivo en el polideportivo del colegio: tres horas contemplando el juego de los pequeños a 40º de temperatura aderezado con dos grados más de calor por la emoción y los gritos desaforados de la afición que tensionaron mi cuello y gimió de dolor.
Preparado para el gran partido |
El equipo con su copa |
Sudor, pasión y.... ¡¡¡la copa!!! |
P.D.: Lo peor estaba aún por llegar: vía móvil me informan de más despidos y el tirón me retuerce también el alma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario