El 21 de junio no es el cumpleaños de nadie que yo conozca, ni mi aniversario, ni nada de nada... Pero desde este año será el día fatídico, el día horroroso, el día en que todo se desmoronó. El drama comenzó a primera hora de la mañana. Alonso me despertó a las nueve. Abrí los ojos con cansancio, sin haberme recuperado de la cena con Javier y Mariluz y recordando mi último gin-tonic.
-¿Por qué me despiertas?
-Ocurre algo extraño. Ven -somnolienta bajé por las escaleras y mi mal humor mostraba mi enfado por haber madrugado un domingo-, han saltado los plomos...
-¿Y?
-Mira qué raro.
Subió de nuevo los plomos y la casa relució como si todos los focos del estadio Bernabéu se hubieran instalado en el salón. Los plomos volvieron a saltar.
-¿Por qué hay tanta luz? -le pregunté cegada por el resplandor.
-Ni idea.
Desde el jardín grité como una italiana a mis vecinos. Ellos tampoco tenían luz. Llamamos a Unión Fenosa y mandaron una patrulla de operarios. La avería -producida por una subida de tensión- parecía severa, picaron la acera y empezaron a buscar la causa. A las dos y media de la tarde volvió la luz.
-Uff, menos mal -suspiré- voy a preparar la comida.
La cocina olía a quemado. El operario nos indicó que ya estaba todo solucionado y que comprobáramos que todo funcionaba. Y comenzó el caos. Alonso empezó a gritarme los desperfectos.
-Han estallado tres bombillas. La caldera no funciona... Sigo comprobando...
De pronto la nevera soltó un chispazo.
-¡No! -grité desesperada.
Al cabo de una hora más que desesperada estaba neurótica perdida. Los daños eran innumerables: televisor, caldera, nevera, wii, equipo de música, teléfonos, dos discos duros, reuter (imagenio, adsl, wifi)... Y lo peor: el ordenador y su pantalla.
Intenté contener las lágrimas.
-Alonso, mañana tengo que presentar un trabajo como haya perdido todo me muero...
-Tranquila.
-¡Pero si hoy es domingo!
-Llama a Pablo a ver si le podemos llevar el ordenador y los discos duros.
Dejamos a los niños en casa de los vecinos y partimos con todo el equipo informático. Tras cientos de operaciones salvó el disco duro y prometió conseguirme la fuente de alimentación para el día siguiente.
Volvimos agotados, sin fuerzas y con una ira incontenible hacia Unión Fenosa. Pero aún nos quedaba más. Según aparcamos fui a recoger a Álvaro.
-¿Dónde está Diego? -pregunté a Silvia.
-Se ha ido con Ives y Stéphan a montar en monopatín. Mira, ya vuelven... ¡Qué raro no han estado ni media hora!
Abrieron la puerta del coche y escuché el llanto de Diego.
-¿Qué ha pasado? -pregunté con el estómago cerrado.
-Ay, Emma, lo siento, Diego se ha caído y le duele mucho la muñeca... -me explicó Ives.
-Tranquilo, no pasa nada... Venga Diego al coche, nos vamos a urgencias... Alonso, me voy al hospital Diego se ha caído.
-Estás de coña, ¿no?
-No, no estoy de coña.
Dos horas en urgencias. El rodete del radio distal roto y una escayola hasta el codo. Mínimo, tres semanas.
-Mamá, se nos rompe la casa entera y ahora me rompo yo. -sollozó mi niño.
-Tranquilo, cielo.
-¿Podré ir al campamento de verano?
-No.
-¿Por qué?
-Porque es un campamento multiaventura con rafting, caballos... Y así no puedes ir.
A las doce llegué a casa sin energías, sin nevera, sin ordenador, sin agua caliente, sin wii, sin... Y con mi hijo escayolado.
Jodido 21 de junio.
PD. Parece que el gafe se ha instalado en mi persona. Un consejo: alejaros de mí...
pero cariño, cómo te pasa todo esto??? y cómo está el peque??? mañana te llamo! me acabo de conectar después de varios días y he leído el blog. Me he quedado de piedra! en fin espero que todo vaya bien mañana te llamo!
ResponderEliminar