martes, marzo 21, 2006
Puente de marzo
Mientras visitaba las exposiciones de París, soñaba con su fantástico puente de marzo. Según llegara a Madrid se iría a la sierra donde estaba seguro de que su suegra y la bisabuela iban a cuidar de sus terremotos. Cenas bajo la luz de las velas con su mujer, tiempo para la lectura, paseos entre los árboles... Pero su felicidad se vio truncada por la dichosa lluvia.
Desembarcó en casa con su maleta. Al entrar un ruido atronador estalló en sus oídos. Cuatro niños corrían por su salón. Dos eran conocidos, sus hijos, pero los otros dos eran unos auténticos desconocidos.
-Hola, cielo, ¿qué tal tu viaje en París?- preguntó su mujer con una sonrisa que él no entendía.
-Bien. Y esto.
-Esto son dos amigos del colegio de Diego. No sufras, ahora vienen a por ellos.
-Pero no nos íbamos a Guadarrama.
-Uff, con este tiempo yo no me voy ni loca. Pero no te preocupes, ya he organizado el fin de semana y nos lo vamos a pasar genial.
-Hum.- musitó mientras su cuerpo empezaba a temblar temiéndose lo peor.
Así fue. Toda la familia se lo pasó genial, menos él.
Al cabo de un rato, los invasores abandonaron su salón.
Se tumbó agotado sin atreverse a preguntar cuáles eran los fantásticos planes de los próximos días.
El sábado, comida en un restaurante americano por elección de los niños.
-No es por nada, pero yo preferiría ir a un italiano.- dijo disimuladamente a su mujer.
-!Qué tontería! Pobrecitos. Los niños están como locos por ver al payaso. Hijo, eres peor que un bebé- contestó su mujer con morro retorcido.
-Vale, lo que tú digas.
Después del gran "ágape", se durmió la siesta. En sus sueños escuchó el timbre. María, la prima de su mujer, sus dos hijos y su marido venían a merendar a casa.
Bajó a regañadientes la escalera. Víctor, el marido de María, y él se cruzaron la mirada. No hacía falta que hablaran. Sus pensamientos eran los mismos: "Qué pesadas son nuestras mujeres. Hoy hay partido de fútbol, pero a ellas les da igual. Nos tienen dominados. Intentaremos aguantar el estrés infantil". Las queridas primas hablaban y reían. Ellos se pusieron las caretas y aguantaron el tipo.
Los pequeños subían y bajaban por las escaleras, gritaban, tiraban los juguetes. De vez en cuando se oía el llanto de alguno (difícil averiguar quién había sido).
Juan Fran y Víctor se sentaron e intentaron fundirse con el sofá, pero no lo consiguieron.
Después de la merienda, vino el baño de los cuatros enanos y, por último, la cena. Los mariditos hicieron amago de ver el fútbol, de dar por finalizada la velada, pero no hubo manera.
Perplejos, miraban como María y Emma se reían y disfrutaban con tanto caos. Aturdidos se miraban y mostraban su incomprensión.
A las diez y media de la noche finalizó la sesión.
Por lo menos tendré sexo, pensó al meterse en la cama. Se equivocó.
-Ay, no seas pesado. Estoy cansada, ahora no me apetece. Levántate, Álvaro está llorando.
El pequeño de dos años, lloraba desconsoladamente. Arrastró sus zapatillas hasta la habitación.
-Álvaro, qué te ocurre.
El pequeño le miró y lloró más.
-Papá, tonto. Papá, tonto.
-Cojonudo. Esto es el remate.
Volvió a su habitación y se acurrucó en la cama.
-Vete tú, a mí mi hijo no me quiere.
-!Qué exagerado que eres! Ya voy yo.
A la mañana siguiente llamó a Víctor para ver si había logrado ver el partido. Su situación era más crítica: Vitín, su peque de año y medio, había estado toda la noche vomitando. Estaba harto, desesperado de las primas Peña.
-Juan Fran, estas tías son un tormento. !Y encima quieren tener el tercer hijo! Yo antes me la corto.
-Estoy contigo. Tenemos que unirnos en esta cruenta batalla. Yo así no llego a los cincuenta.
Juan Fran suspiró y cogió energías. Las necesitaba. Era el día del padre y tenía comida en casa de su suegra con sus cuñados y !con más niños!
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¡EPT, la Elvira Lindo de la blogosfera! Con esta tortura a tu "santo", ¿cómo quieres que se le pase el cabreo crónico? ¡Espero que le compenses por el fastuoso puente!
ResponderEliminarBienvenida a la fiesta, se nos acumula el trabajo (de lectura), pero dicen que la sonrisa alarga la vida.
Sí, no hay nada mejor que llenar nuestras horas laborales leyendo nuestros gloriosos blogs, je, je. No sé cómo pero intentaré resarcirle de algún modo.
ResponderEliminarBesotes, Mike