jueves, agosto 31, 2006

Feliz cumpleaños, amor


Mi amado Alonso odia su cumpleaños. Él no lo reconoce, pero yo estoy convencida. El año pasado cumplió cuarenta años. Emocionada por su cambio de década, decidí organizarle una fiesta sorpresa. A lo largo de un mes planeé la estrategia: mentí a mi amado esposo contándole que venían unos primos de Teruel y que mi hermano había organizado una cena, refunfuñé para darle más credibilidad y me quejé insistentemente, “Alonso, qué pereza, no me apetece nada ir a esa cena” comenté en alguna ocasión. “Emma, no seas así, hace muchos años que no les ves y total por una cena…” intentaba él convencerme. Además elaboré una genial invitación y decidí con Roberto cómo iba a ser la sorpresa. Todo estaba listo. Sin embargo, el día de la fiesta, a primera hora de la mañana, un grito aterrador hizo que se me cayera la leche encima del camisón.
–¡Ahhhhhhhhhhh!! –oí rugir a Alonso desde de la cama.
Subí corriendo.
–¿Qué ocurre, amor? –pregunté con gran intriga.
–Emma, no me puedo mover. Tengo la espalada totalmente agarrotada. Por Dios, ayúdame.
–Venga, Alonso, no seas guasón. Seguro que es la crisis de los cuarenta… –empecé a decir, pero al ver su cara de dolor me di cuenta de que su dolor era cierto.
Llamé a su fisioterapeuta y le mandaron a un centro de urgencia. Mientras masajeaban su espalda, llamé a mi amiga Blanca
–Hola, Emma. ¿Qué tal todo? Esta noche es la gran fiesta. ¿No? –contestó Blanca con alegre voz.
–No sé si habrá fiesta –comenté.
–Por qué dices eso. ¿Qué ha pasado?
–Juan Fran está en la camilla del fisioterapeuta. No puede mover ni un músculo. Al principio pensé que me estaba gastando una broma y que me había pillado la fiesta sorpresa. Pero no, está el pobre hecho polvo –expliqué con voz llorosa.
–Venga, Emma, anímate, seguro que al final todo se soluciona.
Y Blanca tuvo razón. Acudimos a la fiesta. Alonso iba totalmente dopado, pero entre la emoción por la fiesta sorpresa, el vino, los gin-tonics y los ánimos de la gente, olvidó su dolorido cuerpo y aguantó en la fiesta hasta altas horas de la madrugada.
Mañana Alonso cumple un año más y, como era de esperar, se encuentra fatal. Tiene un catarro impresionante (¡a quién se le ocurre acatarrase en agosto!) y está otra vez empastillado: Ilvico, Augmentine, aspirina plus… Decidido, Alonso odia su cumpleaños. Posted by Picasa

miércoles, agosto 30, 2006

Fuego controlado

Llegué de la piscina cargada con el capazo repleto de toallas, bañadores, los manguitos de Álvaro y el cansancio de los niños. Aparqué y sonreí. En casa de mi vecina Clarita estaban preparando una barbacoa y no pude aguantar la tentación al ver la cantidad de humo que salía.
Entré en casa y me apoderé del teléfono inalámbrico, marqué a toda velocidad y escuché cómo contestaba Clarita.
–Sí, ¿quién es? –preguntó con la intriga habitual de cualquiera cuando suena el teléfono.
–Buenos días –dije simulando mi tono de voz-. Le llamo del servicio de emergencia. Acabamos de recibir una llamada informándonos de que en su domicilio se ha producido un fuego.
–¡No! Lo siento pero creo que se han equivocado, en mi casa no hay ningún fuego –contestó bastante alterada.
–Señora, ¿está segura? Según nos han dicho hay una gran humareda en su residencia. –exclamé conteniendo mi ataque de risa.
–Bueno. Tal vez sea porque estamos haciendo una barbacoa, pero le aseguro que el fuego está controlado.
–Señora, asegúrese, el camión de bomberos está a punto de partir rumbo a su casa –aterroricé a mi querida vecina.
–¡Por Dios! –gritó presa de un ataque de nervios –Le juro que el fuego está controlado. No es necesario que envíe a los bomberos. ¡El fuego está controlado!
–Está bien, señora, abortaremos el plan de emergencia y cancelaremos el envío del camión de bomberos.
–Muchas gracias y les aseguro que el fuego está totalmente controlado –se despidió mi vecina con voz temblorosa.
–Buenas tardes, señora, y disculpe las molestias.
–No, señorita, mil gracias a usted por su interés.
Colgué el teléfono y estallé a carcajadas. Al cabo de unos minutos, crucé a la casa afectada. Abrí la puerta y exclamé.
–¡Clarita, acaba de llamarme el servicio de bomberos preguntándome si había algún fuego en el vecindario. Al asomarme he visto humo en tu jardín y me he asustado. ¿Qué ha ocurrido?
-Emma, no te lo vas a creer –empezó a relatarme Rosa, la cuñada de Clarita. Pero mis risas me delataron.
–Emma, ¡qué mala eres! ¡Menudo susto me has dado! ¡Y encima no te he reconocido la voz!- exclamó Clarita.

martes, agosto 29, 2006

Tenerife. Divinas vacaciones


Aquí mis hombres, muy monos ellos, y en el fondo, el Teide. Ésta es la prueba de nuestra fantástica estancia en Tenerife. El entorno, maravilloso: suite en un lujoso hotel, playas de arena negra, piscinas de agua salada... Aunque, como era de esperar, la familia Alonso ha sufrido pequeños percances. Realmente han sido los habituales: en mitad de una cena Álvaro rompió media cristalería del hotel; a Diego hubo que comprarle cada día un trasto para la playa (barca hinchable, tabla de surf, gafas de bucear...) que por supuesto teníamos que acarrear sus progenitores; enfados porque los niños no querían comer; Álvaro desató algún que otro bikini a mujeres desconocidas de la playa ("¡la culpa es de su madre!" bramó una afectada que me sonrojó por la vergüenza)... ¡Ese día incluso estuve a punto de dar la razón a Alonso y asegurar que los peques estaban insoportables! Menos mal que gracias a mi adicción a las series pude realizar una cuantas técnicas de relajación. En fin, quitando esos pequeños instantes nuestra semana ha sido estupenda y agotadora.
La vuelta en avión fue muy estresante (Álvaro saltó por todos los asientos y recorrió a gatas los pasillos, lo normal) y de nuevo desembarcamos en la residencia estival. Mi abuela, mi madre, Ana y las fieras nos recibieron con gran emoción. Sin embargo Pepe lloró al verme entrar. "Emma, ¿por qué no te has quedado en las islas hasta fin de año?" preguntó. Obvié su irónica pregunta y le abracé fuertemente para hacerle perder los nervios. "Emma, no te aguanto", me dijo mientras se le escapaba una carcajada. Posted by Picasa

miércoles, agosto 16, 2006

Segovia-Guadarrama


Cuatro días en Segovia. El paraíso para mis hijos y, para qué negarlo, también para nosotros. Diego allí es autónomo. Se sube a su bicicleta y desaparece por el encinar de Saldaña. Álvaro con su triciclo le sigue los pasos y cuando se cansa, juega con los vecinos de la casa de al lado. Estos pequeños instantes de tranquilidad, los exprimimos Alonso y yo gota a gota. Mis suegros, adorables abuelos, persiguen a sus retoños por las eras y les enseñan los tractores, las ovejas… Todo lo que antes era habitual y ahora es novedoso o extraño para los niños de ciudad. Mientras, nosotros leemos, tomamos el aperitivo o nos escapamos a una fantástica tienda de Riaza a comprar alguna antigüedad (este año me he regalado un porta velas gigante que voy a utilizar como perchero. ¡Divino!).Pasaron los días y cargamos el coche: bici, triciclo, portavelas, maletas, morcillas, picadillo, unos pepinos de la huerta… En fin, lo habitual. Y tomamos rumbo a Guadarrama. Nos esperaba una noche movidita: tocaba la fiesta del verano y nos juntamos más de veinte personas en casa. A las doce de la noche me relajé y me enganché al Lambrusco. Los renacuajos seguían brincando por el jardín y yo, a mis treinta cinco años, me seguía escondiendo para fumar un cigarrito y que no me pillara mi abuela.Las fieras poco a poco se van adaptando. Kasbha, la tortuga, persigue desesperadamente a Ambrosio, el bulldog francés, por el jardín; Kaos, el bull terrier, disfruta con los lametones que Ambrosio le da en los cojones y Lucas, el gato, atónito, observa el espectáculo y les bufa de vez en cuando.Mañana, a las siete de la mañana, partimos rumbo a Tenerife. En estos momentos, Álvaro duerme su siesta; Diego se ha ido con Pepe y Alonso a ver “Piratas del Caribe”; mi madre, en Carrefour; mi abuela lee le periódico y las fieras están relajadas. Por un instante oigo silencio y estoy en calma… Seguro que no durará mucho. Posted by Picasa

viernes, agosto 11, 2006

Piratas en Guadarrama

No me puedo mover. Con el más leve movimiento me pierdo. Parece mentira, pero este año hemos fallado. En cuestión tecnológica nos hemos traído todos los aparatos posibles: ordenador portátil, ipod, dvd… Sin embargo, no tenemos Internet. Alonso, desesperado, rastreo con el portátil toda la casa.
-¡He pillado el wifi de algún vecino! ¡Es fantático!- gritó emocionado.
Mi abuela se colocó las gafas y le miró por encima del periódico.
-Emma, no es por nada pero tu marido habla en otro idioma. No entiendo nada de lo que dice- me susurró mi adorada nonagenaria mientras Alonso daba brincos de alegría.
-Abuela, no sufras, son cosas tecnológicas.- le empecé a explicar- Para que podamos navegar por Internet necesitamos pillar la red de alguien porque…
-Emma, déjalo, no me entero de nada. Prefiero estar rodeada de mascotas… A ellas sí que las entiendo.
Desde el descubrimiento de mi amado marido, los conflictos se suceden. Para que funcione hay que estar sentado en el extremo de uno de los sofás del salón (sólo ahí se pilla) y es el lugar más requerido por todos nosotros.
Por las mañanas, cuando Pepe llega de la academia, las discusiones entre cuñados se multiplican. Para evitar roces, he pensado comprar un cogeturnos (vamos, como el de las carnicerías… Es que no sé como se llama) y un cronómetro para que no lleguen a las manos. Yo, en cambio, como siempre he sido un búho, me engancho a las dos de la mañana, me acurruco en la esquina del sofá y exprimo a mi vecino, que debe estar de vacaciones o bajándose películas en el e-mule y desde hace un par de días está siempre conectado. Es bueno llevarse bien con los vecinos. ¡Sobre todo si no sabe que le estamos pirateando!

miércoles, agosto 09, 2006

Ambrosio


Hay crisis en la familia. Kaos, el bull-terrier de mi madre sufre depresión. Apagado, se arrastra de sofá en sofá. De vez en cuando, nos mira con tristeza y mueve levemente el rabo solicitando una pequeña caricia. Desde hace dos días, parece que va superando el drama que está viviendo. El drama tiene nombre: Ambrosio. Cuatro kilos de peso, cara de murciélago, orejas estilo Stich (el de Disney), negro como el betún y alegre como todos los cachorros de dos meses. Su raza, buldog francés. Muy gracioso, el tipo.
Kaos no entiende que el perrito sólo va a estar aquí una semana. Él se siente abandonado, perdido de amor. En su desesperación, se acerca dulcemente a Lucas, el gato, para ver si entre los dos pueden eliminar a la competencia que se ha ganado de calle a los más pequeños de la residencia estival. Lucas, cuando se aproxima Ambrosio, saca sus uñas afiladas y Kaos presume de colmillos caninos.
Por suerte para Kaos, Ambrosio aún no puede salir a la calle. Ayer, en nuestro paseo diario se sintió en la gloria. “Ahí se queda el mierda ese”, ladró Kaos mientras tiraba de la correa con fuerza, “y tú, Linucha, mi ama, sujétate fuerte que hoy voy a tirar de ti con gran fuerza. ¡Menuda putada me ha hecho!”.
Al cabo de unos minutos, el perro se relajó y dejó que mi madre tomara aire. Yo, como auténtica esclava, tiraba del triciclo de Álvaro y Juan Fran supervisaba a Diego en su bicicleta. Después de hora y media, paramos a tomar un helado. Álvaro empezó a llorar, no era un llanto cualquiera, era un llanto desgarrado. Corrimos hacia él.
-Álvaro, ¿qué te ocurre?- dije con voz de preocupación.
-Me ha picado, mamá- logró decir entre lloro y lloro.
-¿Dónde?
-En la nariz.
Miré su pequeña nariz y justo en medio descubrí un picotazo.
-Pero, ¿qué te ha picado?
-Noce.
-Mamá- argumentó Diego con cara de Aristóteles- ha sido una avispa. Yo la he visto revolotear alrededor nuestro. Te puedo asegurar que ha sido una avispa.
-Sí, avispa- gritó Álvaro, que no pudo soportar el dolor y se hizo pis encima.
Cogí al peque en brazos; Alonso, el triciclo; Kaos arrastró a mi madre; Diego, su bici y corrimos todos a casa. Allí, embadurné la naricilla de Álvaro con Alergical y logré parar el hinchazón.
­-Lucas, Kaos, Ambrosio, Kahsba… Y ahora, las avispas. El mundo animal me supera- comenté a Alonso con cara de desesperación.

viernes, agosto 04, 2006

Fantasmas

Alonso y yo nos tumbamos en la cama agotados. Eran las cuatro de la mañana, acabábamos de volver de la fiesta en casa de Javier y Mariluz y los retazos de alcohol comenzaban a hacer estragos. Aún así, me puse un rato a leer. De pronto, el silencio de la noche fue roto por un grito.
-¡¡¡Hijo de puta!!!
Nuestras miradas se cruzaron. Esa voz la conozco desde que había nacido. ¡Era mi madre!
Corrí a su habitación y me choqué con ella en el pasillo.
-¿Qué ocurre, mamá?
-¡Menudo susto! Casi me muero de un infarto.- constestó con voz entrecortada.
-¿Pero qué ha pasado?
-El gato.
-¿Qué gato?
-Lucas. El puñetero estaba en mi ventana y yo no me había dado cuenta. De repente, cuando estaba medio dormida ha saltado encima mío. Casi me muero. No sabía qué era: un murciélago, un violador, un fantasma...
La risa retumbó por toda Guadarrama.
Alonso se levantó y acogió al gato en su cama.
-¡Menudo veranito nos está dando el gatito!- dijo mi madre entre taquicardia y taquicardia.- Por favor, intentad que no salga de vuestra habitación. Hasta mañana, corazones.

martes, agosto 01, 2006

Dulces sueños

“Cuando llega la noche, llega la calma”, dice una amiga mía con insistencia cada mañana. Sin embargo, en la residencia estival ocurre todo lo contrario. Los primeros en dormirse son los peques: Diego cae como un tronco, sin embargo la batalla con Álvaro dura más de una hora. Al cabo de un tiempo, lo consigo. Pero lo peor aún está por llegar. A las once comienza la sesión cine, Pepe y yo nos acomodamos en los sofás y Alonso se une al grupo. Le recibimos con mala cara.
-Cielo, vete a dormir arriba- suplico con dulce voz.
-No, me apetece estar con vosotros- contesta emocionado.
A la media hora, Pepe inicia sus amenazas.
-Emma, si no se va le voy a dar una toba en la cara o le meto dos papeles por la nariz. No soporto sus ronquidos.
Alonso ronca en “do mayor”.
-Pepe, me voy a la cama para leer un rato- comento entre bostezo y bostezo.
-Despierta a Juan Fran y que se vaya contigo- suplica Pepe.
-No, que seguro que se desvela.
-¡Estoy harto de todos vosotros!-grita Pepe- ¡Kaos deja de lamerte, tampoco a ti te aguanto!
Sigilosamente huyo a mi habitación. Al cabo de media hora aparece Alonso con cara somnolienta.
-¿Por qué me has dejado abandonado en el salón?
-Estabas tan dormidito…-contesté feliz de mi tiempo de tranquilidad.
El concierto a dos tonos de la planta superior de la residencia estival empieza a la una y media de la mañana. Alonso hace de primera voz y mi madre, de segunda con melodía de “do mayor” y “si menor”. Me costó bastante, pero al final me he habituado a dormir en estéreo y con temblor de paredes ante la notoriedad de sus ronquidos.
A las dos y media me invade un leve sueño. Mis párpados se entrecierran al ritmo de los ronquidos, por fin voy a descansar. Entre sueños siento que unas agujas perforan mi cuero cabelludo, como si un peine de púas quisiera penetrar en mi cerebro. Asustada abro los ojos. Lucas, el gato, está sobre mi cabeza; quiere beber agua y no puede salir de la habitación. Me levanto y le abro la puerta. En ese breve lapso de tiempo, Kaos se cuela y se sube a mi cama. Enfadada, echo a todas las fieras.
Son las cuatro, aún no he dormido nada. El cansancio me vence. A la media hora, Diego se mete en mi cama. Y a la hora, aparece Álvaro. Alonso se levanta y huye a otra habitación. En su huida, el gato y el perro se cuelan de nuevo. Admiro el espectáculo: Diego y Álvaro duermen a pierna suelta en mi cama junto al gato, el perro me ha robado la almohada y ladra entre sueños, Alonso se ha ido y yo, yo estoy agotada. En medio de la somnolencia, Morfeo me propone la solución. Me levanto y me tumbo en el suelo, lo más alejada posible de Kaos. Son las seis y media, tengo que dormir.