martes, agosto 29, 2006
Tenerife. Divinas vacaciones
Aquí mis hombres, muy monos ellos, y en el fondo, el Teide. Ésta es la prueba de nuestra fantástica estancia en Tenerife. El entorno, maravilloso: suite en un lujoso hotel, playas de arena negra, piscinas de agua salada... Aunque, como era de esperar, la familia Alonso ha sufrido pequeños percances. Realmente han sido los habituales: en mitad de una cena Álvaro rompió media cristalería del hotel; a Diego hubo que comprarle cada día un trasto para la playa (barca hinchable, tabla de surf, gafas de bucear...) que por supuesto teníamos que acarrear sus progenitores; enfados porque los niños no querían comer; Álvaro desató algún que otro bikini a mujeres desconocidas de la playa ("¡la culpa es de su madre!" bramó una afectada que me sonrojó por la vergüenza)... ¡Ese día incluso estuve a punto de dar la razón a Alonso y asegurar que los peques estaban insoportables! Menos mal que gracias a mi adicción a las series pude realizar una cuantas técnicas de relajación. En fin, quitando esos pequeños instantes nuestra semana ha sido estupenda y agotadora.
La vuelta en avión fue muy estresante (Álvaro saltó por todos los asientos y recorrió a gatas los pasillos, lo normal) y de nuevo desembarcamos en la residencia estival. Mi abuela, mi madre, Ana y las fieras nos recibieron con gran emoción. Sin embargo Pepe lloró al verme entrar. "Emma, ¿por qué no te has quedado en las islas hasta fin de año?" preguntó. Obvié su irónica pregunta y le abracé fuertemente para hacerle perder los nervios. "Emma, no te aguanto", me dijo mientras se le escapaba una carcajada.
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