miércoles, agosto 09, 2006
Ambrosio
Hay crisis en la familia. Kaos, el bull-terrier de mi madre sufre depresión. Apagado, se arrastra de sofá en sofá. De vez en cuando, nos mira con tristeza y mueve levemente el rabo solicitando una pequeña caricia. Desde hace dos días, parece que va superando el drama que está viviendo. El drama tiene nombre: Ambrosio. Cuatro kilos de peso, cara de murciélago, orejas estilo Stich (el de Disney), negro como el betún y alegre como todos los cachorros de dos meses. Su raza, buldog francés. Muy gracioso, el tipo.
Kaos no entiende que el perrito sólo va a estar aquí una semana. Él se siente abandonado, perdido de amor. En su desesperación, se acerca dulcemente a Lucas, el gato, para ver si entre los dos pueden eliminar a la competencia que se ha ganado de calle a los más pequeños de la residencia estival. Lucas, cuando se aproxima Ambrosio, saca sus uñas afiladas y Kaos presume de colmillos caninos.
Por suerte para Kaos, Ambrosio aún no puede salir a la calle. Ayer, en nuestro paseo diario se sintió en la gloria. “Ahí se queda el mierda ese”, ladró Kaos mientras tiraba de la correa con fuerza, “y tú, Linucha, mi ama, sujétate fuerte que hoy voy a tirar de ti con gran fuerza. ¡Menuda putada me ha hecho!”.
Al cabo de unos minutos, el perro se relajó y dejó que mi madre tomara aire. Yo, como auténtica esclava, tiraba del triciclo de Álvaro y Juan Fran supervisaba a Diego en su bicicleta. Después de hora y media, paramos a tomar un helado. Álvaro empezó a llorar, no era un llanto cualquiera, era un llanto desgarrado. Corrimos hacia él.
-Álvaro, ¿qué te ocurre?- dije con voz de preocupación.
-Me ha picado, mamá- logró decir entre lloro y lloro.
-¿Dónde?
-En la nariz.
Miré su pequeña nariz y justo en medio descubrí un picotazo.
-Pero, ¿qué te ha picado?
-Noce.
-Mamá- argumentó Diego con cara de Aristóteles- ha sido una avispa. Yo la he visto revolotear alrededor nuestro. Te puedo asegurar que ha sido una avispa.
-Sí, avispa- gritó Álvaro, que no pudo soportar el dolor y se hizo pis encima.
Cogí al peque en brazos; Alonso, el triciclo; Kaos arrastró a mi madre; Diego, su bici y corrimos todos a casa. Allí, embadurné la naricilla de Álvaro con Alergical y logré parar el hinchazón.
-Lucas, Kaos, Ambrosio, Kahsba… Y ahora, las avispas. El mundo animal me supera- comenté a Alonso con cara de desesperación.
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Ya echaba yo de menos las fotos en tus historias. Es que nos tienes muy mal acostumbradas. ¿Todavía no os habéis trasladado a la isla? Espero que lo paséis estupendamente.
ResponderEliminarUn diez para las nuevas historias del blog. Me encantan las aventuas y desventuras de la residencia estival. Cómo se nota que sois ricos por vuestra casa. Besos para todos.
PD. Tranquila que no te soy infiel con nadie
Me tranquiliza saber que aún me eres fiel, aunque no esperaba menos, je, je. El abandono gráfico tiene su explicación: como tú bien sabes me encanta rozar la ilegalidad y aquí en mi residencia estival tengo pirateado internet a un vecino, así que dependo de sus horarios y no siempre me da tiempo a lanzar las fotografías. Mañana me voy a Segovia y el 17, a las islas. No curres mucho que no es bueno. Besazos.
ResponderEliminarSandía